De convivencia, profesores e inicio del año académico
La situación que se vive por estos días ha significado una serie de cambios en la vida cotidiana de las personas, principalmente en cuanto aspecto laboral y relaciones personales-familiares. Al respecto la permanencia en casa, pondrá a prueba las formas y mecanismos a través de los cuales somos capaces de relacionarnos y convivir las 24 horas del día, en un sistema donde lo que menos incentiva, promueve o favorece es la vida en familia; todo lo contrario, la vorágine del trabajo, de la productividad, eficiencia y competitividad nos tenía sumergido en un proceso de cuasi enajenación; donde, la vida en familia quedaba supeditada a las exigencia y requerimientos de un modelo que, por una parte, ha terminado por cosificar las relaciones sociales y por otra fomentar la soledad, el individualismo y las enfermedades, como el estrés o la depresión; por lo tanto, lo que menos existe es “calidad de vida” o “vida en familia”. Ahora, forzado por las circunstancia, parece ser un buen momento para intentar reconstruir aquellos lazos y vínculos más íntimos de relaciones y convivencia que el sistema ha impedido y atomizado por años.
Otro aspecto dice relación con la queja y molestia de algunos padres ante el “cúmulo” de tareas que estarían dando los profesores a los alumnos. Peor aún, no ha faltado el apoderado que ha señalado que en todo este proceso “los padres le están haciendo el trabajo a los profesores”. Tan trastocado están los valores y responsabilidades, que algunos padres, están convencidos que son los profesores quienes tienen la primera responsabilidad en la formación de sus hijos. Tan equívocos están los conceptos, que ciertos padres asumen que es el colegio y los profesores los cuales deben asumir la responsabilidad a la hora de apoyar las tareas de sus hijos/as y tan arrogantes son algunos padres; por el solo hecho de estar pagando un mensualidad, que piensan que los profesores son sus empleados o funcionarios a su servicio. Al respecto, cabría señalar una cuestión de perogrullo, pero que parece se olvida o bien se sabe pero no se asume: la primera responsabilidad en la formación de los hijos recae en la familia, en el hogar, en su mamá y papá, por lo tanto, realizar las tareas/ejercicios/lecturas con ellos y apoyarlos en ese proceso, no es otra cosa que estar cumpliendo con esa responsabilidad mínima o básica.
Finalmente tenemos el inicio del año académico universitario. Podrán existir miles de sugerencias, indicaciones, nuevas tecnologías y aplicaciones, pero aquello jamás será igual a lo presencial, menos en una situación de “anormalidad” como la que estamos viviendo. Por eso molesta y hasta incomoda aquel discurso de querer normalizar y hasta naturalizar el inicio de clases y su desarrollo, más aun exponiendo a alumnos, alumnas, profesores y profesores a situaciones y escenarios incómodos y de seguro con más de algún mal rato. Los académicos y académicas no son “conejillo de indias”, menos los alumnos y alumnas.
En consecuencia, cuando una sociedad o un Estado no es capaz de sostener, apoyar o financiar sus Universidades en momentos de crisis (como esta) y solo le interesa que se realicen de alguna forma las clases y se cumpla, como sea, con los procesos formativos, deja en claro cuáles son las prioridades y la mirada que se tiene de la educación, simplemente un área donde lo que importa es mostrar cifras, datos y resultados para así justificar la entrega de recursos.
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