«El mayor problema ecológico es la ilusión de que estamos separados de la naturaleza.»

Alan Watts.

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EL ESPEJO TRIZADO: TERRITORIO, CIUDADES Y LA GENTE DE LA REGIÓN DEL BIO BIO (PARTE II DE III)

El siguiente texto es curiosamente una síntesis de análisis anteriores que se escribió hace ya 13 años (2004), y el  sentido de publicarla ahora sin cambios es para constatar que lo que pensábamos hace más de una década permanece casi invariable, con muy escasos o notorios cambios. Eso significa que a ese ritmo gente como yo no alcanzará a disfrutar de un verdadero desarrollo en el país y en las regiones,  y que nuestra trayectoria vital profesional en la periferia santiaguina  puede parecernos si no infructuosa, casi una desilusión.  Cuando recién salidos de la Universidad de Chile nos anclamos en la provincia entonces tan prometedora (1964), el mundo, el país, la región nos eran anchos y prometedores, y en ese contexto desarrollamos nuestra vida profesional, siempre con la gran ilusión de un desarrollo integral.  Y si en verdad ha habido cambio, queríamos mayor celeridad. No ha sido fácil, no ha sido rápido; aun nos queda ilusión. Para eso esta especie de crónicas de la contingencia a los ojos de un arquitecto con ya muchos años de “navegación” territorial y urbana, en el sur de Chile,  al  sur del mundo.

Este articulo se publicará en tres partes, en ediciones sucesivas de Ventana Ciudadana

II. LA IMAGEN URBANA (parte II de  III)

Las ciudades de la región del BioBío eran, hasta algunos años atrás, ciudades provincianas, con casi toda la carga semántica positiva que esta palabra trae. Quizás si la excepción fue siempre Talcahuano, ciudad aproblemada desde siempre por circunstancias telúricas, por su geografía, por sus carencias, por el uso presionado de su territorio; y por ser ciudad-puerto, lo que siempre da a esas ciudades una connotación singular. Pero Concepción, Chillán y Los Angeles, eran ciudades muy “vivibles”, y de un «buen pasar», no obstante que sus carencias, como en todas las ciudades de las provincias chilenas, predominaban siempre sobre sus abundancias.

Pero, aparte de esa especie de «trauma urbano» que es hoy la capital Santiago, las ciudades chilenas de las regiones «dinámicas», como la conciencia colectiva se imagina que es ésta del BioBío, han entrado en una crisis de crecimiento que, a los que aquí vivimos, nos va pareciendo ya irrecuperable.

Las grandes carencias de infraestructura vial para el desplazamiento y el transporte son la punta más visible de esta crisis, pero también lo son otras circunstancias o conflictos, como la polución de las aguas dulces y marinas, la del aire que cubre las ciudades y también ¡los campos!, quien lo iba a pensar… A ojos de cualquier observador foráneo, nuestras ciudades no están enfrentando ni resolviendo bien sus problemas como los antes dichos, ligados siempre a las actividades económicas y productivas. Pero tampoco los de otro tipo, como la expansión urbana, como el nivel de equipamiento, ni los sistemas y edificios para la salud básica y tampoco la calidad de la educación formal. Por momentos (cuando no está la crisis en pleno) pareciera que solo el comercio ilegal floreciera en campos fecundos, hasta en calles y paseos, además de hacerlo formalmente y a tpda vela en los templos específicos como los llamados malls.

Y las ciudades, en la teoría, tienen todo un sistema para su administración: el municipio; o en el lenguaje más formal, las ilustres municipalidades. Pero si, como en un juego de contrapunto, en un ejercicio técnico se contrastan los problemas urbanos antes dichos con las atribuciones legales, financieras y administrativas que la institución municipal tiene para resolverlos, resulta simplemente imposible que el estado chileno asegure a los habitantes de las ciudades que el municipio, por ilustre que este sea, vaya a resolver el adecuado desarrollo de la forma de vida urbana: no hay manera. Pero por otro lado aparece siempre el gobierno central, con sus ministerios o plataformas sectoriales, para resolver o al menos subsidiar las carencias. El resultado no es de los mejores, visto en la perspectiva local que es la real. Y, no obstante lo que se proclame respecto a aperturas descentralizadoras, en la práctica la centralización en las decisiones (de las ideas, de los proyectos, de las inversiones) es casi brutal.

¿Por qué hoy en Chile no es el municipio quién tiene las facultades y los medios para resolver la vida urbana? Quizás si es porque por tradición la comuna, el territorio tradicional del municipio, fue siempre más rural que urbano: su estructura entonces, no fue pensada en función de ciudades. Quizás si porque el estado (centralizado), que es ¡unitario! como recalcan siempre los políticos del poder (central), tiene un poder omnímodo actuante y resolviente de todo y a lo largo y ancho de todo el territorio; lo que funciona en el papel nomás…. Y en la gran ciudad capital, ahí sí que actúa, aunque no siempre resuelve, por lo que vemos.

En un análisis ni siquiera riguroso se concluye que en toda esta cuestión planteada hay, justamente, una ecuación mal planteada y sin solución: habría entonces que replantear las cosas. Ni el municipio actual ni el estado centralizado actual van a resolver nada en las ciudades de este país, no en el corto plazo ni con las políticas subsidiarias que están sobre el tapete, menos si son manejadas desde un poder centralizado y centralista política, administrativa y geográficamente.

Por lo tanto, nosotros los provincianos (los de la periferia), deberíamos gritar y exigir el cambio. Y el cambio es estructural: estructuras políticas, administrativas, legales, financieras nuevas. Nos hablan de modernidad. ¿Y que significa ello sino la contraposición a lo antiguo o clásico, es decir, la innovación? Las principales ciudades chilenas (que van en muchos casos siendo una sumatoria física de ciudades y comunas, sin pensar siquiera en Santiago) deberían ser administradas y, más que eso gobernadas, con estructuras modernas, diferentes hasta lo ahora probado y ya fracasado.

En 1991, a poco de reasumir Chile la democracia, visitaron la Universidad de Concepción y nuestras ciudades una comisión de planificadores y políticos de las regiones francesas. Dieron un par de clases de como administrar las metrópolis regionales, y tal vez ingenuamente creyeron que habíamos captado algo. Volvieron en 1994 y se fueron casi enojados. Los sistemas urbanos chilenos seguían en las mismas, le pareció que no se aprendía nada y no había ni brisas de un posible cambio. Es que ellos, los de los viejos y clásicos países de la antigua, pero no vieja Europa, son los que tienen los mas jóvenes, vitales y modernos gobiernos urbanos. Nosotros, los de los jóvenes e imberbes países americanos somos los que tenemos las más viejas y anticuadas estructuras administrativas (no podemos hablar de gobiernos) para las nuevas ciudades, que ya están en crisis.

Quizás si, más que nosotros, desde el Estado abstracto, en el gobierno (menos abstracto) creen que nuestras ciudades son modernas, dinámicas y que las instituciones políticas democráticas son un modelo de gestión. Pero no es más que la imagen que la clase política quiere ver. Pues, el espejo de la realidad refleja otra vez una imagen trizada, incongruente con la idea de un estado moderno que es pura teoría, abstracción y buenas intenciones. Otra vez, no es el espejo el que está trizado: imagen abstracta y realidad, una vez más, no coinciden para nada.

ANTONIO ZELADA ESPINOSA, ARQUITECTO U. DE CHILE,  1965
POST TITULO PROGRAMACIÓN DEL DESARROLLO URBANO COMUNAL CENTRO INTERDISCIPLINARIO DEL DESARROLLO URBANO, CIDU, PUC 1966
AREAS DE DESEMPEÑO PROFESIONAL:  DISEÑO ARQUITECTÓNICO (CONCURSOS), URBANISMO, PLANIFICACIÓN TERRITORIAL, PAISAJISMO.  DOCENCIA UNIVERSITARIA (UBB, UDEC)

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