«No podemos resolver la crisis climática sin cambiar nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos.»

Naomi Klein.

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PARTICIPACIÓN CIUDADANA: ELEMENTOS CONCEPTUALES

La noción de participación ciudadana, es un concepto reciente, ella sufre de una imprecisión debido a que es considerada como la “intervención de los particulares en las actividades públicas en tanto portadores de intereses sociales”[1]; por lo tanto dicha definición es demasiado amplia al abarcar variadas maneras de participación en la sociedad, de distintos orígenes al utilizar diferentes y variados medios u órganos en distintos niveles para lograr esto; a pesar de esta definición o de otras que existen aún no está claro dicha noción, porque  el término es ambiguo en relación a sus alcances, en la explicación del fenómeno en su delimitación y comprensión, el mayor problema surge de que sin mayores especificaciones y análisis del concepto no podríamos diferenciar este tipo de intervención de otras como sucede especialmente con las más conocidas de tipo político, corporativas, de grupos de presión, movimientos sociales, entre muchas otras. La especificidad de la participación ciudadana tiene el problema de que si tal especificidad abarca a todas las formas de intervención de los actores sociales en las actividades públicas, lo cual pondría una cierta duda en la utilidad del concepto.

Por lo tanto la expresión “participación ciudadana hace referencia a un vínculo difuso o inexistente entre Estado y sociedad civil al haber una acción de la segunda sobre la primera”[2]; ella cuenta con una valoración positiva que es considerada como un medio propicio para conseguir ciertos objetivos definidos como adecuados o buenos, porque se piensa que la acción misma es expresión de un valor, de lo antes dicho nace un planteamiento que tiene como fin incentivar, impulsar y desarrollar la participación ciudadana.

 

Este tipo de propuesta encuentra dificultades cuando se observan algunos vicios en las actividades que las impulsan y que son presentadas como “participación ciudadana” por ejemplo: manipulación, sustitución de la participación política, clientelismo, etc. lo que conlleva a redefinir y/o diferenciar obligatoriamente la verdadera de la falsa participación  social y ciudadana, ya que este tipo de concepto posee una enorme carga valorativa al ser polisémico, lo cual aumenta más su complejidad en la actualidad .La situación se va haciendo más compleja, porque la idea de participación ciudadana comprende dos elementos ya nombrados y que carecen de un significado unívoco, ellos son el Estado y la sociedad civil; dicha cuestión suele llevar  a confusiones por el tratamiento que se hace del tema e incluso llega a tener serias consecuencias en las propuestas de acción que se plantean o diseñan.

En relación a estos dos elementos no corresponde establecer solamente las delimitaciones conceptuales abstractas debido a que esto es bien complejo, sino que entender la conformación histórica de significaciones que van cargando de contenidos a dichos conceptos, logrando hacer posible hasta hoy en día el sentido que ambos tienen en sociedad civil. Por todo lo anterior la presentación de ciertas connotaciones tanto de Estado como de sociedad civil pueden establecer una base inicial, con el objeto de abordar el significado de lo que se llama “Participación Ciudadana”. El hombre es un animal político porque posee la razón y a través de ella es capaz de ordenar, construir un orden social, esto a la vez implica una contraposición al haber un aspecto racional, pasional, que es necesario ordenar; en esta  concepción la razón que  es única debe ordenar el interés (pasión) que es múltiple y conflictiva. Por su parte el contractualismo político en sus variadas versiones va a establecer un corte más certero entre la sociedad natural en la que gobiernan tanto los instintos, las pasiones, la sociedad civil o Estado, al existir un orden racional impuesto por un poder central.


[1] Baño A, Rodrigo: “Participación ciudadana: elementos conceptuales”.  Nociones de una Ciudadanía que crece. FLACSO 1998.

[2] Idem.

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