«El mayor problema ecológico es la ilusión de que estamos separados de la naturaleza.»

Alan Watts.

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Construcción social de la infancia y adolescencia.

Cristián Palma Anguita

Sociólogo y Egresado de Magíster en Psicología Comunitaria.

La infancia y la adolescencia son categorías sociales delimitadas, donde la infancia sería la antesala a la adolescencia, es una categoría muy importante, ya que, es decisiva para el desarrollo de la adolescencia, la cual es marcada por una construcción histórica y cultural, representadas por relaciones de poder.

Desde la lógica de la dependencia de los niños y adolescentes, históricamente se ha desarrollado una concepción pre-social, es decir, un proceso de preparación para la vida adulta, ésta sería la auténtica vida social. Por lo cual “se cree que los niños [y adolescentes] están en tránsito para ser integrados plenamente en la sociedad, una vez que dejen atrás las características propias de la infancia y [adolescencia]” (Qvortrup 1987, citado en, Pavéz 2012), y así no ser vistos como sujetos infantilizados.

De esta manera se asocia la infancia y adolescencia a un estadio salvaje y cercano a la naturaleza, alejados de la cultura social y cívica. Que, por otra parte, es muy cercana a la idea Rousseauniana, del buen salvaje. Así esta idea construye un estereotipo de carácter generacional, que da un rol inferior a niños y adolescentes, situados bajo el poder del adulto racional.

Las concepciones de la norma y el hecho moral de Durkheim fueron consideradas por Parsons, el cual plantea que la internalización infantil y adolescente, se producen dentro de la familia, complementada por la educación formal, además de otras agencias, como lo son grupos de iguales, permitiendo un proceso de adquisición, por parte de niños y adolescentes, de roles y pautas sociales.

La adolescencia se enmarca en la concepción de juventud, la cual es disputada en el ámbito generacional, ya que, “el nombramiento jurídico de la juventud viene acompañado de la creación en las sociedades occidentales de las instituciones necesarias para la segregación y diferenciación de los jóvenes respecto a otros grupos generacionales” (Aguilera, 2009, pág. 112).

La construcción de la juventud tuvo asilo en el correlato político que plantea a los adolescentes y jóvenes como un problema. Avalado por la orientación universalista; se asume “la existencia de un patrón unitario a partir del cual se construiría la noción de juventud” (Aguilera, 2009, pág. 121). En la orientación universal se encontraría situada la idea de adultocentrismo que, “supone la preeminencia del adulto por sobre los niños, jóvenes y viejos, y desde el cual se asignan atributos, significados y explicaciones a las acciones de quienes no lo son” (Aguilera, 2009, pág. 121). Por otra parte, existe la orientación relativista, la cual se basa en la “existencia de una matriz generativa de tipo identitaria que supone la imposibilidad de generar comprensiones totales sobre el sujeto juvenil” (Aguilera, 2009, pág. 121).

“Y es que el problema de la diversidad cultural y la multiplicación de referentes identitarios, así como hace posible (y visibiliza) la existencia de distintas formas de vida que se encuentran presentes en una sociedad tiene su propio reverso al momento de pensar en articular la acción colectiva porque esa misma diversidad opera como fronteras que impiden la comunicación entre los jóvenes” (Aguilera, 2009, pág. 124).

Desde la lógica estructuralista, la infancia y la adolescencia son una categoría permanente en la sociedad, independiente a que sus segmentos estén en constante renovación. Por lo que la actividad infantil y adolescente es vista desde un nicho social que se ocupa en el ahora, por su constante renovación. Es vista como un espacio en la estructura destinado a ser habitado. La adolescencia y la infancia serían un colectivo de sujetos distintos entre sí, que a la vez se sitúan en un mismo lugar geográfico, como menores de edad, el cual esta institucionalizado en actividades cotidianas y/o rutinarias, y finalmente sometidos a la autoridad adulta. Sin embargo, “la juventud y la vejez no están dadas, sino que se construyen socialmente en la lucha entre jóvenes y viejos” (Bourdieu, 2002, pág. 164).

La construcción social de la niñez y adolescencia como proceso continuo tiene características históricas, culturales y sociales, las que a través del tiempo han adquirido distintas connotaciones. Una construcción social establecida desde la ideología dominante, ya que, niños y adolescentes, en tanto creación social, no han pedido poseer dicha categoría. Como por ejemplo lo es la concepción social de la juventud y la vejez, estas no están dadas naturalmente, sino por el contrario, construidas por razones culturales, económicas y políticas. La categoría de adolescente, entonces, es vista en un contexto particular y temporal, como una edad dramática, con muchas tensiones e inestabilidad social. Si bien la edad está determinada cronológicamente, la responsabilidad de un sujeto determinado por un rango de edad no determina necesariamente su responsabilidad y madurez, es decir, la importancia de las experiencias va forjando la madurez dentro del aspecto social. Evidentemente no podemos pretender que un niño desde su primer año de vida hasta los diez años tenga completa noción de cómo actuar frente a la sociedad, sin embargo, a medida que el desarrollo del adolescente transcurre, éste es completamente capaz de asumir responsabilidades de carácter político-participativo en su entorno, empero “parece que uno de los efectos más fuertes que tiene la situación del adolescente proviene de esta existencia separada, que lo deja socialmente fuera de juego” (Bourdieu, 2002, pág. 166). Donde nos remitimos a la construcción de la identidad, asociada a prácticas cotidianas, contextos de relaciones y subjetividades, que el adolescente incorpora e internaliza, por el mero hecho “de ser y hacer” cosas de adolescente, determinando las vivencias y experiencias de este proceso.

Fuente de figura:

https://journals.openedition.org/bifea/4107

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