
SOMOS GRANDES DEPREDADORES
Nuestro planeta está sufriendo cambios en forma acelerada. Desde siempre, girando y girando, se van produciendo esos desgastes en nuestra superficie. Al comienzo, cuando llegamos a nuestra órbita, eran prácticamente imperceptibles. Ahora, con el aumento de la población humana, con el desarrollo de sus formas de vida, con lo que llamamos pomposamente “progreso”, esos cambios se hacen cada vez más evidentes porque nos hemos transformado en los mayores depredadores de la tierra.
Leo que el ser humano es el causante del 75% de los cambios en la superficie del globo terráqueo. Sin duda que todo ello se debe a que nuestro sistema de vida nos lleva a potenciar ansias individuales, apetitos sin medida, con el fin de alcanzar un nivel de vida más holgado, más lujoso. Y para ello, no nos importa lo que ocurra con los demás. Incluso, llegamos a formar grupos de poder para alcanzar mayores cotas de beneficios, pisoteando al resto, explotándolo o, simplemente, despreciándolo.
Cultivamos y desarrollamos la inteligencia humana para inventar cosas, para crear mundos ficticios, para disfrutar privilegios sin medidas. Y lo hacemos usando y abusando de la naturaleza. La destrozamos y no protegemos lo que es nuestro entorno natural.
Por ejemplo, la naturaleza nos da una vegetación rica, variada, inmensa, que nos purifica el aire que respiramos. Nos protege con su propia vida. Y nosotros la explotamos. La destrozamos insaciablemente con talas de bosques completos. No estamos respetando el proceso natural que nos permite vivir, desarrollarnos y preservar una vida tranquila para nosotros y para quienes nos sucedan.
Esa misma vegetación no sólo nos favorece, sino que también permite la vida de una fauna trascendental. Animales, aves, peces que son fundamentales para el ecosistema natural de la tierra y la dieta humana. Pero seguimos talando árboles para otros menesteres, actividades propias del enriquecimiento, sin preservar el futuro, sin la reforestación acelerada que nos permita mantener nuestro entorno en las condiciones óptimas para nuestra propia supervivencia. Se calcula que 1.600 millones de personas dependen de la vegetación que nos rodea, porque se alimentan, se protegen, viven a expensas de lo que la naturaleza produce.
Estamos viviendo momentos preocupantes en el planeta y uno de los más actuales es el cambio climático. Por ejemplo y para graficar más claramente lo que decimos, remitámonos a lo que ocurre en España, con las tremendas olas de calor registradas en la reciente primavera y en el comienzo de este verano. O lo que pasa en Chile, con un otoño frío, en un principio seco, pero que ahora entra al invierno con lluvias torrenciales, granizos enormes y nieve en cantidades mayúsculas. Aunque dicen que es bueno para recolectar el agua, bien tan escaso, hay que explicarse el por qué ocurre esto.
En efecto, todos estos fenómenos no son casuales. Vienen desde antes, con el desarrollo indiscriminado de la vida humana. Vienen con el desaforado interés de crear más cosas de las que realmente necesitamos, induciéndonos a un consumismo incontrolado. Somos nosotros mismos los que estamos destruyendo nuestro entorno, nuestra naturaleza que es fuente de vida.
Debemos escuchar y valorar lo que decimos. Debemos darnos cuenta de que nos hemos transformado en depredadores brutales y que debemos -¡y podemos!- actuar en el sentido de proteger la naturaleza que nos rodea y que nos da vida. Debemos utilizar nuestra inteligencia para idear las formas de prever las consecuencias negativas que causamos cotidianamente y adoptar las medidas pertinentes. En definitiva, debemos proteger nuestro entorno, porque en ello nos va la vida.
Así es estimado Miguel Ángel, sin embargo, a pesar de todas estas evidencias, la humanidad no quiere comprenderlo.