
UN SUEÑO, UNA DANZA
Había leído un par de comentarios sobre la belleza de los prados tucumanos,
del verdor de sus montañas de las hebras de agua saltando a su albedrío.
De lo menhires mirando hacia un destino de los que fueron desarraigados.
De esa magia que necesitaba para poder emprender un trabajo que aún no sabía bien si sería un tapiz o una pintura.
Y de su música entrelazada con las flores y los pájaros.
Todo hacía a mi mundo de formas, colores y relieves.
Era un éxtasis.
Había escuchado tus comentarios, tus sensaciones, ese amor profundo por tu tierra,
tu Tafí del Valle, tu necesidad imperiosa de vivirla y darla a conocer.
Dejé la carpeta sobre la mesa algo había bocetado, era bastante tarde, casi la madrugada, quizás esa hora en que mis duendes acarrean su artes y las meigas se conjuran para influenciar en el pensamiento y muchos más…en los sueños.
Y fue allí donde se conjugan los espacios que absolutamente adormecida me vi en un patio bajo las estrellas y una luna poderosa como un buscador de siluetas del teatro, que me mostraban el entorno.
Como remate de esa superficie roja de ladrillos un borde de magníficas flores que esparcían un aroma indefinido.
Su mezcla penetraba los sentidos.
En el centro la luna marcando el lugar del encuentro y desde la penumbra como traída por la melodía que salía de la floresta una figura.
Debí agudizar la mirada pues iba apareciendo la silueta desde la negrura.
Las manos extendidas, en una de ellas un pañuelo.
Ni muletas ni bastón, así emergías, levitando el pavimento.
Entonces comprendí que nada es imposible, no sonaba un tango ni un vals.
Era una zamba.
Y fui directo a ti, quitando de mi cuello una chalina de gasa.
Y fue esa cadencia de requiebros sin palabras.
Solo la música de una guitarra trasnochada que volaba y en sus giros
como tu hilo rojo o mi cordón de plata nos enlazaba.
Vi tus ojos mansos cuando por fin al cesar la danza me coronabas.
Déjanos tu comentario: