«Somos naturaleza. Poner al dinero como bien supremo nos conduce a la catástrofe»

José Luis Sampedro

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Editorial: ¿Cuándo nos pondremos serios?

Equipo laventanaciudadana.cl

Periodismo ciudadano.

Criticar a “la política” y a “los políticos” ha pasado a ser en Chile, pan de cada día. Variados hechos y situaciones del quehacer cotidiano han servido y sirven de alimento a un clima generalizado de cuestionamiento  y de rechazo a una actividad que es visualizada teóricamente como de extrema importancia  para la conducción de la vida en comunidad hacia estadios superiores de desarrollo humano, económico, social y cultural,

Este análisis  crítico, sin embargo, se fundamenta,  con frecuencia en errores de juicio importantes. Uno de ellos, es la creciente confusión en que se incurre al asimilar las conductas, torpezas y corrupciones en que toman parte  quienes ejercen esta actividad, por una parte, y la actividad en sí misma. Otro, muy grave, radica en la tendencia de los ciudadanos  a eludir sus  propias y personales responsabilidades en la materia, toda vez que son precisamente estos ciudadanos los que, a través del ejercicio de su derecho de sufragio, seleccionan a los representantes que ejercerán el poder o los que, a través de su deliberada indiferencia hacen posible que no sean precisamente los más honestos, los más capaces, los más comprometidos con la construcción  de una nación más justa y solidaria, los que tomarán directa o indirectamente, el mando   de la nación.

La ligereza y liviandad ciudadanas, expresada en la selección de nombres como eventuales representantes al momento de votar, es algo que trae consecuencias. Aunque se tienda a pensar, muchas veces, que un voto (“mi voto”), es una partícula que  no tiene mayor importancia entre millones y millones de sufragios, la verdad objetiva es que esas partículas conforman el todo que es “la ciudadanía”, en otros términos, la voluntad de la nación toda.

Por lo dicho, no deja de ser sorprendente que, mientras en el seno de la comunidad escolar se discute quien es el “más guapetón” o cual es “la mina más mina”, no haya tiempo disponible para realizar un proceso racional acerca de cuáles son los factores que cada sujeto debe sopesar al momento de ejercer una opción electoral. O que,  en el interior de la familia se discuta acerca de la actriz o actor favoritos, acerca de las tendencias de la moda o de las canciones que más suenan, en años no se disponga de momentos para evaluar lo que para cada cual en particular o para la comunidad en general, significa la elección de un determinado nombre como representante.

Los últimos días, han presentado un variado repertorio de exabruptos, groserías y ordinarieces, en los más diversos sectores y casi a todos los niveles. Los diputados Urrutia, Flores, Boric, Santibáñez, entre muchos otros, han dado clases de excelencia acerca de cómo corroer las bases mismas de la democracia. Unos asumiendo sin vergüenza y sin reproche de conciencia alguno,  la defensa de una dictadura oprobiosa. Otros, con la misma cara con que clamaron por el respeto a los derechos humanos, haciendo orgulloso escarnio del crimen político como método de reivindicación y solución de conflictos,

Lo más cínico de su actitud se encuentra al día siguiente cuando, luego de ganar un par de minutos en televisión,  aparecen pidiendo perdón por lo dicho señalando que se les interpretó mal o  que no quisieron decir lo que dijeron o hacer lo que hicieron. El ciudadano común y corriente, dotado de una cultura política de nivel mediano, concluye que, o esa petición de perdón o expresión de  arrepentimiento son definitivamente  insinceras o que tales representantes simplemente carecen de la madurez intelectual y moral necesaria para ejercer sus cargos. Como se ha dicho hasta el cansancio, el proceso que marca el tránsito desde la infancia y la adolescencia hasta la adultez, está determinado por la capacidad de comprensión  que experimenta cada individuo acerca de las consecuencias que acarrean sus decisiones y determinaciones.

La educación informal, que recibe la comunidad a través de los medios de comunicación social, a este respecto, es de un nivel patético.

 La tradicional expresión de la prensa-papel, que controla a través de sus empresas, más del noventa por ciento del mercado del sector,  persiste en su actitud de manipular la información en función de sus intereses de clase,  relativizando o relevando los hechos según sean o no funcionales a sus propósitos políticos. La televisión privada, por su parte, no asume compromiso alguno con el debate acerca de los grandes desafíos que Chile tiene como país y una televisión pública, mercantilizada, muestra a diario el temor a definirse editorialmente confundiendo la objetividad e independencia, con la neutralidad amorfa y pasiva.

La “era digital”, sin duda, abrió el campo de juego a sectores hasta ahora excluidos del derecho efectivo a la información y a la opinión.  Su bajo costo, su facilidad de acceso, su inmediatez operacional, hicieron posible sumar nuevos actores al mundo de la comunicación. Sin embargo, sus valiosos avances en el campo  del pluralismo se han visto profundamente afectados por la contaminante presencia de los  pseudo opinólogos profesionales que, a la zaga de cada hecho noticioso, irrumpen no solo con el sectarismo infundado, sino con la injuria soez y  la grosería sin límites,  encubiertas bajo nombres falsos o seudónimos pretendidamente ingeniosos que encubren lo peor del ser humano: su cobardía moral, su incapacidad de decir las cosas bajo su nombre y su responsabilidad.

Solo una reacción generalizada y comprometida de la sociedad política, a todos los niveles, hará posible cambiar este estado de cosas. La actitud de tolerancia pasiva o de indiferencia ante lo que está sucediendo ante nuestros propios  ojos, permite que el virus totalitario contamine a nuestro país. ¿Estamos,  todos, dispuestos a trabajar en pro de ser un país serio en que la democracia, con todas sus implicancias, se constituya en una forma de vida y de cultura?

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