
“Me lo contaron mis viejos: Historias Ferroviarias de la Estación Escuadrón”
Los diferentes concursos literarios que la Fundación Cepas ha organizado a través de todos estos años se han consolidado como un verdadero estímulo a la creación, a la lectura y al rescate de nuestra identidad. Constancia y permanencia en el tiempo han establecido una realidad que guarda sus frutos en varios libros que recogen lo mejor de los valiosos trabajos que se han presentado. Una muestra de ello es este libro que el lector tiene entre sus manos.
El jurado estuvo compuesto por Pamela Uriarte Lagos, Directora Ejecutiva de la Fundación CEPAS; por Hugo Varela Mora, Director de Prensa TVU, Televisión Universidad de Concepción y por quien escribe estas líneas de presentación. Como siempre, ha sido una grata experiencia haber podido leer con atención todas las obras participantes y haber coincidido en las obras que fueron seleccionadas y premiadas. Todas ellas tienen las características esenciales inherentes a toda obra de arte: unidad, continuidad, recurrencia, progresión, cohesión, coherencia, tensión, sorpresa, pero destacan, unas más, unas menos, por la utilización que hacen de ellas y eso se llama calidad.
Este 8° Concurso de Narrativa 2019, “Me lo contaron mis viejos, Historias Ferroviarias de la Estación Escuadrón”, que recién se publica ahora en 2020 por motivos de la pandemia, incluye en su convocatoria tres conceptos: narrativa, contar e historias. Más una especificación temática: “Ferroviarias de la Estación Escuadrón”. El viaje asegura algo que contar. Depende también del viaje. Contar, en su primera acepción, es enumerar en un orden, establecer una secuencia. Y también, y por ello mismo, puede “referir un suceso verdadero o fabuloso”. Ya se entenderá la relación entre verdad, ficción y verosimilitud, siempre interesante y productiva. Verosimilitud, cualidad de verosímil, es decir, “que tiene apariencia de verdadero”, que es “creíble por no ofrecer carácter alguno de falsedad”, como señala el Diccionario de la Lengua Española [DLE, antes DRAE].
Ese suceso es algo que pasa, que transcurre en un tiempo y en un espacio. Me lo contaron mis viejos: alguien cuenta algo a alguien: autor, obra, lector [emisor, mensaje, receptor]. Este concurso especifica: “historias ferroviarias de la Estación de Escuadrón”.
Hablar de trenes implica tantas cosas: idas y regresos, bienvenidas y despedidas, estaciones y nostalgias, también, lamentablemente, tragedias, accidentes y desgracias, como todo en la vida, de dulce y de agraz.
Nuestro país, “ese largo pétalo de mar y vino y nieve”, en palabras de Neruda, podría ser, no ya el “Proyecto de tren instantáneo entre Santiago y Puerto Montt”, de Nicanor Parra, ese en el cual la locomotora está en el lugar de destino [Puerto Montt] y el último carro, en el punto de partida [Santiago] y el viajero debe “trasladarse con sus maletas/ por el interior del tren/ hasta llegar al primer carro”, sino simplemente una verdadera y extraordinaria geografía con muchos trenes, carros y estaciones. Amorosa y práctica conectividad que acortaría tantas distancias anímicas, espirituales y productivas.
Ese “podría ser” tendrá que ser realidad algún día, Chile se lo merece. ¡Había tantos tres que servían para tanto! Y para eso sirve recordar el pasado y rescatar, en este caso a través de la literatura, todo un patrimonio material e inmaterial que traduce y muestra identidad, tradiciones y formas de ser. Si esto se pierde nos iremos quedando como sin rostro, como sin alma.
Son cuatro las historias que señala Borges en su propio prólogo al libro El oro de los tigres (1972), ciclos que estarán siempre presentes en el arte de narrar, transformados, reciclados, alumbrados por la emoción y la inteligencia: 1. Una fuerte ciudad que cercan y defienden hombres valientes;2. Otra, que se vincula a la primera, es la del regreso, Ulises que, al cabo de diez años de errar por mares peligrosos y de demorarse en islas de encantamiento, vuelve a su Ítaca; 3. La historia de una busca. Podemos ver en ella una variación de la forma anterior: Jasón y el Vellocino…; 4. La última historia es la del sacrificio de un dios.
En los relatos que contiene este libro, de un modo u otro, está presente la segunda historia, el regreso que, evidentemente, incluye el viaje de ida: no se puede regresar si no se ha ido primero. Todos viajan a diferentes estaciones que el tiempo mantiene en los recuerdos y regresan con las palabras en la mano como un obsequio hacia nosotros los lectores.
El Primer lugar lo obtuvo el cuento “El señor Lillo”, con el seudónimo “Acuario”, el cual correspondió a Roberto Gallegos Parra [Roberto de la Parra]. Historia emotiva y trágica, con la belleza de lo simple. Texto bien escrito con un adecuado manejo de las secuencias narrativas. Se relata el esfuerzo de una familia por sobrevivir a una realidad que siempre parece adversa. Juanito, de 10 años, y Carmen de casi 14, son hijos de la Sra. Rosa. Venden infusiones de hierbas y pan amasado a los viajeros de la Estación Escuadrón. También sacaban camarones y participaban en la Fiesta del Camarón en Escuadrón. Con este trasfondo y por casualidad un día lluvioso, aparece la figura de un tal B. Lillo, nombre que Juanito ve grabado en el maletín que llevaba este hombre. Los invito a leer el cuento para saber por qué “… el legado que aquel hombre le había dejado en su interior era más fuerte que la historia, …”
El Segundo lugar, lo obtuvo “Una estación llamada amor”, de “Nostálgico”, seudónimo de Rigoberto Ignacio Acosta Molinet. Este cuento es muy visual en la presentación de las escenas que relata, casi se podría decir que el texto mismo es un tren que avanza con sus carros llenos de anécdotas, costumbres, personajes y aventuras. Una de estas últimas constituye el tema central: Diego, un muchacho de 17 años que nunca había viajado en tren, recibe el típico flechazo de amor, justamente en uno de los carros. “Las relucientes gargantas circulares, engullían ávidas las rígidas serpientes de acero prisioneras entre los infinitos durmientes.”
El Tercer lugar fue para el cuento “Un final feliz”, de Zorba, de Jorge Aravena Carrasco. Historia ambientada en Lota en el verano de 1950. Una abrupta noticia cambia todo el panorama de vacaciones de tres hermanos de 7, 9 y 11 años respectivamente. El viaje en tren será toda una aventura, partiendo por la desaparición de uno de los hermanos. Relato entretenido, bien escrito y que muestra juegos y costumbres de la época.
Las tres menciones honrosas fueron para los siguientes relatos: Primera: “El placer de viajar en tren”, de “Danie”, seudónimo de Gabriela Alice Aravena Carrasco; Segunda: “Milagro de Navidad sobre rieles”, de “Marcel”, de la autora María Ruiz Sepúlveda y Tercera: “El pingüino cantor”, de “El Carrilano”, cuyo autor es Óscar Videla Mackenna.
Agradecemos a los coordinadores de este concurso, Víctor Muñoz Villa, Encargado de la Unidad de Fomento Lector, Bibliobús, Fundación CEPAS, Centro Cultural Comunitario MH Pabellón 83 y a Juan Torres León, Encargado de la Unidad de Patrimonio e Identidad Fundación CEPAS, Centro Cultural Comunitario MH Pabellón 83.
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