
LENGUAJE COTIDIANO EN LA UNIVERSIDAD
Uno de los temas recurrentes con el cual nos enfrentamos en nuestras actividades universitarias es el que dice relación con la comunicación con académicos y estudiantes, que se manifiesta a través del lenguaje oral. Entendemos como lenguaje la capacidad propia del ser humano para expresar o manifestar sus pensamientos, deseos e interpretaciones de las cosas y del mundo por medio de la palabra.
Las reflexiones que aquí se expresan están dirigidas particularmente a la comunicación simétrica que se establece entre estudiantes, entre profesores y, también, la comunicación asimétrica entre estudiantes y profesores, en el ámbito universitario. Interesa en el presente caso poner de relieve las características del lenguaje que se han venido desarrollando en las últimas décadas en nuestro país. Los profesores somos testigos privilegiados de la irrupción en nuestra lengua materna, la lengua castellana, de neologismos, modismos, anglicismos, galicismos, tecnicismos y otros, que aparecen en los medios de comunicación escritos, en la radio, televisión y en las redes sociales. El fenómeno no es nuevo y, probablemente, su presencia en dichos medios, siga aumentando con fuerza.
Afortunadamente, en el ámbito universitario los estudiantes comienzan a cumplir un rol cada vez más activo en el proceso enseñanza-aprendizaje participando en disertaciones y trabajos de grupo sobre tópicos específicos. Tal modalidad ha incentivado a los estudiantes a perfeccionar su lenguaje y lograr un nivel de conocimiento más profundo de los contenidos programáticos de las diversas asignaturas.
El lenguaje que utilizamos en nuestro trabajo cotidiano puede definirse de dos formas bien características: el lenguaje coloquial y el lenguaje formal (lenguaje culto). El lenguaje coloquial se caracteriza por privilegiar la fluidez y la espontaneidad por sobre las reglas de la lengua y se emplea en un contexto informal, familiar y distendido. El lenguaje coloquial es considerado como una forma legítima de comunicación. Dos estudiantes universitarios o dos profesores universitarios pueden comunicarse oralmente, en una relación simétrica, usando esta forma de lenguaje. Cuando no hay confianza o existe una diferencia jerárquica entre las personas (relación asimétrica) se apela al lenguaje formal. El lenguaje culto es aquel que hace una utilización correcta del léxico y la morfosintaxis de una lengua. Se utiliza por emisores que tienen elevados conocimientos de esa lengua, gracias a la cultura y educación a las que han accedido. Un estudiante universitario deberá comunicarse necesariamente con su profesor mediante el lenguaje formal. Dos profesores podrán comunicarse mediante el lenguaje coloquial o bien formal, dependiendo del grado de confianza existente entre ellos. El lenguaje coloquial permite la incorporación de modismos o expresiones propias del argot. El lenguaje formal, por el contrario, no acepta tal licencia. Un profesor que desarrolla su clase usando un lenguaje formal evita incorporar modismos o expresiones propias del argot. Dos estudiantes universitarios pueden también usar el lenguaje formal y es aconsejable que lo hagan y lo perfeccionen tan pronto como les sea posible. El perfeccionamiento del lenguaje formal requiere necesariamente de la lectura. Lamentablemente se ha reconocido que nuestros estudiantes leen escasamente y, lo más preocupante aún, se ha reconocido que lo que un estudiante lee no es suficientemente comprendido. Esta realidad que ha sido profusamente denunciada por autoridades educacionales requiere con urgencia la búsqueda de soluciones eficaces en el país.
En Chile el lenguaje coloquial ha incorporado formas verbales que han conducido a cambios degenerativos difíciles de erradicar. Por ejemplo, la segunda persona singular del Modo Indicativo de los verbos tener, poder, prestar, dar, deber, ganar, estar, entre otros, han dado paso a las formas verbales: tení, podí, prestí, debí, ganái, dái, estái, en lugar de: tienes, puedes, debes, prestas, das, ganas, estás. La expresión, “¿me prestái un lápiz?” contiene una forma verbal modificada, prestái; “te lo devuelvo al tiro”, contiene un modismo, al tiro, en lugar de “en seguida”,; “Oye gallo, ¿cachái cómo se obtiene el yodo?” contiene un palabra propia del argot, gallo, referido a una persona y una palabra derivada del verbo to catch, entender”. Es, asimismo, preocupante que los jóvenes incluyan en su lenguaje coloquial palabras obscenas o socialmente inapropiadas, conocidas como coprolalia, término médico que describe uno de los síntomas más confusos y socialmente estigmatizantes del Síndrome de Tourette, un trastorno del sistema nervioso.
A manera de conclusión, es necesario distinguir las formas de lenguaje que se utilizan en la cotidianeidad y saber cuándo es conveniente el uso de la forma coloquial o cuando optar por la formalidad. En tanto herederos de la lengua castellana, nos corresponde cuidar el lenguaje y protegerlo de factores que desnaturalicen su estructura, reconociendo que una lengua puede ser perfeccionada por quienes la hablan. El lema de la Real Academia Española de la Lengua (RAE): “Limpia, Fija y da Esplendor” debiera aplicarse al caso descrito anteriormente de manera que, a partir de este momento, en lugar de decir. “¿tení un lápiz que me prestí?” digamos, “tienes un lápiz que me prestes?”. El logro de este objetivo nos permitirá avanzar hacia un lenguaje libre de modismos incomprensibles, que los extranjeros puedan entender sin dificultades.
Muy Bueno, felicitaciones al Autor y a la ventana por los temas ineresantes que nos propone.