EDITORIAL. Qué está pasando en las universidades.
Las universidades chilenas están en problemas. La corrupción las ha invadido. Se ha perdido el rigor y el respeto por la verdad y el buen manejo del conocimiento científico que en tiempos pasados imperaban en sus claustros. Tanto la educación científico-humanística como la técnica gozaban de prestigio y reconocimiento lo que se ha ido perdiendo lastimosamente con el advenimiento de las universidades privadas.
La investigación científica de calidad que se hacía en las universidades estatales se ha ido haciendo más difícil de mantener al exigírseles cada vez en mayor proporción su autofinanciamiento. Ello ha llevado a la búsqueda de financiamiento a través de investigación aplicada de procesos industriales y en agricultura, además de las investigaciones en las ciencias sociales lo que, sin duda, va en beneficio del desarrollo bien entendido del país y de las propias universidades. Sin embargo, con el tiempo han ido apareciendo áreas de investigación de dudoso beneficio para el desarrollo del país bajo la influencia nociva de países desarrollados del hemisferio norte que intentan sacar más provecho aún de los empobrecidos países del sur subdesarrollado. Tal es la situación, por poner ejemplos recientes, como la exageración en la implantación de energías renovables y el manido caso del hidrógeno que se divulga como “verde” y sustituto de los combustibles fósiles, porque su uso como vector energético –al devolver la energía en él acumulada para transformarla finalmente en energía mecánica o calórica– no emitiría gases contaminantes de efecto invernadero, lo que en el fondo no es de ningún modo así. Debemos destacar, además, que tal hidrógeno está en completa decadencia según fuentes científicas de reconocida seriedad.
También han proliferado los estudios de modificación genética de semillas para lograr plantas más resistentes a las sequías o al ataque de plagas, las llamadas transgénicas. Muchas veces el resultado de estas investigaciones ha devenido en contrarios al mantenimiento y fomento de la indispensable biodiversidad para la buena vida en el planeta.
Todo lo anterior va en desmedro de la indispensable dedicación a investigaciones aplicadas indispensables para resolver los acuciantes daños que han sufrido a lo largo del tiempo los ecosistemas del país por malas prácticas de todo tipo, como la erosión y la pérdida de suelos y, consecuentemente, de fuentes de agua. Debemos abrir esas líneas de investigación para revitalizar las universidades.
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