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Patrimonio vitivinícola: aproximaciones a la cultura del vino en Chile

Rodrigo Aravena Alvarado

Periodista, Ms. en Patrimonio Documental.

La siguiente fue la presentación que leí el día 28 de septiembre de 2017 en la Cancillería de Chile, al lanzarse la edición inglesa de “Patrimonio vitivinícola: aproximaciones a la cultura del vino en Chile”, titulada Chilean wine-growing: approaches to wine culture (Aravena, Rodrigo Editor: Ediciones Biblioteca Nacional). El libro en su versión castellana fue premiado en 2016 con el tercer premio mundial de los Gourmand Awards, en la categoría Best Writing. Esta edición inglesa fue realizada gracias al trabajo conjunto de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería y será promovida en el extranjero gracias a ProChile.

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En el ámbito del Patrimonio Cultural Inmaterial la construcción participativa de la identidad, la cultura y la memoria son claves para la sustentabilidad de cualquier proyecto de gestión patrimonial. Dicha participación, en un mundo globalizado económica, cultural y valóricamente, no se limita a la comunicación entre generaciones de la tradición, sino que incluye también la difusión por medios electrónicos y mediante la lectura que amplían las comunidades y colectivos que se sienten parte de un tipo de patrimonio.  Ejemplos de ello hay muchos: los clubes de tango alrededor del mundo; los locales de comida mexicana, italiana o catalana; la preferencia y la identificación en algunos casos con rasgos de culturas aparentemente lejanas como la japonesa, de gran arraigo entre la juventud chilena. Todos estos ejemplos dan cuenta de la importancia que tiene que los bienes de un país se difundan, en este marco globalizado, con identidad cultural, con patrimonio.

La publicación en inglés de Patrimonio vitivinícola: aproximaciones a la cultura del vino en Chile es sin duda un buen paso en el sentido de sensibilizar a un público más amplio con los valores culturales que conforman al vino chileno. Solo se quiere lo que se conoce, dice un viejo maestro. Quien quiere, quiere también conocer mejor, es decir, querer más. Y el que conoce mejor, comparte su amor. Lo hace único. Es decir, finalmente de lo que se trata es de buscar una filiación más profunda desde lo que el vino chileno es (no de lo que se supone que deba ser), también con la comunidad internacional, que preferirá esos atributos únicos y sabrá distinguirlos, en la medida que los conozca mejor.

Compartir este “amor de Chile”, el amor por la cultura del vino chileno implica (desde la perspectiva de la cultura y el patrimonio) muchas tareas que, a mi juicio, son importantes y que aquí resumo en solo tres:

En primer lugar se debe enfatizar que la vitivinicultura chilena es diversa. Pero no solo por diversidad de cepas, también por diversidad de territorios, de prácticas agriculturales y enológicas, de paisajes y de, cómo no, magnitudes o escalas productivas. El vino chileno es, por ejemplo, un espacio donde conviven, algunas de las marcas más grandes a nivel mundial, con procesos marcadamente industriales, junto a viñateros campesinos que trabajan en espacios de menos de 5 hectáreas, que cultivan en laderas de cerros en la Cordillera de la costa, y que hacen el vino que se sabe hacer en su casa hace 200 o más años. Consideremos que América Latina es el continente en donde nacieron conceptos como heterogeneidad y donde, como en ninguna otra parte, aplica el concepto de diversidad cultural: el vino chileno es entonces una buena síntesis latinoamericana también de esta diversidad.

Cualquier proyecto de divulgación del vino chileno, por lo que veíamos anteriormente, gana si es inclusivo y tiene en consideración la cultura tradicional de los más chicos. El mundo hoy es cada día más exigente en que existan por ejemplo, criterios comercio justo, apego a las normas ambientales y que se respete la voz de las minorías. Creemos que una adecuada gestión del patrimonio vitivinícola chileno, que agregue valor a sus productos, no podrá sino ser inclusiva.

El tercer elemento es la participación. En los últimos años ha habido una verdadera explosión de uso en el término “patrimonio vitivinícola” propiciada, en parte al menos, por la publicación de la versión española del libro que presentamos hoy. Este uso se ve reforzado cuando proviene de procesos amplios en los que participan las comunidades que ostentan un patrimonio. De poco sirve señalar que algo es patrimonio si las personas no lo sienten como algo propio. Se debe entonces buscar la apropiación social del patrimonio vitivinícola chileno, que la gente sienta por ejemplo que es buena idea salir un fin de semana a visitar una viña así como lo hacen los miles de turistas extranjeros que visitan el país.

Me parece a mí que con estos tres elementos (reconocimiento y gestión de la diversidad cultural del vino chileno, inclusión y respeto permanente de esa diversidad, y finalmente apropiación social del patrimonio vitivinícola para fortalecer las relaciones entre titulares de un patrimonio y las comunidades, se podría construir un programa que ayude a promover la potencia de la imagen del vino chileno en el extranjero.

Estimados amigos: Dejé para el final algo que compete especialmente a todos quienes abrazamos el servicio público. Está demostrado que la coordinación entre programas, planes y acciones de los Estados reducen las desigualdades no solo al interior de los servicios públicos, vía trabajo con competencias complementarias, sino también en los territorios que ostentan identidades culturales particulares, al llegar de mejor manera con la oferta de servicios. Esta versión inglesa titulada “Chilean wine-growing heritage”, no habría sido posible sin el extraordinario aporte y experiencia de la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería. Quiero expresar, como editor de esta obra y  a nombre de todos los autores, colaboradores, y de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, DIBAM, mi más profundo agradecimiento a todos los profesionales y autoridades de esta Dirección, especialmente a su director Patricio Powell y a Alejandra Chacoff, a los profesionales de ProChile que están diseñando acciones para la divulgación de este trabajo y, como no a Ediciones Biblioteca Nacional, a Thomas Harris, Anita Berthelon, a Felipe Leal y a todos quienes están haciendo posible esta publicación.

Entonces cobran sentido las palabras de Eduardo Galeano cuando dice “Brindo por toda las cosas buenas, junto con todas las que vendrán”.

Gracias.

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4 Comentarios en Patrimonio vitivinícola: aproximaciones a la cultura del vino en Chile

  1. Me hubiese gustado bastante haber sido parte de los agradecimientos, considerando que fui, junto con mi colega, un gran aporte para que se pudiese realizar este libro.

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