«Lo que le ocurra a las bestias, pronto le ocurrirá al hombre. Todas las cosas están relacionadas.»

Jefe Seattle.

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COMPONENTES DE UNA FRACASO HISTORICO (Primera Parte)

Marcelo Espinoza Chávez

Administrador Público y Cientista Político, Universidad de Chile.

                                                                                             Septiembre 11 de 2022

El resultado del plebiscito del pasado 4 de septiembre representa un fracaso histórico, el más importante, después del golpe militar de 1973, y un retroceso para las fuerzas políticas transformadoras de la sociedad. Proponemos un análisis crítico, descarnado y sin eufemismos, para aportar a desentrañar sus múltiples explicaciones.

Serias insuficiencias en la conducción política

Un proceso constituyente requiere de una visión estratégica, para establecer ciertos objetivos políticos a lograr. Significa predefinir los contenidos básicos de la Constitución, precisar cuáles serían los más relevantes y a continuación precisar con quiénes y cómo avanzar tras ellos. Esto implicaba evaluar la correlación de fuerzas al interior de la convención, y como resultado, elaborar una política de alianzas. También, tomar en cuenta el plazo disponible para la discusión y redacción del texto, y considerando la restricción impuesta de un año de duración, priorizar en torno a los objetivos posibles.

En eso consiste conducir y liderar el proceso. Pero hay un elemento adicional a considerar dentro del planeamiento estratégico, que es el ambiente externo. La Convención no está en Francia en 1792, cuando se instala luego de la revolución, la Convención Nacional. En la Francia revolucionaria, las restricciones que tiene dicha Convención son muy pocas, todo hay que construirlo. No hay una sociedad civil poderosa que pueda incidir (partidos políticos, diarios, radios, televisión, organizaciones educacionales, culturales, religiosas, etc.). Tampoco hay instituciones republicanas que estén funcionando y sean tradicionales en la sociedad, hay que crearlas. Pero más aún, en Francia no hay un plebiscito de salida que se deba sortear. Es decir, nuestro proceso constitucional no está en Francia de 1792, ni está en Venus. Significa que también hay que evaluar la correlación de fuerzas externas, fuera de la convención, que es donde se dará una discusión en paralelo, inevitablemente, y en donde se ganará o se perderá el plebiscito. Y la política a desplegar para ganar ese plebiscito no comienza cuando termina la redacción del texto constitucional, sino mucho antes, cuando comienza el proceso, el primer día de la convención. Ese día comenzaba el proceso de convencimiento de la ciudadanía.

De haber sido así, la estrategia política habría “descubierto” que la correlación de fuerzas al interior de la Convención era una, y fuera de la Convención era otra, y que era necesario adecuar el proyecto político a ambas realidades.

De quién era el papel de conducción estratégica, de los partidos políticos sin duda. Los partidos no cumplieron ese papel, abdicaron de su responsabilidad dirigente o no supieron ejercerla. Hay factores que influyeron sin duda. Los partidos llegan muy debilitados, desprestigiados, al proceso constitucional. El proceso mismo llega con treinta años de atraso. De haber ocurrido al comienzo de la recuperación de la democracia, cuando los partidos políticos tenían otro prestigio y eran fuertes en la sociedad, habrían cumplido su papel y habrían dirigido el proceso. Éste habría sido más ordenado y sin estridencias. Solo un estallido social, la más grave crisis política en el país desde 1990, genera el proceso constituyente, luego de una acumulación de frustraciones, abusos, carencias, desigualdades, escándalos de corrupción varios. Un movimiento sin liderazgos, sin orgánica, anti elite y anti partidos. Chile despertó, se dijo. Y los sectores conservadores se vieron obligados por primera y única vez a cambiar la Constitución.

El asunto es, cómo despertó Chile. Para unos, la mayoría, el acuerdo del 15 de noviembre de 2019, encauzó este despertar en una solución dentro del marco democrático. Para otros, este acuerdo frustró y clausuró un levantamiento revolucionario, que debía seguir impulsándose. Otros, vieron simplemente una violencia desatada y delincuencial, que debió reprimirse, sin cambio constitucional.  Estos últimos, una minoría, representan el Rechazo original, desde la partida. También hay un sector conservador, que admite que hay un malestar profundo, que el país está en el límite, y está dispuesto a abrir la solución Constitucional. Es la derecha que vota apruebo en el plebiscito de entrada.

Todos los sectores coinciden en que, dada la gravedad de la crisis política, junto al proceso ya extenso de pérdida de influencia y deterioro de los partidos políticos, hay que abrir paso a los independientes para una mejor representación de la ciudadanía. Así llega a la Convención una mayoría de independientes, que junto a los representantes indígenas, conforman varios grupos identitarios: feministas, ecologistas, regionalistas, pueblos originarios. Cada uno de ellos con sus propias reivindicaciones, todas parciales o de nicho, sin una visión de país, que es más propia de los partidos políticos. En su mayor parte, integraron la Lista del Pueblo en la elección de convencionales. Fueron elegidos por presentarse como independientes, por eso los favoreció la votación, relevando el espíritu anti partidos del 18 de Octubre.

Así, llegaron a la Convención personas invisibilizadas, ignoradas por años, con rabia contenida, que se desbordó desde un principio. Sin experiencia política ni voluntad de diálogo. Era el resultado de años de postergación o negación del conflicto constitucional en Chile.

Insuficiencias del proceso constituyente

Quienes tenían la responsabilidad histórica de darle conducción política al proceso eran los sectores impulsores del cambio constitucional, durante años. Al interior de éstos, principalmente, quienes ahora formaban parte del nuevo gobierno, dado que el éxito de la Convención en su cometido, era fortalecer el gobierno y su programa transformador, y su fracaso lo afectaría seriamente.

El resultado del plebiscito de entrada, de un 78 % de apoyo a una nueva Constitución, y la necesidad por consiguiente de mantener o no alejarse demasiado de ese resultado en el plebiscito de salida, no fue un tema que estuviera en la estrategia de los constituyentes. El plebiscito de salida parecía no ser una valla, el éxito estaba asegurado. Solo había que recibir todo tipo de propuestas e incorporarlas.

La insuficiencia de conducción política se expresa desde un comienzo, en la indefinición de prioridades para lograr el éxito del proceso en el acotado tiempo que se disponía. Es así como se emplearon tres meses en la elaboración de los reglamentos de funcionamiento, que terminaron siendo cinco. El foco estuvo puesto en temas inconducentes, que disgregaron a las distintas fuerzas, especialmente las del gobierno: primero, discutir y llevar a votación, que el Pleno aprobara el articulado por un quórum distinto a los 2/3 estipulados en el Acuerdo del 15 de noviembre, impuesto como condición por los sectores conservadores; segundo, discusión y votación sobre tener plebiscitos dirimentes para aquellos artículos que no alcancen los dos tercios de quórum. Posibilidad práctica de hacer estas innovaciones, no había ninguna. La presentación de estas propuestas fue una burda pérdida de tiempo, generó confusión y disgregó las fuerzas llamadas a liderar y darle conducción al proceso.

La Convención comenzó su tarea y estuvo meses, discutiendo propuestas de los colectivos identitarios en vez de poner el acento y energías en las temáticas que demandaba la ciudadanía en torno a pensiones, salud, educación, vivienda y especialmente seguridad. Y en ese contexto, explicar por qué había que superar el Estado subsidiario por otro tipo de Estado, y qué carácter debía tener. Era necesario darle sentido a la discusión constitucional ante la ciudadanía, la que estaba llamada a aprobar el trabajo.

Espectáculos varios de diversos convencionales se dieron durante todo el proceso, restando seriedad al trabajo de la Convención. El comportamiento desmesurado, hilarante, extravagante de algunos, desprestigió el proceso ante la ciudadanía y ese desprestigio se trasladó al resultado, la propuesta constitucional. Hubo propuestas delirantes, sin ningún sentido de realidad. Al interior de la Convención, la correlación de fuerzas no variaba significativamente, pero afuera si variaba, el Rechazo minoritario, comenzaba a crecer.  

No existió un proceso de comunicación oficial de la propia Convención sobre los diversos temas en discusión, especialmente los más controvertidos, sobre los cuales nadie explicaba su sentido y orientación: como ejemplo, plurinacional, justicia indígena, autonomías varias, financiamiento de los colegios, destino de los fondos previsionales, destino de las instituciones de salud, aborto, etc. La Convención era una burbuja, escribían para sí mismos. Pero afuera, la correlación de fuerzas seguía variando.

Los convencionales se consideraban con plena autonomía, sin considerar que se debían al único soberano verdadero, el pueblo de Chile, a quien debían rendir cuenta en el plebiscito de salida. En temas de forma, no invitar a los ex presidente de Chile a la ceremonia final, daba lo mismo. En temas de fondo, como escribir un texto que hiciera sentido a los ciudadanos, que pudiera comprenderlo y sentirse interpretado, no estaba entre las preocupaciones.  

El triunfo de Kast en la primarias presidenciales y su paso a segunda vuelta, fue una voz de alarma que tampoco conmovió a la Convención y a los partidos políticos. Era una confirmación de la volatilidad del electorado, que vota por un sector y después por otro. De la fuerza que lograba el sector más extremo de la derecha en base a banderas que conmovían a las personas, la delincuencia y la migración. El Apruebo comenzaba a ser amenazado, pero el aviso pasó desapercibido.

La falta de diálogo entre distintos sectores, demuestra que al interior de la Convención no se comprendió el sentido de su labor, realizar un trabajo de propuesta constitucional para el pueblo de Chile, y no para las reivindicaciones sectoriales o parciales de cada convencional o grupo.

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