
La policía del pensar
¡Ya no basta con pensar! Les diría a muchos que en el último tiempo aparecen como miembros del sanedrín y que han salido a crucificar a cuento personaje público han podido. Seguramente, en aquellas persecuciones no solo buscan aniquilar a quien piensa distinto, sino que además acallarlo y ajusticiarlo a como dé lugar, lo curioso de esta realidad es que quienes ponen las reglas son los mismos de siempre, vale decir, aquellos que no están interesados en el diálogo real, ni mucho menos en la construcción de una sociedad mejor. Por consiguiente, no solo estamos frente a una pandemia sanitaria, sino además frente a una del pensar irracional.
Cristian Warnken ha sido uno de los últimos en ser despojado de sus ropas, y es que para algunos no hay cabida a la diferencia; a lo que se opone a su propia comprensión de la realidad. Con toda seguridad tendremos que seguir acudiendo querámoslo o no a muchas otras condenas, en las que el factor común sea el no estar de acuerdo con lo que se piensa, precisamente esa fue una de las premisas de los regímenes fascistas que tanto se condenan desde una vereda, pero que cuando se trata de ofender a otros, resurgen de manera insoslayable.
La profunda herida de nuestra sociedad chilena es el constante menoscabo a quien piensa diferente, la mayoría de estas acusaciones surge porque no somos capaces de argumentar con ideas, siempre será más fácil crucificar por redes sociales, usando el mismo martillo de la revolución, pero no para construir, sino para destruir.
Un segundo crucificado ha sido el filósofo chileno Carlos Peña, a quien no le han permitido espacio alguno para el error, y es que como plantea Warnken, siempre habrá “comisarios” dispuestos a retener al que no se acomoda a los idearios colectivos, es así como en estos días la “policía del pensar” emerge al más puro estilo Orwelliano.
En medio de la profunda crisis que afronta nuestra sociedad chilena, se vuelve fundamental el posibilitar la reflexión conjunta. Desde esta perspectiva debiéramos considerar inaceptable la persecución a quien piensa distinto, a fin de cuentas, vivimos en una democracia no en Corea del norte.
Sin embargo, los aires están del todo enrarecidos, siempre será más fácil vivir de una doble moral, asumiendo que la norma impuesta es la que pueda destruir al adversario, reduciéndolo a su más mínima expresión.
Tampoco podremos encontrar soluciones fáciles a estos conflictos que nos aquejan, particularmente porque somos una sociedad irreflexiva, carente de sentido crítico y con una mirada unidireccional de los conflictos en curso.
Siempre será más fácil juzgar lo que pudo haberse hecho “con el diario del lunes”, cuando ya los resultados han sido publicados, la cuestión de rigor estará siempre en poder aventurarnos a priori; para desgracia humana necesitamos de la experiencia concreta; del hoy en cuanto hoy y de su existencia real, pues no podemos aventurarnos a “lo que pudo haber sido”. Por esto el llamado es a reconciliarnos con nosotros mismos, a despojarnos de la amargura y a aceptar al que piensa diferente, de este modo abandonaremos la histeria colectiva en la que nos hemos posicionado de un tiempo a esta parte. Finalmente, si queremos que nuestra sociedad pueda avanzar en lo diverso, tendremos que aceptar a Warnken y a Peña, como propiciadores de un pensar, que, aunque pueda parecernos antagónico, forma parte de una sociedad que se abre al diálogo conjunto.
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