
EL DRUIDA (Parte 2)
Desde Castelar, Argentina
Sonó el teléfono en la habitación, me estaba preparando para bajar a desayunar.
Era Andrés, indicándome que al atardecer teníamos el encuentro con el Druida.
La noche anterior, luego de leer la carta que le entregué, conversamos bastante y entre esos temas le deslicé que… deseaba llegar al Monte Pindo, el monte de los celtas.
Me escuchaba con curiosidad, atiné a decirle que había visitado las ruinas celtas en el Tuy y que no pude evitar escribir sobre ellas y sus moradores.
Le despertó interés y me dijo…déjame ver lo que podremos hacer mañana.
Sin prometerme nada nos despedimos.
Y en pocas horas me encontraba con un Druida, asombrada de conversar con él y hacer preguntas adecuadas sin molestar ni invadir.
Quizás replicando aquella cautela de las mujeres celtas, notablemente plantadas ante la vida, sus obligaciones y responsabilidades pero también determinaciones justas y precisas en los acontecimientos cotidianos y hasta bélicos.
Su opinión tan respetada en la tribu.
SI…en el atardecer lo conocería.
Se me pasaron las horas entre inquietud y temor, que no sabía a qué atribuir.
Tal vez mis lecturas sobre el tema acechaban.
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