
CASTING
“Una ciudad, una escenografía”, podría ser la consigna. Toda ciudad que se precie de tal, siempre sugiere su propio casting fílmico, su look más marketero. Al posar con su mejor perfil, siempre encierra un lado seductor, escondiendo su propia trivialidad.
Por muy modesta que sea su historia y peque de irrelevante, siempre guarda una pretendida aspiración de convertirse en una diva que todos sueñan con vivir en ella o conocer más de cerca, con autógrafo y todo. Para eso están las postales, como sinopsis de cinematografía.
Otro cuento, es esa ciudad imaginada por la sugerencia de sus lugares, tal vez sin una escondida pretensión. Tras esos paisajes, uno se deja envolver por la visualidad pura que le trasmiten sus atmósferas. Es el verdadero rostro de una ciudad, en que belleza o fealdad, resaltan por sí misma.
Al relacionar lugaridad y cine, es probable que la precariedad de grandes áreas de nuestros paisajes urbanos no califiquen como lugares fotogénicos. Sin embargo, al entrever la visualidad de los lugares y cualificar su estética urbana, es posible detectar por su casting, la riqueza de su espacialidad.
Para encontrarle su mejor perfil es importante encajar trama y escenificación del film. Cada lugar a cada escena.
En el Gran Concepción, normalmente la búsqueda de lugares sugerentes obliga a escarbar en todos sus rincones, anidando a veces en los más inesperados. Sobre todo, si busco ciertas atmósferas, aunque sean lugares comunes.
Si busco planos inclinados con profundidades color azul ultramar o marinas en vivo y en directo – sin caer en lo obvio-, Talcahuano es la más fílmica, porque tiene una tridimensionalidad espacial exuberante e intrincada, como lo sería Nápoles para un director italiano. Si necesitara de cierta sensación de oxidación y noble envejecimiento para construir un thriller veraz, lo encontraría ahí.
Igualmente, los encuadres singulares pondrían a cualquier director inglés a rodar en la Base Naval y Tumbes por que aman la pulcritud ambiental y las atmósferas años 50 elegantemente sobrias. Muy british en su formalidad y minimalismo.
Sin desmerecer que todo espacio es sugerente del aquí y ahora, estos lugares son nostálgicos, apropiados a films que comporten cierto romanticismo perdido, a cierta contextualización demodé.
Probablemente, lo mismo suceda con Lota, con sus espacios estrechos y oscuros, con callejones y pabellones, alusivas a una época minera gloriosa que perfectamente podría escenificar el siglo XIX o reconstruir un cuento de Dickens.
Actualmente, las mejores historias de cine transcurren en los suburbios, donde anida lo significativo del drama contemporáneo. Esta línea argumental con todas las tensiones y desajustes causadas por la modernidad, relatan nuestra propia emocionalidad.
Aunque lo trivial lo podemos encontrar en muchos barrios, al rememorar historias top, al menos lo más cotidiano debería considerar los barrios de Lonco, Andalue o Idahue porque son nuestros propios Beverly Hills.
Para escenas de cierta intensidad, nada mejor que el club La Posada por su glamour o ciertas mansiones de la Av. Pedro de Valdivia, y para escenificar las vicisitudes y logros de la niñez, los edificios del colegio Saint John por su modernidad o el Liceo de Niñas N°1 por su aire tradicional.
En cambio, si construyéramos un films tipo Lelouch o Truffaut tendría en la plaza Perú, los cafés de la Diagonal y la universidad, los escenarios justos para un relato existencialista o un racconto más intelectual años 70, casi como si estuviéramos en el barrio latino de Paris.
Al final del día, pensando alimentar un cine vanguardista inmediato, habría que tomar una cámara de video y deslizarse por los “no lugares” como estaciones de servicio, estacionamiento de lugares nocturnos, halles de centros comerciales. Son los nuevos escenarios que tienen rostros más ajenos porque parecen estar en todas partes, pero lo interesante de la trama es saber cómo una cultura como la nuestra se apropia de esos escenarios.
Tal vez, con cierta habilidad se puedan tejer narraciones de la cultura actual que aparecen triviales, que por su fugacidad incierta definitivamente no lo son, revelándonos las aristas de una cultura basura que, a veces no valoramos.
Pareciera tejerse en estos paréntesis de libertad, algo más que “áreas muertas”. Ahí parece fraguarse una nueva ciudad. Ahí está el casting más emergente
* (Fue publicada en El Sur 07.12.2006 como El Casting de una Ciudad)
Buena,buena buena.
Un Gran Concepción que menospreciamos mucho, que conocemos y miramos poco…