
Ausencia de sentido y propósito – el devenir del tiempo sin relato
Actualmente nos encontramos con un desafío mayor en nuestra sociedad: un llamado desesperado del espíritu de la época con la difícil misión de darle un sentido y un propósito a nuestra vida. La pérdida de la cualidad de la religión como ente organizador y regidor de nuestra vida nos dejó en un vacío que intentamos llenar con la ciencia pero que lamentablemente no fue suficiente para ello y la incerteza de no saber que esperar de la vida.
El consumo desmedido y descontrolado surge actualmente como una fuente de placer que se puede llegar a confundir con sentido y propósito sin ser más que una instancia de satisfacción de muy poco aliento que solo logra enmascarar nuestra falta de propósito que luego se convierte en angustia y patologías mentales de diversa índole, pero ¿Por qué ocurre esto? Varios autores, científicos y pensadores de nuestra época se han embarcado en el desafío de lograr explicar por qué las personas en la sociedad actual sufrimos de esta angustia, en lo particular e intentado buscar entre varias fuentes una posible explicación y por tanto también una posible solución, esta última más esquiva desde todo aspecto. En cuanto a la explicación la que más me llama la atención, entre otras, es la postura de Byung-Chul Han filósofo sur-coreano continuador del pensamiento de Foucault, que entre sus tesis plantea que la diciplina social pasa desde el exterior de la persona del panóptico al interior de cada uno en términos de autoexigencia para el éxito (Han, 2017), es decir lo que plantea es que la sociedad en vez de controlar tu accionar y hacerlo funcional y productivo a su interés por medio de disciplinar, optaba por una mecanismo de interiorización de las exigencias de rendimiento en cada sujeto para que de esta forma nos autoexijamos hasta no poder más y nos sintamos culpables en vez de culpar a una estructura explotadora. En concreto lo que tenemos acá es un enmascaramiento a la falta de sentido por la ausencia de un fin superior y un ser que nos pueda entregar esto; por tanto, somos productivos para la sociedad pero nos sentimos vacíos quedándonos como alternativa para llenar este vacío un consumo desmesurado que nos lleva a sentirnos eufóricos en cuanto la compra se está dando pero sintiéndonos nuevamente en el vacío a los pocos minutos.
Esta dinámica se repite a diario en nuestras vidas y hace que convirtamos en propósitos de vida logros materiales en una escalada sin fin. A esto hay que sumarle que vivimos en constante ocupación y ajetreo y en un tiempo que transcurre linealmente sin un propósito y fin claros, como una serie de sucesos concatenados; a esto Byung-Chul Han lo llama ‘un tiempo sin aroma’ (Han, 2015) que hace referencia a este tiempo sin sincronía por la falta de relato perdido junto con el sentido en la muerte del misticismo y religión y que hace que corramos a todas partes con una prisa que no entendemos bien, pues estamos siempre apurado, sin tiempo, ajetreados, incluso en nuestro hogar o nuestro lugar más intimo seguimos tratando de ocupar el tiempo en cualquier cosa que nos aleje de poder pensar y pasar un momento con nosotros mismos, preguntarnos por nuestras vidas o cualquier cosa que nos lleve a consultarnos sinceramente por nuestro sentido y propósito de vida. Tenemos miedo a pensar nuestro propio vacío y lo que esto nos significa por lo que intentamos a toda costa llenar los espacios entre sucesos con más y más sucesos que no nos permitan pensar mas allá y es que el principal problema del tiempo actual es su falta del relato, de estructura y soporte narrativo (Han, 2015). Soporte que en su tiempo era entregado por la religión hegemónica, por ejemplo, y que se ha diluido en el mar de la ciencia.
En ningún caso quiero hacer una apología de la religión sino más bien dejar en claro que el advenimiento de la ciencia nos dejó como desafío la búsqueda de sentido y propósito en nuestras vidas, búsqueda que puede ser perfectamente religiosa, espiritual o incluso atea pero tiene que ser una búsqueda activa de lograr configurar un tiempo con un relato claro que, en última instancia, permita devolverle el aroma perdido al tiempo deteniendo en el proceso el devenir y haciendo las pausas necesarias para evaluar el ¿por qué? y el ¿hacia dónde? que finalmente posibiliten escapar del consumo desmedido y descontrolado que nos arroja al hedonismo más puro y finalmente a una profunda infelicidad por causa de la ansiedad.
El llamado está hecho. Pare, mire y escuche y determine hacia dónde va su espíritu más que cual será su próxima compra.
Referencias
Han, B. C. (2015). El aroma del tiempo: un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse. Herder Editorial.
Han, B. C. (2017). La sociedad del cansancio: Segunda edición ampliada. Herder Editorial.
Si claro, concuerdo con Don Eduardo. Interesante su artículo estimado Pablo Palma…
Interesante, lo menos que se puede decir de esta reflexión con base filosófica y que nos lleva a buscar en nosotros mismos, con una autoreflexión sincera… En qué estamos.
Felicitaciones al autor.