«Si no somos capaces de entender que los problemas de la comunidad en que vivimos no son solo de responsabilidad de los demás sino también de cada uno de nosotros, difícilmente podremos salir adelante.»

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DE VOTO Y LAMENTOS

Andrés Cruz Carrasco

Abogado. Doctor en Derecho (Universidad de Salamanca). Magister en Filosofía moral (Universidad de Concepción). Magister en Ciencias Políticas, Seguridad y defensa (ANEPE). Máster en Política Criminal (Universidad de Salamanca).

Pareciera que el ejercicio de la actividad política se ha transformado en un ámbito en el que impera la mediocridad y la satisfacción de los intereses personales de los que en ella se desenvuelven y de sus cercanos. Los vicios y los errores son todo lo que importa de uno u otro candidato, quedando la sensación que los medios de comunicación prefieren atender a éstos, buscando muchos panelistas, periodistas o “expertos” de última hora, sobre todo de las redes sociales virtuales, ensalzar la ineptitud y la corrupción en lugar de rescatar propuestas, ya que la honradez parece no ser noticia que pueda comercializarse. Importa sólo el “rating” y el efectismo, no los contenidos. Más que informar parece que el objetivo es “golpear” a la competencia o satisfacerse con linchar socialmente a un ser humano. A esta altura creo que a nadie le cabe ninguna duda que más de uno de los aspirantes a alguno de los cargos públicos carecen de la preparación necesaria para acceder a éstos, pero no debemos soslayar que además de emitir el sufragio por una persona, lo estamos haciendo por un equipo, que en algunas ocasiones parecen ocultarse en lugar de darse de conocer. La retórica electoral suele ser volátil y para nadie es ya un misterio que luego de obtener el resultado deseado, muchas promesas de campaña se diluyen y las más se pierden en el frívolo vacío del olvido o de la relativización. Por eso, hay que votar.

Pedimos más transparencia y participación, pero nos satisfacemos con la superficialidad y con ser espectadores del trabajo que hacen otros. El filósofo español Daniel Innerarity refiere la existencia de un elitismo invertido en política, es decir, un modo de pensar que no se basa en la creencia de que el pueblo es igual que sus gobernantes, sino que es mejor, cuando los segundos surgen necesariamente del seno del primero. En democracia, se presupone que todos los ciudadanos podemos decidir, votar y ejercer un cargo público. No debemos confundir la clase política con la condición política que tenemos todos por el hecho de vivir en una comunidad. Hoy lo único que aparece claramente efectivo es que podemos sufragar. Es decir, en lugar de sólo gimotear y protestar, lo mejor que nos queda es participar, aunque sea indignados y refunfuñando, porque este asunto es problema de todos y no de algunos. No podemos olvidar que la democracia no está destinada a solucionar todos los problemas sociales, sino que constituye el medio a través del cual debemos encontrar un posible remedio entre todos, asumiendo que en política cualquier resolución generará un malestar en algún sitio y a más de una persona o grupo social.

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