
El discurso antiacadémico
Corrían los años sesenta y se instalaba con fuerza en el debate político y cultural del periodo el discurso del antiintelectualismo, el cual, entre otras cosas, se sustentaba en la crítica a aquellos intelectuales que solamente se dedicaban a escribir y no tomaban partido por la causa revolucionaria y aquello pasaba por el compromiso con la transformación social, es decir, la acción por sobre las palabras.
Transcurridos varias décadas de aquello, en los últimos años ha ido tomando fuerza otro discurso anti y que dice relación con la crítica o distancia con lo académico; es decir, el antiacademicismo. Las razones de aquello parecen sustentarse en dos aspectos. Por una parte se critica a los académicos por su poco o nulo compromiso con los problemas de la sociedad; es decir, académicos que vive y trabajan de espaldas a esta, donde los problemas de la sociedad pareciera que no son importantes; más bien el académico se limita a su quehacer docente, investigativo, a la producción de artículos científicos, adquirir cierto renombre, prestigio e incrementar sus finanzas. A partir de aquello, el discurso antiacademicista, se instala como una forma de descalificar dicho trabajo, tildándolos de ser elitista, cerrado y poco comprometido con su medio.
La segunda crítica y vinculada con la anterior dice relación con el desconocimiento que tendrían los académicos sobre los problemas “reales” que aquejan a las personas. Este punto lo hemos presenciado en el último tiempo tanto con la Ministra de Educación como con la Ministra vocera de Gobierno. Ambas han señalado que los expertos y académicos desconocen la realidad por la cual atraviesan miles de familias y que sus argumentos están alejados de los problemas que viven los vecinos y lo que sufren las familias chilenas.
Peligrosa descalificación que viene de autoridades del país, las cuales parecen desconocer el trabajo que realizan los académicos, el aporte al conocimiento que entregan al país, muchos de ellos basado en observación de los hechos, interacción y experimentación con el medio, así como la disposición que muchos académicos tienen, cuando son llamados por autoridades políticas para ser parte de alguna comisión de trabajo.
De esta forma, el discurso antiacademicista, así como el antipolítico, más que un argumento o fundamento, es una clara muestra de ignorancia, oportunismo, demagogia pero sobre todas las cosas de mala intención.
Danny Gonzalo, creo que la ola de ignorancia y desprecio por el saber académico avanza por gran parte del mundo. Entiendo que governos que buscan lo aislamiento de sus naciones y sociedades en acuerdo con intereses específicos de determinados grupos, ven en el saber académico reflexivo una gran amenaza a sus objetivos.
Gracias por su artículo.
Se deprime la academia en este país, como todo lo formal, de buen gusto, formativo y consistente…
Así como se deprime la inteligencia en un país que se deja llevar por lo fácil, individualista y en dónde el poder del arribista y escalador está por sobre intereses y de la formación real.
Tema indispensable en la agenda de discusión para los académicos de la Udec, pero ahora!