«No podemos resolver la crisis climática sin cambiar nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos.»

Naomi Klein.

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UNA BREVE VISITA

Gladys Semillán Villanueva

Embajadora por la Paz de las Naciones Unidas por la Letras UNILETRAS. Ave viajera de Semillas para la Juventud Primer Premio Internacional de Dibujo, otorgado por U.F.P. Argentina.

Desde Castelar, Argentina

Estar atenta a la naturaleza me ha deparado increíbles asombros.

La mañana se disponía a brindarme una sorpresa.
Terminé de preparar el desayuno y me ubiqué en esa mesa redonda, acogedora que me regalara mi sobrina.
Sabiendo de mi predilección de “mirar” el jardín mientras lo tomo.
Allí estaba, junto al ventanal amplio, panorámico.
La bandeja pronta sobre la mesa y mi cuerpo dejándose deslizar en la silla gozoso.

¡Que comienzo de día tan prometedor!
Frente a mí una pared con dos puertas que hace mucho armé y encierra mi jardín mágico al que recurro cuando algo no me suena bien.

En él todo es paz, armonía, silencio creativo y luz para el espíritu.
Orlan esas puertas plantas de achiras elegantes mezcladas con buganvilias de color magenta.

De pronto un aleteo incierto me sacó de esa mirada vagabunda deteniéndome en el borde de la ventana.
Afuera,  entre la reja y el vidrio un pichón de paloma había caído.
El ruido no fue fuerte pero si extraño, como el golpeteo de dos manos.
Afuera, sobre el borde, esa avecita pequeña.
Acá esta mujer sobresaltada.

Pasado un momento sonreí, abrí despacito la ventana y comencé a hablarle lento, con voz tierna.
Esa cosita chiquita movía suave la cabecita y me miraba.
¡Que fabuloso esa nueva vida en mi ventana!

De pronto sentí aleteos fuertes, vuelo de un  ave más grande.
¡Lo venían a buscar!
Traté de apresurarme para encontrar el celular y poder sacar unas fotos
Ya no estaba.
Seguí con mis cosas pensando en este hecho….debía estar acostumbrada, hay tantos árboles a mi alrededor que no tenía que ser diferente ver un pichón.

Regresé a la ventana y me lo encuentro sentadito en un barral de la reja, la cabecita mirando hacia adentro.
Ya el celular en la mano me permitió hacer varias tomas.

Algo me llamó la atención cada tanto miraba hacia abajo e intentaba desplegar las alitas pero volvía a sentarse, era evidente que dudaba.

¡Aprender a volar! ¡Aprender a vivir!
Lo vi como con miedo y pensé en los niños que dependen tanto de nosotros…
Pasó un rato y decidí acercarme llevando en la mano un poco de galletitas trituradas.
Con paso silencioso me fui arrimando, ya casi muy cerca con las manos extendidas, él miró, abrió decididamente sus alitas y dio arranque a su vuelo, a sus primeros aleteos,  posándose en una rama no muy alta de mi maravillosa Tipa centenaria.
Las consignas impresas de su especie iniciando el aprendizaje.

Mis manos no eran las alas únicas, exclusivas de sus padres.
Eran dos extrañas y aunque estaban plenas de buenas intenciones no era lo mismo.
Él ya lo sabía.
Se quedó mucho tiempo meciéndose en esa rama y yo fui feliz, pues con la intención de acercarle comida lo impulsé a su primer vuelo…a su primer paso.

Más tarde traté de ver dónde estaba el nido.
Ahí, justo sobre el techo de mi comedor.

Mirar el entorno, mirar el cielo de día o de noche, mirar a la gente…sobre todo a los ojos y sonreír,…mirar…

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