
Una nueva institucionalidad formadora.
Recuerdo los años 70 del siglo pasado, recién egresado de sociología de la Universidad de Concepción. Mi primer trabajo como académico de una institución de educación fue la recién creada sede la U. de Chile en Chillán. Me había trasladado desde Concepción a Chillán y viví en la Población Pedro Lagos, en casa de la madre de un compañero notable -Rodrigo Ambrosio-. Un día de visita de su hija santiaguina tocamos el tema de los jardines infantiles sobre los cuales mi opinión era favorable: “En ellos hay personas preparadas para educarlos y darles formación porque los padres en general no lo están”. De cierta manera la persuadí. En aquellos años yo tenía 25 años y ella algo parecido.
Hoy en la antesala de los 80 y libre de una coacción institucional, que permite un oasis de libertad relativa mayor continúo informándome, pensando y procurando entender. Así, hace un par de días leí la carta de una profesora norteamericana que fue tendencia en las redes sociales, que decía: “los padres son el problema…”, “ellos no les enseñan a sus hijos modales, ni respeto”. Ello me recordó, a una profesora de mi hijo menor en la educación básica, que molesta decía: “los padres creen que somos una guardería infantil o nanas de sus hijos”. Ambos mensajes tienen relación con la crianza de los hijos y su formación, donde algo anda mal. Anomia.
No dudé y envié el mensaje tendencia a mis contactos y agregué: ¿O todo está cambiando y no tenemos consciencia suficiente de ello?
Una académica universitaria me respondió al instante: “he estado recién en una reunión de formadores de profesores de distintas universidades y la idea es que la situación de la educación y la sociedad es de la mayor complejidad”. Complejidad.
El hecho es que lo que vive la educación y la familia embarga a toda la sociedad en los distintos estratos sociales; por cierto, de manera diversa. Ahora, lo que ocurra en estas dos instancias institucionales es gravitante del futuro de infantes, jóvenes y la sociedad en su conjunto. De ahí que amerita descubrir las falencias actuales de ambas realidades institucionales, su precaria articulación actual ajenas a un ethos formativo y su secuela de anomias derivadas que hacen del convivir actual y futuro un escenario de inseguridades vigentes y difícil de enfrentar sanamente en el futuro. Inseguridad.
En consecuencia, amerita pensar la realidad de la educación y la familia, la institucionalidad existente que las condiciona y la moralidad acuñada o rescatable y también aquella que hay que descubrir.
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