
Confianzas
Las noticias de estas semanas no dejan de sorprendernos. En tiempos de crisis sanitaria, económica y social, la complicada situación de miles de personas parece no importarle a algunas grandes empresas, que se amparan en la ley para repartir utilidades millonarias y no pagar el sueldo a sus trabajadores. Hace pocos días, en los municipios de Iquique y Chillán, fueron detenidos concejales y funcionarios por eventuales delitos de corrupción en una millonaria licitación de luminarias LED en dichas ciudades. La investigación podría revelar los mismos delitos en 22 comunas del país. Por su parte, la Asociación de Isapres reportó un aumento en sus utilidades de un 87,6% en el primer trimestre de 2020. Explican que el alza sería temporal por las consecuencias de la pandemia, un menor uso de prestaciones en centros de salud.
Hechos como los mencionados, se suman a la plétora de escándalos de financiamiento político, evasión de impuestos, uso de información privilegiada, el no declarar conflicto de interés, negando intereses propios, lazos familiares o de amistad, entre tantos otros, restando transparencia a procesos que hoy en pleno siglo XXI debiesen ser públicos y conocidos para todos y todas. La desconfianza transversal de la sociedad en las instituciones más tradicionales ha ido creciendo en los últimos años. Encuestas varias de opinión pública, con mejor o peor metodología, así lo indican. No es gratuito, ejemplos como los de arriba son parte del historial.
Pero no todo es negro en tiempos de pandemia. Tengo esperanza que estas malas prácticas vayan terminando, que estos abusos y poder mal entendido se reduzcan, en particular, cuando las dinámicas de poder actual se desapeguen definitivamente de los negocios. En otros países, el control no equivale a pérdida de libertades como aducen los más ideologizados, es más, cada día son más los poderosos que han sido sancionados o llevados a escrutinio. La semana pasada Lee Jae-yong, dueño de Samsung, nieto del fundador de la compañía familiar, dio un discurso en el que se disculpó a raíz de los múltiples escándalos en los que ha estado involucrado, y ha decidido que la empresa no continuará en manos de su familia. A su vez, permitirá que los trabajadores se afilien a sindicatos, dando la bienvenida a la empresa al siglo XXI. A todo esto, las gigantes tecnológicas están tomando un nuevo rol en el escenario mundial apoyados por un contexto de pandemia donde la vigilancia y el seguimiento se confunde entre las líneas difusas de la privacidad, la libertad y el control social. Si Chile se quiere subir al barco del desarrollo tendrá que poner al día su legislación y el control sobre los alcances de esa industria, por ejemplo. Una de las múltiples facetas del debate es el acceso abierto a la información científica y educativa. Si esta pandemia empuja el debate sobre el libre acceso a información, que será determinante para la toma de decisiones y los requerimientos de la democracia post pandemia, será una buena señal de que hay cosas que sí pueden cambiar para bien.
Pensar que pasaremos a ser una sociedad en el que nuestro actuar esté basado en la confianza, no en leyes, sería ingenuo de mi parte. Sin embargo, lo fue el gobierno con la “avivada” de Cencosud. Nos queda un largo camino por recorrer, pero creo en que al menos aumentar las consecuencias y sanciones efectivas de estos abusos, puede ayudar en parte a no traicionar esas confianzas, no alcanza con unas bufonescas clases de ética.
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