LA ADOPCIÓN HOMOPARENTAL Y LA ELECCIÓN PRESIDENCIAL.
Maroto, Canadá.
En estos últimos días hemos escuchado al precandidato presidencial de Chile Vamos, Sebastian Piñera, manifestarse en contra de la adopción homoparental; si bien esto representa un cambio respecto a la postura que este mismo precandidato había manifestado en oportunidades anteriores, este cambio de opinión no debiera sorprendernos, ya que no es más que la expresión del ejercicio de reacomodo político constante que realizan, en diferentes temas, la mayor parte de los precandidatos en un esfuerzo por captar votos. En el caso de Piñera, este esfuerzo tiene por objeto mantener el apoyo de la derecha más dura y conservadora, esa que se cobija al alero de la UDI.
Si observamos el espectro de precandidatos, encontraremos una variedad de opiniones sobre este tema. Están los que se oponen abiertamente a la idea de que parejas homosexuales puedan adoptar; ejemplo de ellos son Sebastian Piñera, Jose Antonio Kast y Manuel Jose Ossandon. Los hay que se han manifestado claramente en apoyo de esta idea; como es el caso de Felipe Kast, Alejandro Guillier, Beatriz Sanchez, Alberto Mayol y Marco Enriquez-Ominami. Y finalmente, encontramos aquellos que prefieren evitar pronunciarse sobre el tema, en un intento por mantener apoyos políticos efímeros; ejemplo de ello es Carolina Goic.
El SENAME señala que la adopción es “una medida de protección que se aplica cuando se han agotado todas las posibilidades para que un niño pueda reintegrarse o permanecer bajo el cuidado de sus padres o familia biológica, restituyendo al niño su derecho a tener una familia definitiva, que le permita crecer y desarrollarse adecuadamente, en un ambiente de protección y afecto”.
Conceptualmente, la adopción puede ser solicitada por familias heteroparentales, monoparentales y homoparentales. Sin embargo en Chile, el marco legal existente considera solo las dos primeras opciones. La gran mayoría de las adopciones son otorgadas a familias heteroparentales y un bajísimo porcentaje a familias monoparentales; a manera de ejemplo, en Chile en el año 2014, 560 adopciones fueron otorgadas a los primeros, y solo 30 a los segundos, número este último que incluye a 27 mujeres y 3 divorciados. Ninguna adopción se ha otorgado a parejas homoparentales.
La encuesta Plaza Pública de CADEM de enero del 2017, con un margen de error de +/- 3.6 puntos porcentuales, indico que un 64% de los chilenos y chilenas están de acuerdo con el derecho de las parejas homosexuales a contraer matrimonio; esta misma encuesta estableció que un 45% de la ciudadanía está de acuerdo en que las parejas homosexuales tienen derecho a adoptar un hijo o hija (50% en contra y 5% no sabe/no responde). La séptima encuesta sobre Participación de los Jóvenes realizada en el año 2016 por la Universidad Diego Portales, aplicada a jóvenes de entre 18 a 29 años y con un margen de error de +/- 3 puntos porcentuales, observó que un 73% de los jóvenes respalda el matrimonio entre personas del mismo sexo y un 60% apoya la idea de la adopción homoparental.
Obviamente, este es un tema sujeto de debate y que genera división al interior de nuestra sociedad; en su discusión se observan posturas tradicionalistas y de conservadurismo religioso contrapuestas a aquellas de corte progresista y liberal que buscan avanzar en la consagración de derechos y libertades.
De una manera muy resumida, podemos decir que quienes se manifiestan en contra de la adopción homoparental argumentan que la familia tradicional, entendida como aquella constituida por un hombre y una mujer, padre y madre respectivamente, son absolutamente necesarios para un desarrollo emocional adecuado del menor, y la falta de alguno de ellos privaría a este de la oportunidad de observar y aprender los roles de asociados a cada género; los niños y niñas que crecen en familias biológicamente intactas están mejor preparados para la vida; la familia homoparental expondría injustamente al menor a una estigmatización y discriminación social que lo afectaría en su desarrollo, generándole inseguridades; el “riesgo” de imitación a que se expone al menor es grave, ya que este tendería a repetir los patrones de conducta observados en su círculo más cercano; y finalmente, las parejas homosexuales son inherentemente más inestables que aquellas tradicionales.
Sin embargo, el modelo tradicional de familia nuclear, no es único ni necesariamente exitoso. La realidad nos indica que el concepto de familia no es estático, sino que responde y evoluciona de acuerdo a la realidad social, adaptándose a circunstancias cambiantes, lo que ha dado lugar a nuevos tipos de familia. La pareja homosexual y por ende la familia homoparental existe y esta para quedarse.
Adicionalmente, numerosas investigaciones han abordado comparativamente el desarrollo de menores en el seno de familias homo y heteroparentales. A manera de ejemplo, la Asociación Canadiense de Psicología, concluyó en su estudio “El Matrimonio de parejas del mismo sexo”, que los hijos e hijas nacidas en familias heteroparentales no presentan diferencias en su desarrollo psicosocial y de identidad de género con los hijos criados en familias homoparentales. The Child Welfare League of América (CWLA), una de las instituciones más respetadas en lo que se refiere al trabajo profesional con menores ha manifestado, con base en numerosos estudios, que los niños y niñas nacidos con uno o dos padres homosexuales tienen un comportamiento emocional, cognitivo, social y sexual igual que los menores cuyos padres son heterosexuales; la evidencia planteada por esta institución permite afirmar además, que el desarrollo óptimo de los menores esta más influenciado por la calidad de las relaciones e interacciones dentro de la unidad familiar, que por su forma estructural particular.
La Asociación Americana de Psicología, ha manifestado que la homosexualidad no es un trastorno psicológico, y la creencia de que los menores, dentro de una familia homoparental, imitan a los padres carece de todo fundamento empírico; es más y a manera de ejemplo, no existe evidencia que permita afirmar que mujeres lesbianas y heterosexuales difieran notablemente en sus enfoques de crianza.
Finalmente, parece absurdo que se intente combatir los prejuicios sexuales y de género, la homofobia y la estigmatización de la que pueden ser objetos los hijos e hijas de familias homoparentales, por la vía de prohibir o limitar la adopción por parte de estas parejas. Estas conductas, propias de una sociedad anclada en el pasado, debieran revertirse, no a través de la prohibición, sino que por medio de la implementación de programas de educación basados en el respeto a la diversidad y los derechos de género.
Esta reflexión, escrita por quien se declara abiertamente a favor de la adopción homoparental, no pretende en ningún caso agotar este tema, sino solo ofrecer algunos elementos a considerar, en el debate de un tema de tanta relevancia; y que debiera ser abordado por los precandidatos con seriedad y profundidad, y no como una mera herramienta para sumar votos.
Concuerdo con lo expresado por Maroto. En todo caso en Chile estamos lejos de lograr el respeto por la diversidad sexual como existe por ejemplo en Canadá país al cual se remite el autor al señalar algunos estudios que existen al respecto. Así las cosas, quizás en Chile sí existiría discriminacion para los hijos de parejas homoparentales. Trabajemos mientras tanto en el seno de cada familia educando a nuestros hijos en la diversidad.