«La verdadera grandeza no es tener poder, sino saber renunciar a él.» Gore Vidal

 

 

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VIOLENCIA POLÍTICA

Miguel Ángel San Martín

Periodista. Especial para La Ventana Ciudadana, desde Madrid, España.

          Violencia, según la Real Academia de la Lengua, significa “Uso de la fuerza para conseguir un fin, especialmente para dominar a alguien o imponer algo”.  Hay muchos tipos de  violencia: la armada, la doméstica, la de género, la de palabra…

En fin, estamos viviendo en todo el mundo una escalada de violencia extrema, donde el concepto puede aplicarse tal cual, sin apellidos, como ocurre en Ucrania, por ejemplo. Pero, también hay violencia en atentados, en maniobras agresivas y en verdaderos asaltos verbales. Todos con el mismo objetivo: “conseguir un fin, dominar a alguien o imponer algo”.

          En nuestro país hay una violencia creciente e inusitada, cuyo origen y destino son los mismos ya definidos.  Tenemos una secuencia de hechos violentos producto de la delincuencia, que crece debido a varias razones, como lo son la desidia de las autoridades, mala planificación policial para combatirla y débil actuación de los tribunales que deben juzgar a los culpables.

          Hay otra violencia en el sur de nuestro país, donde algunos se escudan en razonamientos histórico-políticos, basados en legítimas reivindicaciones ancestrales.  O hay violencia por culpa de la droga, donde los diversos carteles que la distribuyen se pelean el control de “los mercados”, en las grandes ciudades.  Tampoco podemos dejar de citar la violencia intra familiar, la que nos ofende por ser cobarde, letal, desproporcionada, como argumento para dirimir asperezas y controversias en el seno familiar.

Pero, también hay violencia política, que se  produce cíclicamente, cada vez que la democracia nos indica caminos de razonamiento y paz para decidir pasos de futuro. La palabra amenazante trata de amedrentar al rival, utilizando mentiras, y van cargadas de odio y resentimiento. Son estrategias perversas que intentan desvirtuar los procesos democráticos, para lo cual utilizan ese tipo de violencia. O sea, tergiversar la voluntad de las grandes mayorías populares.

En muchos casos, esa violencia política es utilizada por quienes se saben minoría, pero que quieren dominar a las mayorías.  Para ello, elaboran estrategias mentirosas o perversas, destinadas a causar temor, miedo, y conseguir la continuidad de los regímenes que les permiten privilegios y granjerías.  En dicha estrategia de violencia política, se usa el “todo vale”, donde incluso un hecho delictivo común, puede ser utilizado sin pudor al máximo.

Según lo anterior, expresado con la máxima sencillez y brevedad, en honor a los límites que se nos exige, podemos colegir que este tipo de violencia se puede erradicar de nuestras prácticas democráticas, también con paz e inteligencia.

Nuestra democracia, que es el sistema utilizado en el mundo desde hace miles de años para convivir socialmente, deja en evidencia a los violentos, mentirosos y a quienes les dan las órdenes. Justamente, por tal situación debemos transitar por los caminos que nos ofrece la democracia. Y hacerlo sorteando los problemas con ideas, diálogos, palabras con contenidos razonables y mucha tolerancia.

Cuando no existen estos valores, cuando los ciudadanos apuntan a una salida determinada por la razón, entonces los minoritarios y privilegiados ven que la democracia deja de servirles y recurren a planificaciones perversas, para amedrentar a los ciudadanos y cambiarles el sentido al sistema de convivencia.

Creo que ha llegado el momento en que nos demos cuenta de que tenemos por delante una tarea impostergable, que debemos realizar los cambios que nuestra sociedad está reclamando mayoritariamente y que, para ello, debemos recurrir justamente a las posibilidades que brinda la democracia. Con decisión, sin oír las mentiras y amenazas, debemos sacar adelante la tarea propuesta, que es abrir las compuertas al Chile Nuevo que inicia su andadura en paz y en democracia. Debemos eliminar las posibilidades de que persista la violencia de la corrupción y de los delincuentes, y avanzar en la permanente búsqueda de la anhelada  justicia, equidad y solidaridad social.

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