«No podemos resolver la crisis climática sin cambiar nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos.»

Naomi Klein.

Actualmente nos leen en: Francia, Italia, España, Canadá, E.E.U.U., Argentina, Brasil, Colombia, Perú, México, Ecuador, Uruguay, Bolivia y Chile.

VANIDAD, SOBERBIA Y POLÍTICA.

Maroto

Desde Canadá.

Con motivo del lanzamiento del plan “Compromiso País”, Benito Baranda nos ha invitado a reflexionar sobre el rol de la vanidad y la soberbia en la política; si bien sus comentarios fueron hechos en una actividad puntual del actual gobierno, parece importante extender esta reflexión a la manera en que la actividad política se desarrolla en nuestro país, mas allá de un gobierno en particular.

La vanidad, es definida por la Real Academia Española como la cualidad del vano; es decir, de quien por adolecer de falta de sustancia es percibido como hueco, vacío y falto de solidez.

La soberbia, es definida por la Real Academia Española como la altivez y exceso de magnificencia; un envanecimiento orientado hacia la auto contemplación de las propias cualidades, en menosprecio de los demás.

Interesante y oportuno llamado es el que nos hace Baranda.

En el mundo individualista en que vivimos hoy, la vanidad y la soberbia se manifiestan a diario en la sobrevaloración de las habilidades, atributos y conocimientos propios y en la negación del valor y aporte que otros pueden hacer para la consecución de objetivos comunes.

Una simple mirada a la realidad política de nuestro país y la acción política de quienes se dedican a esta actividad nos permite observar, con más frecuencia de lo que hubiésemos querido, acciones y discursos caracterizadas por el vacío, falta de contenido o propósito, falta de solidez argumentativa, acentuada tendencia a la auto contemplación y el menosprecio evidente, no solo de los adversarios políticos, sino que, más grave aún, de quienes debieran ser los protagonistas del servicio público, la ciudadanía.

Los políticos, los partidos políticos y los gobiernos, en su mayoría, pecan a diario de una falta de humildad y generosidad para reconocer que alcanzar objetivos de largo plazo, requiere necesariamente de la participación de todos.

No es razonable pretender convocar a grandes acuerdos nacionales en temas de gran relevancia como combatir la desigualdad, avanzar en la protección del medio ambiente, la protección de los derechos humanos o el combate de la corrupción, si el punto de partida es la negación del aporte que otros han hecho o pueden hacer en estos temas. La sumatoria de voluntades y compromisos y el reconocimiento sincero de las capacidades del otro, son absolutamente necesarios, si queremos avanzar con solidez y sentido de largo plazo en la construcción de una sociedad más moderna y solidaria.

Lo anterior no quiere decir que todos debamos pensar lo mismo o aspirar a los mismos objetivos. La colaboración, necesaria para alcanzar el bien común, requiere que, desde el reconocimiento de nuestras diferencias, contribuyamos con sencillez y humildad a las tareas de todos. Es absolutamente legítimo pensar distinto e imaginar o aspirar a sociedades diferentes; sin embargo, está legitimidad no debiera ser excusa para actuar con soberbia, desconociendo la contribución necesaria de quienes hoy están en la oposición y manipulando o ignorando a quienes esperan de sus gobernantes y políticos un sincero interés por sus necesidades.

El individualismo, gobernado por la vanidad y la soberbia, sólo nos conduce a una visión interesada de los problemas que enfrenta nuestra sociedad; visión que necesariamente dará lugar a propuestas sesgadas, que concitarán sólo apoyos parciales y por tanto ineficaces para la implementación de los trascendentales cambios que nuestro país requiere.

El llamado de Benito Baranda es a una reflexión profunda y urgente. Es un llamado a cuestionarnos el porqué estamos en política y qué nos motiva a seguir en ella.

Si la vocación de un gobierno es el servicio público, esta debe realizarse lejos de la vanidad y la soberbia y cerca de la humildad, la sencillez y la solidaridad.

Si la vocación de nuestros políticos es la búsqueda del bien común, esta debe realizarse lejos de la autocomplacencia y falta de empatía y cerca de la ciudadanía y sus necesidades.

El servicio público, y por ende la Política, esa con mayúscula, son justamente eso. Una vocación para servir a la comunidad toda, gobernada por la ética y mas allá de las ambiciones políticas personales o grupales.

La reflexión de Benito Baranda, más que un reproche, es un llamado a realizar, desde la sinceridad, un auto examen, como políticos, partidos políticos y gobiernos, para determinar qué tan lejos estamos hoy de la Política como servicio público y cuanto y que debemos cambiar para que el individualismo, la vanidad y la soberbia no sean los principales motores de nuestro accionar.

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3 Comentarios en VANIDAD, SOBERBIA Y POLÍTICA.

  1. Tiene toda la razón Usted Señor Maroto y asumo lo señalado por Benito Baranda.
    Su artículo aporta mucho a un razonamiento serio y sensato, claro, el neoliberalismo a sembrado el Individualismo , la soberbia y la vanidad… con ello nos hace mas limitados y nos dominan mejor.

  2. Excelente columna, riguroso y serio análisis, digno de ser reproducido, sobre todo para quienes de hablan en nombre de los «necesitados» y «Vulnerados»

  3. Desde la proclamación de este pedazo de tierra como país independiente que los chilenos estamos esperando esos trascendentales cambios de los que hablas….en mas de 200 años, poco y nada ha cambiado.

    Sabes por qué ?

    Porque siempre hemos tenido una mayoría de politicos atorrantes, no pretendas tú cargarle laureles a quienes nunca lo han tenido ni merecido.

    No pretendas tampoco hacerme creer que la política que se practica en este país, puede hacer que algo cambie en un futuro cercano.

    Seguro eres político y has pasado una parte de tu vida usufructuando de ello…entonces sabrás que lo único que una gran mayoría de chilenos han ganado con los políticos han sido solo migajas…migajas en salud…migajas en progreso…migajas en educación…etc…etc.

    Solo migajas para una mayoría y la presa mayor siempre para los privilegiados de siempre, incluyendo a los políticos que solo han usado el poder que hemos delegado en ellos, para enriquecerse lícita e ilícitamente.

    Te afanas por vender humo, esperando te llegue el turno para seguir parasitando de las platas públicas, para seguir haciendo como que todo cambia, cuando en realidad todo ha cambiado poco o nada, gracias a los políticos.

    Es tiempo de que las cosas cambién, pero por el poder de las propias personas, ya basta de intermediarios.

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