«Somos naturaleza. Poner al dinero como bien supremo nos conduce a la catástrofe»

José Luis Sampedro

Actualmente nos leen en: Francia, Italia, España, Canadá, E.E.U.U., Argentina, Brasil, Colombia, Perú, México, Ecuador, Uruguay, Bolivia y Chile.

EL DRUIDA (Parte 2)

Gladys Semillán Villanueva

Embajadora por la Paz de las Naciones Unidas por la Letras UNILETRAS. Ave viajera de Semillas para la Juventud Primer Premio Internacional de Dibujo, otorgado por U.F.P. Argentina.

Desde Castelar, Argentina

Sonó el teléfono en la habitación, me estaba preparando para bajar a desayunar. Era Andrés, indicándome que al atardecer teníamos el encuentro con el Druida.

La noche anterior, luego de leer la carta que le entregué,  conversamos bastante y entre esos temas le deslicé que… deseaba llegar al Monte Pindo, el monte de los celtas.

Me escuchaba con curiosidad, atiné a decirle que había visitado las ruinas celtas en el Tuy y que no pude evitar escribir sobre ellas y sus moradores.

Le despertó interés y me dijo…déjame ver lo que podremos hacer mañana. Sin prometerme nada nos despedimos.

Y en pocas horas me encontraba con un Druida, asombrada de conversar con él y hacer preguntas adecuadas sin molestar ni invadir.

Quizás replicando aquella cautela de las mujeres celtas, notablemente plantadas ante la vida, sus obligaciones y  responsabilidades pero también determinaciones justas y precisas en los acontecimientos cotidianos y hasta bélicos.

Su opinión tan respetada en la tribu.

SI…en el atardecer lo conocería.
Se me pasaron las horas entre inquietud y temor, que no sabía a qué atribuir.

Tal vez mis lecturas sobre el tema acechaban.
¿Quizás suponer que estaría frente a la figura de un guerrero?
No quise fabular más, solo esperar la hora del encuentro con Andrés.

Ya comenzaba a bajar el sol de un día increíble, bello.
Fuimos caminando por la rúa Virgen de la Cerca, trayecto en el que se encuentran varios conventos, luego del vado de Bel-Vis allá arriba, ese caserío de apenas cinco casas a los fondos del convento del Carmelo.
Allí, su casa, varios ventanales, de una sola planta pero se la veía amplia.

Pasamos, el ambiente era grande, las paredes cubiertas por libreros repletos; en un ángulo un fabuloso piano de cola, cerca de una ventana que le enviaba una cálida iluminación, en el ángulo opuesto una mesa escritorio, cubierta de libros abiertos y material de dibujo en cantidad, pues  dibujaba las hierbas medicinales y las archivaba.

Nos invitó a sentarnos, abundaban los almohadones y unos silloncitos no muy altos.
Con modo gentil me ofreció uno, él y Andrés se acomodaron en sendos almohadones.

Era evidente que ya sabía de mi pues fue directamente a una pregunta que me dio placer la hiciera.

¿Por lo visto es usted celta?
Me sonreí y asentí con la cabeza respondiendo…¡¡Allá,… a los lejos!!,..los genes.
Sonrió y volvió a preguntar. ¿Le gusta la música?
Mucho, me inspira en las creaciones, pintando, escribiendo, hasta en el jardín cuando camino entre mis plantas, está presente; he comprobado que a las flores les gusta.

Se puso de pie, fue hasta un bargueño antiguo, trajo una bandeja con tres copas pequeñas de color verde y una licorera.
Andrés se alegró y le dijo: ya lo estaba extrañando.

Según supe después ese gesto era darme la bienvenida a su casa pero no quedó allí; mientras Andrés servía las copas él se dirigió al piano y en acordes y escalas dejó deslizar los dedos como entibiándolos.
¿Mozart? Si por favor,…musité.

¿Dónde estaban las preguntas? A quién le importaba, estar en ese ámbito ya era para mí todo un logro.
Su figura me dio las respuestas, alto, magro, de mirada serena, cabello y barba entrecana con algunas hebras rojizas, que orlaban su cabeza regiamente.
Me detuve en las manos, delgadas de dedos cónicos, largos bien de artista.

Dejó de tocar.
Se acercó y bebió un sorbo, mirándome con curiosidad.
El que pregunto fue él, ¿que busca en la naturaleza? Me sorprendió pero fui sincera: a Dios…la Vida…
Andrés se había incorporado y comprendí el gesto.
¿Ira pronto al Monte Pindo?
Asintió…hizo una pausa,  miró a mi amigo y le dijo..¡llévala también es de ella!

Al retirarnos tomó mi mano, me miró muy fijo y la besó.

Aún me suena su Mozart en los oídos, su voz cálida de tonos parejos, modulaba casi como si cantara.

Regresamos en silencio, al llegar al hotel abracé a Andrés y le dije, ¡GRACIAS!

Compostela, junio de 1999

Recuerda que puedes seguirnos en facebook:

Déjanos tu comentario:

Su dirección de correo electrónico no será publicado.

*

Sé el primero en comentar

sertikex-servicios-informáticos www.serviciosinformaticos.cl