TODOS NOS VAMOS A OLVIDAR
Todos nos vamos a olvidar. Después de la indignación generalizada ante la conducta estrecha y de corto de plazo de los parlamentarios, ante la protesta y la ofuscación desatada contra los que han hecho de la política una profesión y guardan con celo sus diminutos feudos de poder, protegiendo a quienes son los que mantienen su status, nos vamos a olvidar. Todos ya hemos comenzando a perder la memoria. La furia por los niños marginados e internados en los centros de atención dependientes o bajo la tutela del aparato público ya se está diluyendo. La turba furibunda retorna hacia sus cómodas locaciones virtuales y se aletarga. Mientras, nuestros “líderes” han conseguido su objetivo. Esperan tranquilos que todo se calme, que la amnesia vuelva a ejecutar su límpido trabajo, porque los miles de niños muertos, que nunca por lo demás han sido de un interés real para ellos, volverán a gritar en el silencio. Alguno de esos representantes eternos tratará de sacar algún provecho. No faltará quien anuncie acciones ante tribunales internacionales, de esas que demoran años y que son más simbólicas que efectivas, pero que le permitirán mostrarse un par de minutos en horario estelar o que su foto se estampe en algún medio de comunicación.
Los inconsistentes y los inconsecuentes, una vez más, tratarán de levantar las más sofisticadas y entramadas de las explicaciones para hacernos entender porque cuando se trata de la muerte masiva de niños no se puede hablar de violaciones a los derechos humanos, alzarán su retórica envolvente para justificar las responsabilidades de sus compinches y se invocarán las opiniones de los más conspicuos expertos quienes enfundados en sus costosos trajes afirmarán que cualquier transformación profunda en esta materia es muy onerosa.
Mientras los mismos de siempre se enquistan en el servicio público y se lo cuotean para servírselos a sus operadores políticos, esos niños podrán seguir llorando sin que nadie los escuche, bien bajito, angustiados esperando en vano que alguien les tienda la mano … esperando y esperando, siempre esperando. Pero impávidos nuestros líderes estarán ya distraídos en sus campañas electorales, para volver a repartirse la torta y mendigar financiamiento de quien sea.
Nosotros ya nos habremos olvidados y nos dispersaremos con una nueva trama, con un bus o con una nueva protesta, con uno que otro brutal homicidio, siguiendo por el tobogán de esa cómoda inercia que nos dirige no sabemos bien donde, lo que no nos interesa dilucidar, pero no importa, nos entretiene, nos ocupa el tiempo. Por mientras, que los niños sigan llorando, que otro se haga cargo.
Siempre certero en sus opiniones Andrés.
Un breve razonamiento: Hace ya mucho, en este país impera el individualismo, el infantilismo traducido en el insensato: «sálvate a ti mismo».
por otro lado en privatizarlo todo…
Lo anterior, a impedido generar una política de menores, no para un gobierno, una política de estado,que se haga cargo de «los niños en situación irregular» y que comprometa a toda la sociedad en una actitud solidaria y con entidades formativas a cargo de esos niños.