«En último término, la democracia es una cultura de vida. Si sus valores de respeto y tolerancia no los inculcamos  desde la familia y la escuela, estaremos dejando que la barbarie y la violencia se impongan»

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¿Quién responde por lo que está pasando?

Los chilenos tienen, en general, un juicio tremendamente negativo acerca de la política. Sin embargo, si se pretende afinar la puntería será fácil constatar que ese juicio recae en los partidos políticos y más específicamente en los parlamentarios que conforman el Congreso Nacional.

Esta situación no deja de ser extraña. Hasta antes de 1973, pese a los múltiples conflictos existentes, el país contaba con una gama de partidos con principios doctrinarios claros y con una activa vida interna que se proyectaba en los diferentes ámbitos de la sociedad: estudiantil, sindical, vecinal, entre otros. Durante los 17 años de la dictadura, los “señores políticos” fueron víctimas de la prohibición de su actividad y de una orquestada campaña de desprestigio. Sin embargo, tras el histórico plebiscito del “SI” y el “NO”, las colectividades tradicionales resurgieron con fuerza, ocuparon los espacios que les habían estado vedados y retomaron las responsabilidades que les son propias en el seno de un sistema democrático. Salvo en el caso de la UDI, criada, alimentada y partícipe directa del gobierno de Pinochet, estas organizaciones volvieron a ser las mismas de antes encabezadas por sus mismos liderazgos de antaño.

Si se pretende analizar en pocas palabras la realidad contingente, se podría comprobar que en el campo de la derecha se encuentran dos partidos, uno, la UDI, con posiciones muy conservadoras en lo valórico y extremadamente neoliberales en lo económico y cultural, y otro, RN, caracterizado por un pensamiento menos dogmático y con ciertos niveles de preocupación social. Al frente, se perfiló un partidismo de centro izquierda que se organizó en torno a la Concertación de Partidos por la Democracia y a la cual entregó sus votos, de mala gana, el Partido Comunista.

Al día de hoy, en la línea gruesa, las cosas han cambiado poco, salvo en cuanto al PC que ha buscado crear un polo más de izquierda junto a un emergente Frente Amplio que paulatinamente se ha ido disgregando sin lograr asentar liderazgos ni asumir la responsabilidad de tomar definiciones. Una constatación esencial se encuentra en el hecho de que los partidos carecen de juventud (salvo el FA) y han dejado de ser la correa transmisora entre el mundo social y el Estado.

La crisis generalizada de la política se ha traducido en una permanente escisión de las colectividades que han ido quebrándose como consecuencia de la pérdida de las lealtades internas mínimas y la prevalencia tanto de los intereses individualistas y como de las aventuras personales.  En este clima ha proliferado una serie de iniciativas y proyectos carentes de todo horizonte y que han dado lugar a un desorden generalizado que obstaculiza todo diálogo y la indispensable búsqueda de acuerdos con visión de futuro.

Sin embargo, lo peor se encuentra en el terreno del Ejecutivo. Un Sebastián Piñera anómico que sigue siendo incapaz de entender una regla básica de gestión de un gobernante: los problemas políticos requieren soluciones políticas y las soluciones políticas exigen imaginación creativa y flexibilidad.

Un primer caso es el llamado problema mapuche que ya ha hecho caer, directa o indirectamente, a dos Ministros del Interior. Cualquier científico sabe que si un investigador repite tozudamente el mismo procedimiento llegará, por supuesto, al mismo resultado. Por tanto, si el Gobierno persiste en tratar este conflicto como un tema de orden público que requiere respuestas policiales o simplemente represivas, lo único que logrará es un agravamiento de la situación. La reciente designación de un coordinador con dedicación exclusiva para la “Macro Zona Sur” (funcionario de bajo nivel de autoridad con un pasado bien poco exitoso a cargo del programa “Estadio Seguro”, bajo Piñera I), priva de capacidad de gestión a los respetivos Intendentes Regionales y obviamente se concentrará en coordinar la acción de las policías.

El otro caso es el relativo al famoso retiro del 10% de los fondos previsionales que los afiliados mantienen en las AFPs. Tras un largo tiempo de inacción que hizo posible la aprobación del primer retiro con abundantes votos oficialistas y con la aprobación tácita del propio Presidente, a última hora decidió recurrir al Tribunal Constitucional al tiempo que presentaba al Parlamento su propio proyecto con alcance universal, sin obligación de devolución, y que solo se diferencia del que estaba en tramitación en cuanto al pago de impuestos. El recurso ante un TC que está desprestigiado y deslegitimado, y respecto del cual existe consenso en que se trata de una institución política y no jurídica, gane o pierda, no traerá beneficio alguno. Incluso puede suceder que se produzca un empate y el voto dirimente sea el de María Luisa Brahm, abogada sin mayor especialización en Derecho Constitucional y que proviene del Instituto Libertad (de RN) y que fue jefa de gabinete del propio mandatario. 

Importantes dirigentes de la coalición oficialista y del sector empresarial, no han dudado en afirmar que el Gobierno no tiene ni orientación ni conducción política. Piñera II carece de destino, no tiene mirada de largo plazo y solo está preocupado de la encuesta Cadem del próximo domingo en una angustiosa espera de un alza de un par de puntos.

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1 Comentario en ¿Quién responde por lo que está pasando?

  1. Triste espectáculo está dando a diario el señor Sebastián Piñera. Provoca sentimientos de «vergüenza ajena».

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