
Lamentar, Resistir, y Organizar en forma Progresista
Guilmo Barrio Salazar
Estos son los momentos en que debemos tratar de enmendar las pérdidas. El 8 de noviembre pasado experimentamos un terremoto político en los Estados Unidos de Norteamérica. Aunque los daños totales todavía no están claros, no se puede negar la magnitud de la convulsión, ya que un hombre armó una campaña presidencial basada en una plataforma de hostilidad hacia los inmigrantes, con gran desdén hacia las mujeres y con una indiferencia total hacia los derechos civiles y la libertad religiosa. Este ha sido el quinto candidato a la presidencia norteamericana, únicamente electo en base a los 538 votos electorales distribuídos nacionalmente, porque según los sufragios populares, Hillary Rodham Clinton obtuvo 64.247.231 preferencias , contra las 62.240.741 que obtuvo Donald J. Trump en todo el país, es decir una mayoría de 2.006.490 votos.
El mismo Partido Republicano que tuvo éxito en obstruir una legislación progresista durante los últimos ocho años, y en obstaculizar las propuestas del Presidente Barack Obama en cada vez que pudo y de cualquier forma, ahora controlará, tanto el Senado como la Cámara de Representantes. La Corte Suprema, que por tantos años ha sido el baluarte de nuestras libertades, parece ser que no continuará siéndolo, gracias al privilegio económico de corporaciones y la reacción social, posíblemente por las muchas generaciones futuras.
Con Donald J. Trump y su Vicepresidente Mike Pence en la Casa Blanca, y con la mayoría conservadora otra vez en la Corte Suprema, las decisiones que parecían ser leyes positivas y permanentes, sólo hace unos días atrás, como son: el matrimonio de personas del mismo sexo, el derecho a un aborto legal, el derecho de pertenecer a un sindicato laboral, y el derecho a la ciudadanía estadounidense para toda persona nacida en esta nación, ahora se verán ante un constante ataque político. Pero, todas estas luchas que hemos dado por décadas, no podemos permitir que se pierdan.
Así que, a pesar de la tentación de continuar lamentándonos, tenemos que organizarnos en este país del «Sueño Americano», porque si no podemos esperar nada del presidente de la nación, ni tampoco del Congreso, ni de las Cortes de Justicia, no tenemos otra opción que contar con la voluntad de cada uno de nosotros, no solo como una custión de beneficio personal, sino como fortaleza, y tarea de sobrevivencia.
Ya habrá tiempo para una recriminación, un tiempo para determinar cuánto, del desastre que encaramos hoy, se debe a raíz del odio en contra nuestra por parte de los racistas, cuánto es causado por la misoginia existente, y qué tanto ha sido causado por la sociedad elitista de Washington, D.C., la de Hollywood, California, y la de Manhattan, Nueva York. También habrá tiempo, y una necesidad, para debatir cuánto se puede culpar al Partido Demócrata, por haber nominado a una candidata a la presidencia tan detestada por tantos hombres y mujeres, que prefirieron confiar sus futuros en Donald J. Trump.
Tendremos el tiempo para tratar de comprender los efectos de la acción Director de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), James Comey, quien intervino justo antes del día de las elecciones, para desacreditar aún más a Hillary Rodham Clinton, como también los efectos del cinismo y la maquinación realizada por la que fuera la presidenta del Comité Nacional Demócrata, Debbie Wasserman Schultz, que escondió los votos internos de ese comité, durante el proceso de nominación a la candidatura presidencial, para que el Senador del Estado de Vermont, Bernie Sanders no fuera considerado el candidato a la presidencia, a pesar de que podría haber barrido la presencia de Trump a nivel nacional.
Hoy, no es el tiempo para hacer esto.
Esto significa que tenemos que aplicar una presión mucho más grande, y marchar en multitudes aún mucho mayores, voceando en voz muy alta contra la injusticia, y prepararnos para sostener cada día una desobediencia civil sin violencia, en una escala nunca vista por décadas en esta nación. No porque estemos rechazando los resultados de la elección presidencial, sino porque se ha escrito, sin importar quien haya sido electo en la presidencia nacional, que una elección es solamente el comienzo de la competencia por el poder. Y porque en la continuación de esta competencia, hay gente en riesgo inmediato, gente que necesita nuestra asistencia, nuestra energía y nuestra solidaridad.
La historia juzgará a este país, a nuestros líderes, a nuestros medios de información, y a nosotros mismos, como también a nuestros ciudadanos que injustamente eligieron a Donald J. Trump, una persona sin experiencia gubernamental, ni una historia en servicios públicos, y hoy es el presidente estadounidense # 45. Pero, si nos apartamos de todo y abandonamos a aquellos que se sienten más intimidados en esta nación, como son: los musulmanes americanos, los hispanoamericanos, las personas lesbianas y los homosexuales estadounidenses, las mujeres en general, y la juventud radicada en las comunidades pobres de este país, la historia nunca nos perdonará.
Los próximos cuatro años pondrán a prueba a esta nación, al ver el resurgimiento de una democracia con profundo sentido social y participativo, como nada que se haya visto durante nuestras vidas, por lo que resulta lógico convocar a todos los ciudadanos del mundo a apoyarnos en esta gran pelea que tendremos por delante, en la que se organizarán los sectores progresistas de los Estados Unidos de Norteamérica.
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