
DE CANSANCIO Y SUPERVIVENCIA
Es el cansancio el mal del animal laborans. Aquel sujeto que simplemente “hace”, que no vive sino que sólo “ocupa” su tiempo para eludir el aburrimiento y para sobrevivir, satisfacer sus necesidades urgentes, llenando un espacio dentro de las alternativas estereotipadas que se le confieren en su medio. Se trata de obrar para obtener algo a cambio y así satisfacer a otros, mostrándonos como éstos quieren que seamos, para ser aceptados más bien por lo que tenemos en lugar de por lo que somos realmente. Según Hannah Arendt a eso estamos degradados en la sociedad moderna, a aniquilarnos como sujetos de toda posibilidad de acción, transformándonos en meros espectadores de todo lo que ocurre en nuestro entorno, abandonando nuestra individualidad especial para ponernos al servicio del consumo y del rendimiento.
Ya no contemplamos, debido al exceso de información y ruido. Hemos olvidado como soportar la soledad. No aquella melancólica, fundada en el desprecio y en la indiferencia del otro o en la tristeza. Sino en aquella necesaria pausa que nos permite reestructurarnos, hacer un balance y perfeccionarnos. Para Byung-Chul Han, estar siempre ocupados no constituye progreso. “Un animal ocupado en alimentarse ha de dedicarse, a la vez, a otras tareas. Por ejemplo, ha de mantener a sus enemigos lejos del botín. Debe tener cuidado constantemente de no ser devorado a su vez mientras se alimenta. Al mismo tiempo, tiene que vigilar su descendencia y no perder de vista a sus parejas sexuales. El animal salvaje está obligado a distribuir su atención en diversas actividades. De este modo, no se halla capacitado para una inmersión contemplativa …”. Si en el medio en el que se está inserto prima la desconfianza y la competencia, sólo se avanza mirando hacia el suelo y empujando a todo el que se le ponga en frente, no importando si es aquel que quiere derribarnos, advertirnos o ayudarnos. No se piensa. Mejor sumergirnos en explorar las aplicaciones en nuestros teléfonos móviles. Han afirma: “Mientras tanto, el acoso laboral, por ejemplo, alcanza dimensiones pandémicas. La preocupación por la buena vida, que implica también una convivencia exitosa, cede progresivamente a una preocupación por la superviviencia”. Pero nos cansamos y es en ese momento en el que podemos valorar la soledad, para poder contemplar, ya que como sostenía Rilke, es “el instante aparentemente sin acontecimientos e inmóvil, en el que nos sale al encuentro nuestro futuro que está mucho más próximo a la vida que esos momentos ruidosos y causales, en que se cumple para nosotros, como viniendo desde fuera”. Pera está en nosotros.
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