«No podemos resolver la crisis climática sin cambiar nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos.»

Naomi Klein.

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Resiliencia

Yerko Strika

Psicólogo Clínico, Psicoterapeuta.

Yerko Strika, Psicólogo.

Resiliencia, es un término utilizado en la ingeniería, que a su vez proviene de la física y que en palabras simples es la capacidad de “memoria” de un material para recuperarse de una deformación, producto de un esfuerzo externo. Un buen ejemplo de esto, es un resorte. Usted lo presiona, deja de ejercer presión y el resorte regresa a su estado previo.

El término resiliencia se trasladó a la psicología, para graficar cómo los seres humanos nos sobreponemos a factores externos adversos y volvemos a la vida más fortalecidos, incluso mejor que antes del evento perjudicial. De manera general, se considera que las personas más resilientes tienen mayor equilibrio emocional frente a las situaciones de estrés, soportando mejor la presión.

Hay mucha literatura e investigación en torno a la resiliencia, siendo un tema muy estudiado en infancia vulnerada en sus derechos, en víctimas de catástrofes, violencia intrafamiliar, personas sometidas a tortura, etc. De lo anterior, existe a mi entender un personaje icónico de la resiliencia, llamado Víctor Frankl.

Víctor Frankl (1905-1997), fue un psiquiatra y neurólogo austriaco encerrado en campos de concentración durante la segunda guerra mundial. En su libro “El hombre en busca de sentido”, describe su experiencia en Auschwitz y como a partir de eso, desarrolla una teoría que dará forma a un enfoque terapéutico, conocido como logoterapia. Cuando Frankl fue conducido a Auschwitz –lugar conocido por su eficiencia exterminadora- , se propuso tres cosas: 1) Salir vivo de ahí, 2) Aprender algo de esa experiencia, 3) Ayudar a otros.  Sin duda,  un bastión de la resilencia. ¿Qué había en la consciencia de Frankl, en su biología, en su historia, que le hizo desarrollar un pensamiento tan determinado, de esperanza, si se quiere, en un lugar donde el destino era morir en breve plazo? Lo cierto es que cumplió sus objetivos y con creces.

¿Y qué pasa con nosotros?

Ciertamente, la mayoría de la población no está expuesta a condiciones tan extremas y adversas. Sin embargo, el grueso de la gente, suele poner el foco de su discurso existencial en situaciones cotidianas, de corto alcance en el desarrollo personal y que no permite expandir el potencial humano. Es así que abunda la queja por el trabajo, por la pareja, por el gobierno, el dinero, la falta de tiempo, el cansancio, etc. ; achatando la vida y con ello poniendo un peso en los hombros de las personas, que no les permite recuperar su estado de plenitud original.

Mi apreciación, es que el ser humano es resiliente por constitución biológica  y deja de serlo, por disposición psicológica.  Como entidad biológica, estamos destinados a la vida y como raza,  a la perpetuación de la especie. Nuestro norte,  en primer lugar, es sobrevivir y adaptarnos a los cambios. Luego, como individuos, ser resilientes tiene mucho que ver con tomar una decisión frente a lo que  toca vivir.  Es a partir de esa acción donde se abren o cierran posibilidades. El desarrollo de nuestro increíble aparato psíquico es una suma de complejas interacciones y significados que atribuimos a las experiencias que vivimos.

Es cierto que existen diferencias individuales y que algunos sujetos se sobreponen con mayor rapidez ante situaciones adversas (pérdidas afectivas, terremotos, cesantía, etc.) y otros permanecen más tiempo “lamentándose”. Sin embargo, estos últimos, si quieren, pueden aprender a ser resilientes, partiendo de un nuevo supuesto, que es decir: “Me sobrepongo”. Sólo piense el lector, la cantidad de veces que se ha encontrado ante un panorama desfavorable y cómo logró salir de ahí. Al respecto,  en algún instante se dijo a sí mismo que no quería más de eso, suficiente, basta por hoy. Probablemente buscó ayuda y determinó mejores perspectivas para usted. Quién, si no uno mismo, se merece la vida más plena posible.

De este modo, la resiliencia se parece más bien a un proceso, donde interaccionan variables personales y del entorno, en el cual es posible influir y  modificar. Educar para la resilencia debe considerar, entre otras cosas: autoconsciencia, creatividad, confianza, optimismo, “objetividad”, flexibilidad, tenacidad, buen humor, búsqueda de apoyo y desarrollo de redes.

Para terminar, una anécdota de resiliencia.

Había una vez, un grupo de jóvenes (entre 19 y 22 años) a los que les gustaba tocar la guitarra y tenían una banda. Eran felices con lo que hacían, machacando las cuerdas con ganas, cantando y  tocando donde podían. Un día,  el  productor de un importante sello discográfico los escuchó y  dijo que los grupos de guitarra estaban pasados de moda y que no tenían futuro en el negocio de la música, rechazando grabar con ellos.  Estos chiquillos no  hicieron caso y le dieron con más ganas, incluso mantuvieron su ridículo nombre: The Beatles.

No olvidar: ser más pleno y feliz, es siempre una posibilidad.

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