
17 de Diciembre: El día D
Beatriz Hevia, la presidenta del Consejo Constitucional (de opaca gestión, por lo demás) ha cerrado el proceso con dos frases interesantes: “De ganar el rechazo, todo será incertidumbre”, “De ganar el Apruebo sí sabemos que la ciudadanía va a haber dado el respaldo a un texto constitucional”.
La segunda frase es de una simpleza y una obviedad abismantes. La primera, como toda la campaña electoral republicana, tiene un tufillo a amedrentamiento y a una campaña del terror ineludible.
Hevia, por supuesto, no hace alusión alguna al hecho de que todos los preceptos cuestionables fueron aprobados a fardo cerrado por los consejeros de su partido haciéndose eco de la frase de Luis Silva “somos mayoría y no tenemos por qué negociar con las minorías” y también por la derecha tradicional motejada ahora, incluso por algunos de sus militantes como “vagón de cola” de los grupos ultras, sin que hubiera de hecho espacios para la búsqueda de la “casa común”.
Tampoco Hevia en su superficial análisis da cabida a los “grises”. Para ella, todo es blanco o negro. ¿Qué pasa, desde el punto de vista real, sustantivo, si hay una alta abstención, más gran cantidad de votos blancos o anulados? ¿Qué pasa si el resultado del plebiscito de salida es estrecho?
El que debe ser plebiscitado en la práctica no da cabida, por ejemplo, a políticas sociales de clara inspiración socialdemócrata tales como la solidaridad intergeneracional y con mecanismos de reparto común nen los países de la OCDE, el seguro estatal de salud aplicado con éxito en Canadá, o la cobertura pública en educación a nivel del 99% como en Finlandia, ya que, como se ha dicho, la pretensión de aplicarlas en Chile sería inconstitucional de acuerdo al proyecto de Hevia.
Al ciudadano común y corriente, no puede dejar de llamar la atención el simple hecho de que personeros de los grandes grupos financieros y de sus agrupaciones gremiales hayan coincidido en señalar que, “lo más sensato y responsable es estar a favor del texto de la nueva Constitución”. Teniendo clara la posición de los hombres de negocios, cabe preguntarse: ¿Estamos dando respuesta, o al menos abriendo un camino que conduzca a la construcción de una respuesta, a las demandas impostergables de pensionados, a los derechos de la mujer ya consagrados legalmente, a las inquietudes sobre la propiedad del agua y otras de las agrupaciones ambientalistas, al reconocimiento efectivo de los derechos de nuestros pueblos originarios? ¿Estamos trabajando por una mayor equidad cuando liberamos de impuesto territorial a viviendas de mil o dos mil millones de las comunas del privilegio? ¿Estamos haciendo justicia cuando pretendemos liberar a los autores de centenares de crímenes y delitos de lesa humanidad por el solo hecho de cumplir setenta y cinco años de edad?
En la historia quedará consignado que el primer borrador del texto, elaborado por la Comisión Experta, mostró moderación y sentido común, características que no motivaron alegría eufórica pero que rayaban la cancha para que el libre juego democrático fuera resolviendo los problemas coyunturales de acuerdo a las circunstancias del momento.
Sin embargo, el fanatismo de la mayoría republicana y sus secundones, enceguecidos por su poder llevó las cosas al extremo de consagrar constitucionalmente normas tributarias que permiten rebajar de la renta para los efectos de pago de impuestos todos los gastos necesarios “para la vida, cuidado y desarrollo de la persona y su familia”.
Como han señalado importantes actores políticos, el proyecto que se presenta a la consideración de la ciudadanía implica una regresión conservadora que, eventualmente puede servir para salir del paso (dejando satisfecha a la casta dueña del poder) pero que no será capaz de remover un ápice el malestar subyacente en el corazón de la población chilena.
Es evidente que un mero cambio del constitucionalismo no resolverá los problemas que aquejan a nuestra fracturada sociedad pero la construcción de un cerco que cierre el paso a las esperanzas que la población tiene en cuanto a que se remuevan los obstáculos que impiden avanzar hacia un país más justo e inclusivo, hará que la amargura y el descontento terminen siendo el pan nuestro de cada día.
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