«No podemos resolver la crisis climática sin cambiar nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos.»

Naomi Klein.

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UN PAÍS EXTRAÑO EN UN MUNDO EXTRAÑO

Maroto

Desde Canadá.

En el mundo de hoy observamos con una mezcla suspicacia y preocupación, cómo gobiernos y políticos tienden, cada vez más, a manejar su relación con la ciudadanía sobre la base de afirmaciones incompletas o carentes de sustento. En la vorágine comunicacional que vivimos en la actualidad, esta táctica parece lograr sumar efímeros puntos de aprobación popular, que permiten el acceso y mantención en el poder o simplemente distraer la atención en momentos de crisis.

Esta estrategia comunicacional se basa en la idea de que en el ámbito político los ciudadanos deben ser tratados como consumidores con diferentes niveles de posibilidades de ser influenciados. Por lo tanto, una vez identificado un determinado segmento de la ciudadanía, este debe ser “alimentado” masivamente con eslogans o frases, verídicas o no, fáciles de “digerir” y que,  al ser repetidos miles de veces por los medios de comunicación y las redes sociales, se transformarán en una seudo realidad que influenciará una conducta política determinada. Por cierto, la estrategia descrita no es nueva; lo que sí es nuevo, es la capacidad casi ilimitada que las redes sociales tienen hoy, para jugar un rol clave en su implementación.

Los casos de Trump en Estados Unidos, Johnson en Inglaterra y Bolsonaro en Brasil aparecen como claros ejemplos de políticos que han usado esta estrategia para posicionarse dentro de grupos influenciables del electorado. En Chile, el comportamiento del gobierno de Sebastián Piñera y la actitud de algunos políticos oficialistas y de oposición, evidencian una aplicación menos sofisticada de una estrategia ciertamente similar.

Enfrentados a momentos de crisis política, o bajas significativas en las encuestas, el gobierno y políticos de diversos sectores han optado una y otra vez por recurrir a temas, previamente identificados como sensibles para ciertos segmentos influenciables de la ciudadanía, sin considerar si ellos obedecen objetivamente a situaciones reales, y sin importar el impacto negativo a largo plazo, que la utilización de estos temas pueda tener en nuestra sociedad.

La  continua crítica a la presidenta Bachelet, a las iniciativas implementadas por su gobierno y el intento permanente por achacar las fallas del gobierno actual al gobierno anterior; el ataque al Poder Judicial por no administrar “adecuadamente” justicia; la utilización de la sensación de inseguridad ciudadana como herramienta para intentar  justificar la aprobación de leyes cortoplacistas en temas como el control de identidad o el manejo del terrorismo; la utilización de la situación que afecta al pueblo venezolano; y el uso del tema de los inmigrantes, asociándolo al aumento del desempleo, de enfermedades o la incidencia en los índices de criminalidad; son claros ejemplos de oportunidades en que el gobierno ha optado por utilizar, con poca responsabilidad y seriedad política, temas sensibles para determinados sectores del electorado, en un fútil esfuerzo por subir puntos en las encuestas o distraer la atención acerca del mediocre desempeño de la administración actual.

La utilización por parte de la Ministra Cubillos de información incompleta, sacada de contexto y en algunos casos carente de sustento científico, como parte del esfuerzo comunicacional y territorial para lograr la aprobación del proyecto Admisión Justa; las declaraciones del ministro Chadwick como parte de la estrategia para obtener la aprobación de la Ley Corta Antiterrorista, que en entrevista con La Tercera aseguró que los grupos terroristas chilenos reciben respaldo internacional sin ofrecer evidencia alguna para respaldar sus dichos; y las recientes declaraciones del presidente Piñera, quien en una entrevista con Emol, refiriéndose a la cumbre COP25 y la crisis del cambio climático señaló, “si usted ve la historia, son los países socialistas los que más han depredado y destruido el medio ambiente, basta recordar lo que ocurrió en la Unión Soviética con Chernobyl”; son claros ejemplos de oportunidades en que el gobierno ha optado por utilizar “falsas verdades” para manipular / apelar al sentimiento de sectores afines o cercanos, por sobre la evidencia y antecedentes que aportan los estudios a que se refieren los temas en cuestión.

Frente a la ansiedad que le provocan los bajos números en las encuestas, los errores no forzados a los que periódicamente se ve sometido, y las improvisaciones y falta de planificación a largo plazo que parecen caracterizar a la actual administración, el gobierno recurre una y otra vez y sin importar su veracidad, a ideas comunicacionales que ya están presentes en el imaginario de ciertos sectores de la ciudadanía, privilegiando así la construcción de opinión fácil e irresponsable por sobre la difusión de información objetiva y el fomento de la discusión y el diálogo. Lo anterior ocurre con la complicidad de la mayor parte de los medios de comunicación social controlados por los grandes grupos de interés y a través de la manipulación de las redes sociales.

Existen razones para que el gobierno actúe de esta manera, señaló en una reciente entrevista a El Mostrador, la doctora en Ciencias Políticas de la Usach Norma Muñoz del Campo: “Existe una línea dentro de la comunicación política hoy en día que privilegia dar cuñas, frases o explicaciones que no necesariamente tienen sustento, pero que parecen reales y coherentes, interesan, enganchan (…). Dentro de la comunicación política está dando bastante coto (…) el hecho de establecer en líneas cortas, sintéticas, explicaciones no necesariamente basadas en evidencia, pero que parecen verosímiles, que lo son para cierto porcentaje de la población”.

El fenómeno antes descrito evidencia el progresivo deterioro que experimentan la política y el arte de gobernar, actividades ambas que se observan permeadas por el mercado, por la necesidad de acceder y permanecer en el poder a toda costa, por una visión en que la ciudadanía y sus necesidades son percibidas como un consumidor y bienes de consumo, y por una falta de integridad y profundidad en el actuar; la acción de gobernar, concebida como el ejercicio del gobierno entendido y vivido como servicio público, parecen haber quedado en el olvido.

Más complejo aún, el fenómeno a que nos hemos referido evidencia la tendencia de la ciudadanía a transformarse en una “ciudadanía borrega” o “consumidores fáciles”, con cada vez menos capacidad de análisis crítico y escaso interés por cuestionar la información que se le entrega, buscar el real sentido de esta e involucrarse para así  formarse una opinión propia.

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1 Comentario en UN PAÍS EXTRAÑO EN UN MUNDO EXTRAÑO

  1. … El mundo que hoy observamos.
    Eso llamar e incentivar a las personas a observar detenidamente es una labor importante e inagotable.
    Gracias por sus importantes aportes señor.

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