«No podemos resolver la crisis climática sin cambiar nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos.»

Naomi Klein.

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Editorial: En la desconfianza, está el peligro

Equipo laventanaciudadana.cl

Periodismo ciudadano.

Todos los estudios realizados sobre la sociedad chilena, coinciden en destacar que uno de los problemas más graves tanto en el marco de las relaciones interpersonales como en el campo de la relación del ciudadano con la institucionalidad, radica en la profunda desconfianza que alimenta la convivencia.

La confianza, como valor, implica en buenas cuentas una hipótesis sobre la conducta futura “del otro”, implica una suspensión de la incertidumbre lo que deriva en una seguridad total respecto de algo o alguien. Cuando un determinado sujeto puede prever con certeza la forma en que actuará la persona o la autoridad frente a determinados hechos, se puede decir que su interlocutor o contraparte es “de fiar”.

El mayor deterioro que ha experimentado la comunidad nacional a partir de mediados del siglo XX, radica precisamente en la pérdida de este valor fundamental, lo que ha llevado a un actuar casi patológico en que cada una de nuestras acciones, cada una de nuestras aseveraciones, debe ser acreditada con declaraciones notariales o mediante testigos que, al final del día, tampoco resultan ser fiables.

La situación adquiere notoria relevancia cuando se presenta en el plano de la política, campo en el cual está en juego la gestión de la cosa pública. Es usual, en cualquier país, que durante las campañas electorales se presenten a la ciudadanía innumerables promesas de las cuales solo se cumplirá una reducida fracción. Pero, cuando las acciones concretas de gobernantes y legisladores se contradicen abiertamente con las palabras y los discursos, el daño que se hace a la democracia misma es enorme y puede llegar casi irreparable.

La última encuesta MORI, a este respecto, es alarmante. Aun cuando está tomada en el Gran Santiago, llama la atención que, frente a la pregunta sobre el nivel de confianza en las instituciones, solo las Pymes y el Colegio Médico alcancen porcentajes netamente aprobatorios (77% y 71%, respectivamente), seguidos por las Fuerzas Armadas (51%), Ministerio de Salud (46%), Sindicatos (40%), Carabineros (37%) y Grandes Empresas (37%). En un tramo de evaluación claramente negativo, se encuentran los Bancos y los Medios de Comunicación Social, ambos con un 30%. Pero, la guinda de la torta la conforman la poderosa patronal Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa) y la CUT, representante de los trabajadores, ambas con un magro 20% en tanto que cierran la tabla el Poder Judicial con un 23%, el Gobierno con un 21%, el Congreso Nacional con un 11% y, finalmente, las AFPs y los partidos políticos con un vergonzoso 9%.

¿Es que al país no le dice nada todo esto?

En un régimen democrático, cada ciudadano tiene el derecho de enjuiciar a los poderes del Estado, positiva o negativamente, conforme al juicio que se forme acerca de su accionar, valoración que de seguro estará influenciada por sus convicciones personales o por la defensa de sus particulares intereses. Eso es legítimo.

Pero, cuando en el panorama global un 56% declara no creerle “nada” al Presidente de la República, un 82% afirma que existe falta de transparencia en los datos sobre la pandemia, un 67% cree poco y nada sobre las cifras de fallecidos que se han entregado, el problema pasa a ser no solo inquietante sino hasta amenazador.  

Una democracia sólida se sustenta, y de esta manera volvemos al principio, en la confiabilidad que la gente tiene en quienes, directa o indirectamente, han sido elegidos como sus mandatarios. Sin embargo, cuando el ciudadano percibe que estos representantes no actúan en función del bienestar general de la comunidad sino como gestores de grupos de interés todo el andamiaje en que se sostiene la República comienza a desmoronarse.

Una nueva Constitución es indispensable pero se incurre en un grave error si se piensa que este instrumento político será la solución para una nación que se debate entre las dudas y la perplejidad. Un 80% de los consultados afirma que votará en el próximo plebiscito constitucional, y un 79% de ese universo optará por la opción “apruebo”. Paralelamente, también un 79% cree que se avecina un nuevo estallido social para este 2020.

Restablecer confianzas constituye una ingente tarea. No se trata de un trabajo discursivo o comunicacional sino de un compromiso esencial con enrielarse en la vía de la construcción de una sociedad que es capaz de eliminar los privilegios y  que al mismo tiempo se esfuerza por hacer desaparecer las inequidades, los abusos y las injusticias.    

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2 Comentarios en Editorial: En la desconfianza, está el peligro

  1. Muy de acuerdo con el comentario editorial. La desconfianza crece al mismo ritmo que la asunción de responsabilidades decrece.

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