«El mayor problema ecológico es la ilusión de que estamos separados de la naturaleza.»

Alan Watts.

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Silencio infernal

Nicolás Vial Saavedra

Presidente Fundación Paternitas.

Remece lo conocido en relación con Renato Poblete. Golpea a todos sin distinción y se vuelve a privilegiar a la institución en lugar de las víctimas. Nadie supo nada y en una especie de victimización se esconde toda responsabilidad quedando casi a la par de quienes han sido abusados. Una falta de respeto siniestra porque la pretendida ignorancia no es otra cosa que burlarse de los auténticamente afectados, vulnerados y usados para las pretensiones más abyectas y vergonzosos deseos criminales de los depredadores.

La declaración del provincial jesuita leída hace algunos días nos recuerda la reacción de dignatarios, y especialmente de algunos de los cardenales de la Iglesia Católica que, por incapacidad, desidia o simplemente inercia hicieron triunfar la pobreza moral y ética, precipitando la crisis y el oscurantismo más profundo de que se tenga memoria en la Iglesia chilena.

Mientras esos caballeros en sus palacios de invierno descansan y son protegidos por sus comunidades, quienes salimos a diario a nuestros quehaceres habituales somos agredidos y acusados como victimarios, sospechosos de asqueroso proceder, como he sido víctima más de una vez.

Lo sucedido con “el verdadero jesuita”-nombrado alguna vez por un hermano de comunidad-, esa doble vida, puede suceder y estar sucediendo ahora en la misma institución o en cualquier otra: en colegios, la empresa, universidades, ministerios, el Estado, fundaciones, etcétera.

Tratando de entender el “posible” desconocimiento de una vida doble, como dijo alguna vez Voltaire:”…..hombres que se reúnen sin conocerse… viven sin quererse y mueren sin llorarse”; “podría”   ser la razón del silencio infernal de lo conocido de la vida del padre Renato Poblete.

Lo que corresponde para evitar el averno de miseria y podredumbre que ha acompañado últimamente a nuestra Iglesia es una preocupación seria, responsable y madura, con nosotros mismos y  los demás; denunciando, enfrentando y ayudando a quienes manifiesten conductas que no se condicen con el estado de cada persona.

Si los hechos de abuso sexual, de poder y de conciencia se hubiesen examinado con oportunidad, diligencia y transparencia, hoy no se estaría cuestionando la necesidad de investigar al propio Padre Hurtado. Ojalá los causantes de tal proceder impropio, en la Iglesia, puedan dimensionar la profundidad y el caos a que nos llevó la insensatez y la imprudencia.

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