POR LA TOLERANCIA Y LA NO DISCRIMINACIÓN
La tolerancia y la aceptación en el ámbito de lo social, especialmente referido a la diversidad, ha sido un examen que de cierta manera ha desnudado algunas realidades y mitos existentes en nuestro país. Aquello del que “… y verán como quieren en Chile, al amigo cuando es extranjero” se relativiza en extremo al momento de oír las posturas de algunos sectores que hacen sentir sus expresiones cargas de racismo y homofobia. Da la sensación de que algo se ha quebrado en el alma nacional, algo se ha roto en el corazón de un pueblo sencillo, amistoso, amable y acogedor por antonomasia.
La llegada de inmigrantes a Chile, en busca de un futuro mejor, ha despertado, en parte de la población, un sentimiento de oscuro y sordo rechazo, el que, si bien no se expresa abiertamente, se hace sentir con esa especie de desdén despreciativo, lleno de dureza y altivez. Y en este punto me quiero detener un segundo; cuando con tozudez contumaz se intenta convencer a los chilenos de “lo mal que nos encontramos”, vemos como de muchos países, americanos, asiáticos y europeos, vienen familias completas a buscar la consistencia, tranquilidad y posibilidades que ofrece nuestro país.
Una pregunta… ¿cómo nos sentiríamos nosotros, si viéramos que tratan mal a esos cientos de miles de chilenos que tocaron las puertas de otras naciones amigas en busca de un futuro diferente?… pero ojo, existe un detalle en esto que no es menor, pues cuando se trata de extranjeros de raza caucásica, o sea blancos, rubios y de ojos claros, asoma una actitud servil y pequeña, la que denota un reconocimiento a una superioridad, la que por cierto no existe.
Sociólogos, antropólogos y expertos en sicología social, nos dicen que esto es producto de este modelo económico feroz, de este mercado individualista y excluyente que nada tiene que ver con los grandes valores del desarrollo integral de las personas y que no da respuesta a las grandes necesidades del hombre. Por lo demás se está expresando por variados rincones del mundo y ejemplos sobran como el del presidente norteamericano Trump, con actitudes grotescas, la ultra derecha de Francia o el crecimiento del neofascismo derechista de Alemania, entre tantos otros ejemplos.
Por otro parte, los grados de intolerancia y discriminación, también se expresan frente a las minorías sexuales y demostraciones de ello son muchas, dolorosas y vergonzosas.
Son los males y costos de la globalización que exportan modelos desde las grandes potencias mundiales, dirán algunos; es la sobrevaloración del dinero y el consumismo exacerbado, dirán otros. Como sea, la verdad es que ese sentido materialista de ver las cosas, de ver la vida, ha logrado cambiar a la sociedad chilena. Pero… siempre hay un pero… y en este caso es un pero grande, que nos llena de fé y esperanza, al ver como la juventud de este país instala un escenario de tolerancia, afecto y reconocimiento del otro como un igual, no hace diferencia y es acogedora y entiende los procesos sociales al nivel de poder cambiar el destino de este país… son ellos, los jóvenes que con su fuerza y vitalidad podrán cambiar el rumbo de las cosas.
No puedo dejar de recordar a Rubén Darío cuando decía: “Juventud, divino tesoro”
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