
Olvidada
Desde Castelar, Argentina
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Olvidada
Sí, la casa.
Esperando las voces que un día le dieron vida,
aunque el sol le tiene piedad y entibia cada tanto sus paredes
para que no extrañe aquel calorcito interior que la hizo feliz un día.
Momentos.
Como en nuestras vidas.
Pero esa barca pequeña semi enterrada.
Alguna de sus costillas siempre húmedas, saladas viendo correr los días
y sentir como morían sus sueños de viajar.
Tal como un día lo hizo y un joven timonel la guiaba hacia lo desconocido.
El palo donde asegurar la vela semi enterrado.
El nombre oculto en la arena.
Y el resto a destino de gaviotas y otras aves marinas.
La arena cada día la cubría más y dolorosa era esa suerte de vaga existencia.
Aquellos días en que su dueño subía todos los pertrechos cantaba con alegría y disponía todo para la partida.
Levantaba el ancla y luego de orientar el destino
comenzaba a contarme sus cosas.
Primero locuaz, pero a medida que nos alejábamos y la orilla se desdibujaba el silencio nos pegaba duro.
Recurría a un cesto bien provisto y aparecía su primer jarrito de café.
Le hacía preguntas al viento y como un poseso esperaba
respuestas que jamás recibiría.
Entonces su cara se entristecía,
y la nombraba dolorosamente.
A veces gritaba su nombre y luego el silencio que nos dañaba a los dos.
¿Qué rumbo teníamos?
Nunca lo supe.
Era ir cruzando el mar, cortar las olas
Y desafiarlas.
Me dejaba guiar, él era el timonel.
¿Llegar?
Pocas veces a otra orilla.
Nada lo convencía.
Sus ojos eran en esas ocasiones, inquisidores.
Buscaba,
lo que ya no encontraría.
No quería aceptarlo.
Ya no estaba.
Su viaje fue a la eternidad.
El mismo decidió seguirla.
Y yo, arrojada por las aguas como sabiendo donde debía recalar, acá
frente a la casa olvidada.
Destino.
Gladys Semillán Villanueva
Argentina
Agosto 01, 2024
D.R.A.

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