«No podemos resolver la crisis climática sin cambiar nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos.»

Naomi Klein.

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La paradoja chilena.

La firma auditora, consultora, de asesoría financiera y de servicios profesionales Deloitte (la más grande del mundo con 415.000 empleados) para celebrar sus 100 años de vida trajo a Santiago al psicólogo y académico de Harvard Steven Pinker.

El destacado invitado y conferenciante, ante un selecto auditorio, analizó lo que llamó “la paradoja chilena”. De acuerdo a la información de prensa (El Mercurio 8 de agosto) las principales afirmaciones del expositor fueron las siguientes:

“Chile se ha vuelto más próspero, pero aún no ha alcanzado el nivel de gasto social que la gente de un país próspero espera y a menudo exige”.

“Chile ha logrado una mayor esperanza de vida, un aumento en el PIBV per cápita y una disminución de la pobreza…¿Por qué ha habido tanta ira y malestar, reflejados, por supuesto, en los disturbios de 2019, pero también estallando en el gobierno más reciente y en la Constitución bastante radical que se planteó?”

“Chile, en comparación con otros países de la OCDE, destina menos de su PIB a gasto social”.

“En la mayoría de los países de la OCDE, hay una gran reducción de la desigualdad después de impuestos y transferencias. En Chile, la desigualdad antes de la redistribución es similar a muchos otros países ricos, pero la cantidad que se reduce es mucho menor que la mayoría de los países”.

“Esta desigualdad puede ser causada porque Chile no es tan próspero como el típico país de la OCDE, pero también porque a medida que se ha vuelto más rico, ha tardado en dedicar más de esta riqueza al gasto social”.

“Hay una alta tasa de desigualdad en Chile, no es solo que la gente lo esté imaginando”.

“No es tanto la desigualdad en sí misma lo que conduce al descontento. Es el sentimiento de injusticia”.

Lo extraño, lo paradojal, es que tenga que venir un académico extranjero a decirle a la élite financiera, a domicilio, en su cara, lo que es una verdad evidente. Por supuesto, puede haber otros factores que motivan el descontento pero la realidad es más fuerte. Los sectores más conservadores (y retrógrados) de la sociedad pueden orquestar una banda de expertos y aplaudirla a través de los medios de comunicación que están a su servicio, pueden entrevistar a profesores de las universidades que controlan para que expliquen y racionalicen la pobreza y la inequidad, pero no podrán borrar “el sentimiento de injusticia” a que aludía Pinker.  

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