
EDITORIAL. Un país en serio.
De improviso, nos hemos encontrado sumergidos plenamente en la vorágine de las próximas elecciones presidenciales de noviembre de 2025.
El ciudadano común, aquel que no goza de privilegio alguno y que, quiéralo o no, es víctima o beneficiario de las acciones del Estado, mira el presente con una mezcla de desazón e incertidumbre.
Casi de improviso nos hemos encontrado sumergidos en la vorágine, siempre impredecible, de un nuevo proceso electoral. Lo que hasta hace pocos meses se vislumbraba relativamente claro, ahora permanece entre tinieblas. En efecto, la violencia opositora de derecha, que durante tres años usó los medios de comunicación tradicionales para llevar a cabo una labor de demolición del gobierno de Boric, tarea sustentada en los múltiples errores no forzados del propio Ejecutivo, parecía haber logrado éxito en sus propósitos. Un nuevo mandato bajo este signo parecía inminente e inevitable.
Sin embargo, las cosas cambiaron. La unidad del sector se destrozó en un santiamén y la aparición de alternativas de derecha, más a la derecha que lo que indicaba la tradición, puso a la postulación de Evelyn Matthei en serios aprietos. Su incapacidad manifiesta para articular unas indispensables elecciones primarias, transformó todo en un circo inimaginable hasta el extremo de poner sobre el tinglado cuatro postulantes del sector, los qie sí o sí, estarán en la papeleta que se presentará al juicio ciudadano: José A. Kast, Johanes Kayser, Evelyn Matthei y Francesca Muñoz.
El oficialismo, claramente no ha podido tampoco articular una candidatura unitaria. Apetitos personales, sectarismos partidistas han primado por sobre una visión de futuro que ofrecerle al país. Si bien el sector ha alcanzado acuerdos en materia de primarias, no ha podido armar “un proyecto país” que se hace más indispensable que nunca. Si se miran bien las cosas, es claro que la candidata del PC, aunque venza en las primarias, conducirá al progresismo a servir de terreno abonado al triunfo derechista. Las opciones en juego, terminan reducidas a dos nombres: Gonzalo Winter, del Frente Amplio y Carolina Tohá, del PPD. El flanco débil de Winter, radica en la absoluta inexperiencia de su equipo de trabajo, ya que, si bien puede ganar la primaria, es difícil que se imponga en segunda vuelta y, de hacerlo, su gestión no irá nunca más allá del continuismo. Tohá se verá a obligada a persistir en su llamado a la unidad nacional, para lo cual necesitará definir áreas programáticas e ideológicas que interpreten las demandas fundamentales de la sociedad chilena.
El populismo de derecha extrema necesita ser derrotado ya que la demagogia que lleva implícita, causará daños irreparables a la convivencia cívica nacional.
Así las cosas, un nuevo gobierno debe ser capaz de generar una mirada de largo plazo, haciendo comprender a la ciudadanía que las grandes tareas que se avecinan exigirán compromiso, sacrificios y eficiencia en la gestión, todo en el marco de una acción gubernativa que realmente vaya en beneficio de las grandes mayorías.
Oscuro se ve el horizonte eleccionario. Me parece que seguiremos dando tumbos en el futuro gobierno, ya sea un moro o un cristiano el elegido por la «chisma inconsciente», como en este gobierno y en los de las décadas pasadas.
Nada nuevo bajo el Sol pues está clarísimo que Noam Chomsky tiene razón al decir, «la población general no sabe lo que está ocurriendo, y ni siquiera sabe que no lo sabe».
(Nota: en ‘población general’ incluyo a gobernantes, políticos ‘profitacionales’ -los que profitan de la política y del Estado e instituciones).