
¿QUÉ MATARÁ AL NEOLIBERALISMO? (IV)
Guilmo Barrio Salazar, desde Georgia, E.U.A.
Por tres semanas he estado presentándoles a nuestros lectores de La Ventana Ciudadana, diversos puntos de vista entregados por personas con las que he conversado sobre este tema. Cada una de ellas tiene mucha experiencia con relación a lo que han señalado. Hoy, no es una excepción, y les voy a presentar a Samuel Dubois Cook, mejor conocido como WILLIAM DARITY, que es profesor de Leyes Públicas en la Universidad de Duke, quien nos conversará sobre UNA REVOLUCION DE GERENTES.
La clásica ley de Marx sobre el movimiento al interior de una sociedad burguesa, indica que la tendencia es a que vaya disminuyendo paulatinamente la proporción de la ganancia, constatación que permite afirmar y predecir que el capitalismo debería morir bajo la tensión de sus propias contradicciones. Pero ni los simpatizantes del ala izquierda de Marx, que vieron la presencia dominante de un capital corporativo en todos los aspectos de sus vidas, han discutido que la predicción de Marx estaba equivocada. Se ha vuelto virtualmente un reflejo para afirmar que las sociedades modernas, todas caen bajo el vaivén del «capitalismo global», y que un binario opera con dos grandes clases sociales que permanecen en una oposición fundamental entre ellos: el capital, y el trabajo.
Supongamos, de cualquier forma, que Marx estaba correcto en su esperanza de que el capitalismo, como otros modos sociales de producción, bajara gradualmente, pero si estaba equivocado en sus expectativas que sería seguido por una «dictadura proletaria», lo que sería una civilización sin una estratificación de clases. Se supone, en efecto, que la edad del capitalismo actualmente esté alcanzando su conclusión, pero una que no envuelve el ascenso de la clase trabajadora. En vez de eso, debe considerarse la existencia de una tercera gran clase compitiendo con las otras dos por la dominación social, lo que fue visto en el trabajo de tan disparatados pensadores como James Burnham, Alvin Gouldner, Barbara Ehrenreich y John Ehrenreich, como los que estaban planteando el surgimiento de una “Clase Social de Gerentes”.
La “clase social de gerentes” comprende una intelectualidad, artistas y artesanos, como también un estado de burócratas, acreditados con un portafolio de una rica aristocracia cultural. Mientras que los agentes humanos de un capital global son magnates corporativos, y la clase trabajadora es el trabajo productivo, trabajo que es directamente utilizado para generar ganancias, la clase social de gerentes envuelve comprensivamente una función socio-administrativa. El aumento de esta clase es el aumento del dominio de un trabajo improductivo, trabajo que puede ser valioso socialmente, pero que no es un recurso de ganancia directa.
La población excedente bajo el capitalismo tiene un propósito: existe como una gran reserva de los desempleados, la que puede ser movilizada rápidamente en períodos de una expansión económica, y como un recurso de presión descendente sobre las demandas por una compensación y una condición de trabajo seguro hecha por los empleados. Por lo tanto, el capital tiene muy poco incentivo para eliminar el excedente de la población. En contraste a esto, la clase social de gerentes verá aquellos identificados como gente sobrante como algo verdaderamente superfluo. Esta clase considera a la población generalmente como un objeto de control, de reducción, y de administración demográfica, y quien sea asignado a la categoría de «excedente» acarreará el peso de la arbitrariedad.
En el entendido de que la identificación de la población excedente es racial, ciertos grupos específicos serán el centro de atención para separar y exterminar. El encarcelamiento desproporcionado de la gente negra en los Estados Unidos de Norteamérica, lo que es una forma de separación, es una expresión directa de las preferencias de la clase social de gerentes con relación a quién debería ser considerado como una baja necesidad. El impulso de exterminio es evidente en la devaluación comparativa de las vidas de los negros, lo que dio inicio a los esfuerzos de una resistencia como ha sido el movimiento «Black Lives Matter» (Las Vidas de los Negros Importa). El potencial de que los negros se mantengan a flote en la época de los gerentes es evidente en los trabajos realizados por Sidney Willhelm «¿Quién Necesita Al Negro?» (Who Needs the Negro?), en 1970, y «El Escogido» (The Choice), de Samuel Yette del año 1971, ambos libros publicados casi 50 años atrás.
El gran asalto de un gobierno invasivo constituye un ataque a la clase social de gerentes de ambos, del capital y de la clase trabajadora. A pesar del apoyo en los gastos militares, además de recibir contratos lucrativos del gobierno, y disfrutar de los beneficios de la infraestructura otorgada públicamente en las carreteras, en las autopistas, en los ferrocarriles, el capital corporativo solicita contratos del pequeño gobierno. Esta es una vía estratégica para acuchillar los gastos sociales, con la meta de reducir el promedio salarial y eliminar todos los reglamentos del depredador corporativo. A pesar de beneficiarse a través de los gastos en los servicios sociales, la clase trabajadora gravita hacia una nueva marca del populismo que mezcla el anti-corporativismo con el anti-elitismo, y por supuesto también el anti-intelectualismo, la xenofobia, y la demanda por un estado más pequeño y menos intrusivo. Desde que el «gran» gobierno constituye la avenida por una acción independiente de parte de la clase social de gerentes, una ofensiva de este estilo minará directamente la base del poder de la «nueva» clase social.
Pero la “clase social de gerentes” también posee otro atributo que la hace ser fuerte y débil a la vez. A diferencia del capital y el trabajo, cuyas agendas son dirigidas en gran escala por la lucha sobre el carácter de una sociedad estructurada para conseguir una ganancia, la clase social de gerentes no cuenta con un ancla para sus posturas ideológicas. Algunos de sus miembros se alinean totalmente con el establecimiento corporativo pues, efectivamente, los magnates corporativos, especialmente los inversionistas banqueros, lucen muy parecido a los miembros de la clase social de gerentes en términos de sus credenciales educacionales, sus intereses culturales, y sus estilos de vida. Otros toman una postura más centrista prestando oído a sus orígenes en la «clase media», mientras que otros se ubican como aliados de la clase trabajadora. En realidad, hay muchas variaciones sobre estos temas.
Dependiendo en dónde pesa más la ideología, la “clase social de gerentes” puede tomar muchas direcciones. Durante las guerras en África del Sur contra el gobierno portugués, Amílcar Cabral una vez observó que para que la revolución anticolonial triunfara, la «burguesía insignificante» necesitaría cometer un suicidio como una clase social, cesando sus esfuerzos en la persecución de sus intereses particulares, y posicionándose completamente al servicio de la clase trabajadora. Uno puede anticipar que la “clase social de gerentes”, a nivel global, un día se verá enfrentada a la opción de cometer un suicidio como clase, según lo indicaba Amílcar Cabral. Pero la pregunta del millón es: Si toma esos pasos decisivos de eliminarse, ¿Se colocará completamente al servicio de la clase trabajadora o de la clase capitalista?.
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