¿Qué es esa “nueva normalidad”?
Si existe algo por el cual este gobierno y el sector político que lo respalda se caracteriza, es por construir “slogan” y en el caso del presidente por los lugares comunes, frases rebuscadas y grandilocuentes. Muchas de ellas han funcionado como productos de campaña o para ganar una elección. Como no recordar al “gobierno de excelencia”, el “gobierno de los mejores” o “arriba los corazones que vienen tiempos mejores”.
Por estos días, la frase que más se utiliza por parte de la autoridad política es la “nueva normalidad”, la cual es repetida hasta la saciedad por algunos comunicadores y uno que otro defensor de la actual administración. Pero qué es eso de la “nueva normalidad”, es simplemente una construcción discursiva o mediática para intentar graficar la situación por la cual estamos pasando o bien una frase sin sentido y mayormente vacía, como varias de las intervenciones del presidente o de alguno de sus ministros. No hablemos que la “nueva normalidad” constituye una idea es sí, más bien es una simple ocurrencia que tiene, al parecer, por objetivo que las personas progresivamente asuman que se puede volver a las actividades que se desarrollaban antes que el Covid-19 se convirtiera en pandemia o una amenaza para la población. Sin embargo, si existe algo que caracterizaba al país antes de la irrupción del coronavirus no era precisamente una mentada normalidad. Desde el 18 de octubre, con el mentado estallido social, el Chile bajo el gobierno de Piñera había entrado en un proceso de trasgresión de una determinada normalidad a la cual nos acostumbró el discurso exitoso de un importante sector de la clase política y empresarial. La supuesta estabilidad y gobernabilidad de la cual tanto gusta presumir a la elite chilena, se derrumbó como un castillo de naipes, dando paso a un proceso disruptivo, de transgresión, cuestionamiento y en otros de clara violencia contra lo establecido o contra aquella normalidad. Entonces ¿qué había o se escondía en esa normalidad de la cual tanto se hablaba? Allí estaba el abuso, la desigualdad, la segregación, la discriminación y sobre todo la violencia de un sistema que se sostenía gracias a un discurso único que no daba cabida o espacios a miradas alternativas o diferentes. Comulgar con aquello era ser antisistema, anarquista, chavista, bolivariano o simplemente un marxista trasnochado.
Hoy se retoma aquello de la normalidad, pero una “nueva”, la cual se ha ido internalizó en algunos sectores como discurso propio, también se naturalizó, asumiendo que lo que había antes del 18 de octubre de 2019 era lo más preciado que habíamos construido y lo que vino después del 18 y hasta la aparición de esta pandemia, se había convertido en ese enemigo poderoso del cual habla el presidente. Enemigo que estaba destruyendo nuestra normalidad y socavaba lo más profundo de la esencia republicana y democrática.
Entonces, apelar a una “nueva normalidad” se ha convertido en un concepto, que busca instalarse como dispositivo de persuasión y letargo hacia la población: no haga esto, no diga esto otro, no promueva aquello, no cuestione o critique a la autoridad, quédese en casa, pero igual vuelva al trabajo, entre otras cosas.
En consecuencia, ¿qué vendría siendo esta nueva normalidad? No es otra cosa que un simple slogan, sin contenido que a lo único que apela, como todo slogan, es a manipular la subjetividad de una ciudadanía insegura, medrosa y desprotegida.
No es otra cosa que un juego de palabras de nuestro «genial» Presidente y sus brillantes ministros, es como el Carnet de Mañalich.