
PREFIERO EL VOTO VOLUNTARIO
La voluntariedad en el voto hace que la Democracia sea más comprometida, más meditada, más razonada. Un ciudadano debe acudir a las urnas, al llamado de la Democracia, imbuido de conocimiento, información y decisión personal para hacerlo. Por lo tanto, el voto voluntario es producto de un análisis profundo, responsable, personal e intransferible.
Mucho se discute en los días que corren sobre el retorno a la votación voluntaria. Desde hace mucho he señalado lo que pienso al respecto y es mi convencimiento de que la voluntariedad le da valor a la emisión de un voto, le da sentido a una decisión adoptada tras recibir la información adecuada. Permite aseverar que tal acto de civismo obedece al conocimiento que tenemos de lo que es una democracia fuerte que avanza gracias a los ciudadanos que se involucran sabiendo en profundidad lo que están haciendo por y para la sociedad.
No hay temores ni amenazas que le afecten. Sólo la responsabilidad de ser un ciudadano preocupado de su entorno vital, que se informa sobre su desarrollo y que decide gracias al conocimiento concreto obtenido sobre el tema sometido a votación.
Las sanciones que impone la jerarquía social a quienes no acudan a votar, implican amenazas con los consiguientes temores. Y esa es la lógica del voto obligatorio: cada cual asume su responsabilidad frente a una sociedad débil que debe recurrir a las obligaciones y sanciones para que la gente participe. Cuando existe obligatoriedad, la decisión personal puede ser tergiversada. Cada cual reacciona de distinta manera cuando es obligado a algo, cuando la amenaza de una sanción le presiona. Por lo mismo, la decisión no será la que represente los verdaderos intereses personales, sino una respuesta rebelde, incluso dolida. Una decisión involuntaria, tergiversadora de la realidad.
Ante la afirmación de que todos tenemos “derechos y deberes”, es necesario profundizar en esto señalando que los derechos han sido ganados con voluntariedad de los individuos, por convencimiento generalizado y por deseo expreso de caminar por esa vía de convivencia social. Es decir, nada te obliga, sólo tu propia voluntad después de haber analizado los diversos componentes de una convocatoria democrática.
Si una persona recibe una información completa, suficiente y clara, entonces puede decidir por sí misma la emisión o no de su voto. Porque, incluso la abstención también tiene un significado político ya que igualmente es la opinión de que no convencen las alternativas propuestas, ni los argumentos esgrimidos por los lideres.
La participación voluntaria de los ciudadanos en las convocatorias que la Democracia nos propone para dirimir un conflicto, buscando una decisión mayoritaria, será mayor o menor en función del conocimiento y convencimiento de la ciudadanía. Con esos elementos analizados en profundidad, podremos decidir con responsabilidad, respeto y ecuanimidad, que son los valores profundos de una auténtica Democracia.
Reitero, he defendido desde hace mucho tiempo la voluntariedad del voto, porque creo que en esa decisión radica nuestro punto de vista más válido, más justo para el desarrollo de nuestra sociedad. O sea, a mí nadie me obliga, sino mi propia conciencia.
Sobre la base de los actos conscientes, analizados, meditados y decididos, se construye una sociedad más auténtica, más fuerte y que obedece a los más profundos intereses de sus ciudadanos.
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