«La soberanía popular no se debe transar… Nos llaman a validar la carta hecha por los «poderosos de turno». Ni los partidos ni los parlamentarios con sus expertos y adláteres del sistema Neoliberal, podrán imponernos, una vez más,  una constitución antidemocrática. Digamos NO.»

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Los seres humanos deben estar locos

Rodrigo Pulgar Castro

Doctor en Filosofía. Académico U. De Concepción.

Los seres humanos deben estar locos. No son los dioses los que están locos. Mirado el panorama próximo y lejano, y viendo las escenas de horror que la acción humana es capaz de producir, ciertamente la locura no viene de los dioses. La gestión de la irracionalidad usando de la razón es una paradoja que no tiene aviso de término. De hecho, frente a este fin improbable del horror, pedimos y podemos esperar milagros de los dioses, rezarle a uno solicitando ayuda, calmar los espíritus. Pero la locura es mayor y viene de antiguo. Imagino en el continente de hechos presentes, un dios habitando el espacio olímpico preguntando qué se hizo de mal que se de tanta irracionalidad por parte de la “criatura”. La interrogante integra el efecto político y moral de una demanda por tener a pleno gozo un espacial-territorial propio donde, encontradas las personas, se de vida a una historia, o se la permita que es en el fondo lo que está en juego. Esto no es sólo  comprensible, sino pensable también legítimo, pues cada habitante debe tener un lugar que le sirva de cobijo y,  en la medida de sumar complejidad social, un Estado que asegure derechos de protección efectiva para el disfrute de bienes. Pero, aceptándolo, ¿eso obliga a dar con acciones de terror para conseguirlo o para mantenerlo? Hay ahí dilemas que, sin duda, alguien se plantea mientras cae fuego desde el cielo o se redactan, guardando las debidas proporciones del caso, normas que tensionan perspectivas doctrinales o ideológicas. En el primer caso: sin asco, por ser visto ajeno desde una perspectiva teológica-histórica, al otro al que se cree el enemigo (en ello no importa ni edad ni género) se lo elimina del horizonte de realidad (es la intención que subyace en el conflicto de guerra, terrorismo de Estado, terrorismo religioso, nacionalismos exacerbados, etc.); en el segundo caso: sin asco se actúa  para instalar normas que se escriben desde máximos sin considerar en absoluto la violencia que genera el desconocer la pluralidad de opciones, lo cual responde a cierta tozudez en dejar por escrito criterios jurídicos que representa a un sector social y sus creencias. Entonces, ¿cómo no pensar que somos nosotros los locos y no los dioses? El escenario se pinta de claro-oscuro, el futuro gris por soberbia, populismo y venganza. Todo ello, parece, grado mayor de irracional conducta por el daño visto en el dolor en la victima de todo aquello; en fin:  sensación de podredumbre, de vacío en toda realidad que se dice humana. En todos y todas.

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