LOCUTURES DE TV
No creemos que sea necesario especificar que se trata de locutores del sexo femenino y masculino, aunque actualmente está de moda referirse a “chilenos y chilenas” y sin tomar en cuenta la expresión inglesa “ladies first”. En fin, eso sería tema para otro comentario.
Sin embargo, nuestra reflexión estará más bien dirigida a las locutoras que a los varones que realizan la misma función profesional. Por qué esta diferencia; en primer lugar, y sin querer ser sexista, estimamos que los hombres hacen mejor su papel de informadores, sin tantos ambages, posturas corporales enfáticas e innecesarias, por lo demás, ni vestimentas mediáticas llamativas.
En cuanto a sus exposiciones o comentarios en entrevistas, van directamente al grano, o sea, al meollo de la temática, sin adornos retóricos, ni personalismos de opinión e informan o preguntan lo que se espera de ellos. En algunas ocasiones, las menos, desconciertan al sujeto entrevistado por la velocidad de sus preguntas divergentes, con varias respuestas implícitas, siendo escasas las posibilidades de explayarse de quien es entrevistado. Pero los programas con locutores y/o entrevistadores varones no confunden tanto al público televidente como lo hacen sus congéneres femeninas.
Vamos por parte, a pesar de que estamos conscientes que nuestra crítica puede ser tildada o de sexista o de lapidaria contra nuestro propio género: las mujeres. Lamentablemente es lo que la televisión muestra en sus programas de múltiples encuestados, como los actuales candidatos presidenciales, en los que tanto mujeres como hombres hacen de “abogado del diablo” para dejar lo más mal parados posible a dichos candidatos/ candidatas.
Comencemos por analizar la indumentaria televisiva de las donas periodistas de profesión; exhiben, por lo general, el “último alarido de la moda”; es decir, minifaldas – incómodas para sentarse con riesgo de exhibir más piernas en desmedro de la palabra que tienen a flor de labios – tacones altísimos que no les permiten desplazarse con naturalidad por el escenario, hecho que hace honor a eso de “para ser bella, hay que ver estrellas”, vestimenta muy llamativa y con mucho brillo en algunos casos, que produce el efecto de que las entrevistadoras o comentaristas están vestidas para una gala y no para una labor propia de su profesión.
En otros casos, muchas de las damas en cuestión, usan aretes tan largos que casi les rozan los hombros y mueven constantemente la cabeza como si éstos les incomodaran. Entonces, ¿para qué los usan, si son molestos? Porque están de moda simplemente. Las largas melenas que ostenta la mayoría, deben acomodarse a cada momento de la entrevista o comentario, con simples movimientos de cabeza hacia atrás o con las manos, lo que desvía la atención de la teleaudiencia, porque deja ver los aretes que se mueven al ritmo de los movimientos, perdiéndose el hilo de la exposición.
Todos los movimiento innecesarios que realizan las damas para enfatizar sus intervenciones o discursos, no benefician en nada al contenido temático en cuestión. Pero esto no sólo ocurre con las periodistas; lo peor que hemos observado son los movimientos iterativos de cabeza y manos de la gran mayoría de mujeres que ostentan cargos de suma importancia como ministras, alcaldesas, seremis, dirigentes gremiales, etc., vale decir, mujeres que ocupan cargos de gran responsabilidad a nivel gubernamental, empresarial o institucional y que no pueden dejar de agitar cabeza y manos para expresar con énfasis lo que piensan en ruedas de prensa. Pareciera que el movimiento de cabeza les hace funcionar mejor sus neuronas para opinar o responder preguntas. Lo que ellas no tienen en cuenta es que todos estos movimientos como arreglarse el pelo, manotear sin necesidad, acomodarse la falda muy corta u otra pieza de su atuendo, le parecen al auditor televisivo una especie de tic, que no hace sino desviar la focalización de su discurso.
Otro aspecto que debe considerarse negativo es el poco o ningún respeto que tienen los entrevistadores – de ambos sexos – de los turnos dialógicos, ya sea que todos hablan a” viva voce” y no se escuchan mutuamente, lo que resulta en una cháchara ininteligible e insulsa, donde nadie entiende al otro. ¿Será con el afán de entretener al auditor con esta parafernalia de palabras o de desconcertarlo? Esta crítica le” calza como anillo al dedo” a los programas de la farándula y los famosos “talk shows” televisivos.
Para que decir los vicios lingüísticos en los que caen nuestros locutores y/o entrevistadores de la televisión. Aquí no se salva nadie: ni por género, ni por cargo. Algunas de las “perlas” observadas más frecuentes son, por ejemplo, mala modulación, uso excesivo e iterativo de algunas muletillas, las que si bien constituyen un apoyo en el discurso, suenan pesadas si se repiten en cada oración. El “dequeísmo” es otro vicio frecuente empleado por letrados como por menos letrados, a modo de ilustración, decir ”Creo de que…”, “Estimo de que…”, “Opino de que…” etc. Hacemos este alcance porque los verbos que implican cognición, no admiten preposición; en otras palabras, se trata de verbos como “creer, pensar, opinar, estimar”, entre otros, que sólo llevan el pronombre relativo “que” a continuación de ellos.
Un problema discursivo adicional que observamos frecuentemente es la mezcla de registros lingüísticos; en el lenguaje formal estándar culto que debe usar todo profesional, se intercalan expresiones del lenguaje informal estándar como “queríh, teníh, cachai, m’entendíh” y otras expresiones que sería largo de enumerar aquí. En los programas faranduleros podría pensarse que lo hacen para tener llegada a los más jóvenes, quienes en su sociolecto juvenil intercalan estas expresiones, con garabatos frecuentes, y modismos propios de ellos; o sea, se hacen los “lolos” para parecer más simpáticos y acaparar el mayor “rating” de teleaudiencia. Lo que estimamos es que un medio de comunicación masiva, como lo es la televisión, debería ser un modelo de lengua para los televidentes, a fin de que aprendan a expresarse como corresponde, sin deformaciones .
Finalmente, queremos referirnos a las entrevistas que realizan periodistas y comentaristas de la televisión a personajes archiconocidos de la vida política, artística, cultural, social, gubernamental, científica u otros de actualidad. Muchas y muchos entrevistadores – usamos el masculino y el femenino porque no se trata, en este caso, de género, pues todos caen en esto: hacen sus preguntas de tal forma que dejan perplejos a sus entrevistados. La pregunta encierra confusión, al contener varios episodios que requieren respuestas diferentes y el pobre entrevistado – hombre o mujer – no sabe por dónde comenzar. Además, cuando se trata de temas científicos, el o la periodista introduce su pregunta con tanta información previa, que pareciera ser él o ella el especialista en la materia, dejando poco tiempo para que el entrevistado/a en cuestión se explaye en su respuesta, porque otro punto débil, es que a los entrevistadores siempre “se les acaba el tiempo” y el personaje de turno no alcanza a explicar in extenso lo que nos interesa a todos. ¿Y por qué no planifican mejor el tiempo de las respuestas para el entrevistado y ellos mismos hablan menos? Imposible, ya es algo arraigado: el tiempo de la entrevista para el entrevistado y la rapidez del discurso del entrevistador no van de la mano; entonces, ante tal maraña de contenido que encierra la pregunta, la persona que debe responder lo hace sólo parcialmente, puesto que el resto de la información ya ha sido entregado en el preámbulo del periodista.
Si el presente análisis no tiene eco, no importa: creemos sí que todo lector o auditor medianamente culto debería observar fríamente cómo se plantean las interrogantes y cómo se responde a ellas.
Lo importante es lo que se dice, no hay que destacar la apariencia personal para hacer preguntas inteligentes, ni tampoco utilizar el lenguaje sesgado e irónico que muchos emplean para que se les considere cultos. Es lógico suponer que una persona que va a entrevistar a otra sobre un tema determinado, se prepara con antelación para estar a la altura de las circunstancias, pero no debe excederse en su intención expositiva, sino debe ir de lleno al quid de su pregunta para que, de este modo, quede claro lo que quiere averiguar y la respuesta sería así más acotada, concisa y precisa, de modo que no se les “acabe el tiempo” y se les vaya entre las manos con tanta perorata introductoria.
No queremos que quede la impresión de que estamos contra el gremio periodístico en su totalidad; pero hay formas y formas de hacer las cosas. Algunos profesionales son sobrios, directos y hablan con mucha propiedad; son la excepción que confirma la regla, pues parece haber una escuela tras de ello, o quizás una moda a nivel internacional, cuya formación académica podría replantearse en algunos aspectos, en virtud de una mejor llegada en su función como informadores – mediadores de lo que ocurre- y de los acontecimientos nacionales y mundiales para acceder e instruir al público que los ve y escucha a diario.
Entrando en terrenos pantanosos, porque no es mi especialidad, como televidente veo que esa parece ser la pauta en todas partes, sin embargo, como dice la articulista hay formas de hacer las cosas.
No dejar hablar al entrevistado o no preparase para hacer las preguntas adecuadas, es un irrespeto para quienes estamos al otro lado de la pantalla.Viendo a una mujer que fue concursante de belleza, muy elegante, pero que nos hace poner nuestra atencion en lo que dice y no en lo que luce, vale la pena preguntarse ¿como hace? me refiero a Patricia Janiot de CNN, y otro ejemplo diferente pero igual de profesional la mexicana Aristegui.
Muy bien Belén, de acuerdo con tu opinión !
Pero el artículo es muy bueno y muy cierto verdad?
Por supuesto, de eso no hay menor duda 🙂
Qué buena, espectacular!!!!
Una cruda realidad, pero es así no mas!!!!
Un muy buen artículo, maravillosa reflexión. Sin embargo, como estudiante de periodismo debo excusar a mis presentes y futuras colegas periodistas que aparecen en las cámaras ya que los medios -sus dueños en verdad- han de ser los que dan las órdenes sobre lo que les gusta o no que una vista y tenga en el rostro, en el pelo, en las orejas. Actualmente hago una pasantía de inserción laboral en TVN Red Bío Bío y aunque a los camarógrafos no les moleste la blusa, el tatuaje en el brazo, el aro extra en la oreja o el piercing en el labio -ya que eso no influye a la hora de hacer el trabajo-, deben cumplir con las demandas de los dueños y productores de televisión de los canales. Así que si bien hay estigmas que debemos destruir a lo largo del tiempo, como el de que a los hombres se les cree mejores comunicadores por la seriedad y simpleza, a las mujeres no se nos permite aparecer en pantalla porque la blusa es fea. Y lamentablemente esto distrae a la hora de hacer una labor como comunicar ya que para hacerlo se requiere confianza y seguridad pero, ¿existen esas cosas cuando se le quita la esencia del ser a la persona?