«No podemos resolver la crisis climática sin cambiar nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos.»

Naomi Klein.

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TEMPLANZA

Miguel Ángel San Martín

Periodista. Especial para La Ventana Ciudadana, desde Madrid, España.

Templanza es un término castellano que la Real Academia de la Lengua define de varias formas. Dice que significa Moderación, Sobriedad, Continencia, armonía, buena disposición de los colores, moderar los apetitos y el uso excesivo de los sentidos, sujetándolos a la razón.  Por esto mismo, creo que el título de este artículo concuerda certeramente con lo que debe ocurrir en la contingencia de nuestro país.

          Tras el estallido social, los sucesivos plebiscitos, especialmente el último, nuestra sociedad ha llegado a un punto tal de polarización, que nos obliga a recuperar la templanza para salir de este estado de confrontación permanente y despejar la mirada para vislumbrar un futuro coherente con lo que deseamos para nuestro país.

          Necesitamos moderación, sobriedad y continencia en nuestro actuar en la coyuntura que nos toca vivir. La palabra debe estar destinada a la armonía para recuperarentre todos la estabilidad social y política que tanto necesitamos. Debemos, por consiguiente, encontrar la mejor disposición de los colores políticos que presiden nuestros particulares anhelos, con el fin de alcanzar el camino que necesita nuestro país para crecer y volver a ser respetado en el concierto internacional.

          A los partidos políticos en general, le viene como anillo al dedo la definición académica de moderar los apetitos y el uso excesivo de los sentidos, sujetándolos a la razón. Porque, en efecto, los partidos políticos y sus representantes en las instancias que correspondan han alcanzado una situación límite en cuanto a la confianza de los ciudadanos. Los partidos son organizaciones necesarias para abrir las puertas por donde lleguemos a la democracia. Pero, precisamente por ser instituciones claves en el devenir histórico, sus estructuras deben ser transparentes, creíbles, confiables, y deben estar funcionando sobre principios y valores fuertes y claros.

          Los partidos deben alcanzar prestigio sobre la base de la imagen que proyecten sus propios dirigentes y militantes, y su acción debe basarse en el bien común de la Patria. Todos deben aportar para alcanzar un nivel suficiente como para que las grandes mayorías nacionales se entusiasmen y decidan integrarse en la participación organizada de las tareas que demanda nuestro país.

Debemos legitimar, con nuestra presencia individual y colectiva, la acción de los partidos. Sabemos que hoy la actividad política está desprestigiada por los individualismos, minimizada por los intereses de personas o grupos y deslegitimada por la corrupción evidente que corroe sus principios. Por lo mismo, se hace necesario limpiarlos desde dentro.

Hay proposiciones de crear un nuevo estilo de organizaciones políticas, que dejen de lado el concepto de Partidos Políticos y se abran a una participación más amplia, uniendo “fuerzas” de nuevo cuño, captando el interés de muchos “independientes” que no comulgan con los partidos tradicionales y que, sin embargo, tienen preparación y capacidad suficientes como para dinamizar la vida política del país. Siendo interesante esta propuesta en el largo plazo, consideramos que la prioridad reside en la acción sobre la urgencia en el momento de emergencia que vivimos.

Es prioritario enfrentar tal urgencia, entonces, con templanza. Es fundamental hacer frente a la situación de quiebre social con soluciones inteligentes, colectivas, que abran las compuertas a los cambios que se necesitan para alcanzar las demandas potentes de las grandes mayorías que requieren más equidad, más justicia, más respeto y más progreso. Es en este tránsito que debemos aplicar la tolerancia más que nunca, dejando de lado las trincheras de la polarización, reconociendo la validez de los procesos democráticos.

Es la hora de los consensos, de la madurez política, de la generosidad consecuente. Es la hora de la templanza en nuestras acciones. Es la hora de alcanzar en paz los acuerdos con voluntad política, y que éstos sean amplios y sin exclusiones de ningún tipo. Es la hora de los nuevos liderazgos que aporten criterios fraternos, para que todos actuemos en función del futuro de Chile y de su gente.   

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