
EDITORIAL. ¿Trump contra el mundo o el mundo contra Trump?
El recién electo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ascendió al cargo bajo el eslógan de “Hagamos a América grande de nuevo”, con un mensaje populista que logró una abrumadora adhesión tanto para él como persona, como para los postulantes al Congreso por el Partido Republicano.
Además, la mayoría conservadora en la Corte Suprema le garantizaba, en teoría, el “poder total”, sin más límites que los que derivaban el texto constitucional o de las tradiciones jurídicas que se arrastraban desde los tiempos de los “padres fundadores”.
Todo hasta entonces era “miel sobre hojuelas” hasta que asomó el espíritu autoritario que amparado en la impunidad que le aseguraba una mayoría parlamentaria incondicional. El nuevo mandatario empezó a gobernar mediante “órdenes ejecutivas”, desacató resoluciones judiciales adversas y, de hecho, transformó a la autoproclamada “mayor democracia del mundo” en una verdadera república bananera.
En su frenesí irracional, desconoció las políticas de “libre comercio” que su propio país había promovido durante décadas y resolvió aplicar aranceles a todos los productos provenientes de diversos países del mundo, cometiendo el más garrafal error imaginable. El solo hecho de ser incapaz de entender que sus decisiones unilaterales tendrían consecuencias y respuestas de las naciones afectadas, revela su grave ineptitud política.
Más grave aún es el hecho de que en noventa días ha deteriorado gravemente las relaciones con aliados tan tradicionales como la Unión Europea y Canadá, ha generado una contundente respuesta de la República Popular China y ha entregado prácticamente a esta nación (su principal adversario) el área e influencia del inmenso continente asiático.
Ebrio de ambiciones para pasar a la historia, ha decidido expandir el “imperio” elaborando propuestas para comprar la isla de Groenlandia a sus habitantes y ha declarado, sin tapujos, que Canadá es un “país artificial” y que debiera pasar a ser un nuevo Estado de los Estados Unidos.
Para Trump las lealtades y el respeto a los tratados suscritos no existen.
En pocos meses, ha derribado los principios fundamentales del ”orden internacional” y ha destruido los valores morales en que se han sustentado las democracias liberales del mundo.
Es decir, de estar recibiendo jaque tras jaques desde diversos puntos cardinales, el «Emperador» está haciendo todo lo humanamente posible para que le preparen un apoteósico «jaque mate».