
De la verdad
¿Existe la verdad? Hay quienes la buscan en otros mundos, que invocan explicaciones místicas para cimentar un piso sobre el cual edificar sus certezas. Otros reniegan de los seres superiores y se asilan en la razón, a la que recurren para edificar sus dogmáticas verdades que muchas veces distan bien poco del carácter mesiánico y religioso de las anteriores, e incluso buscan imponerlas, diciéndose “expertos”, pareciendo no ser menos fanáticos de aquellos que invocan la fe para explicarse el sentido de sus vidas. Algunos de estos racionalistas extremistas no admiten cuestionamientos de ninguna naturaleza. Son absolutistas e intransigentes que se ocultan tras alguna ideología o usan la ciencia como escudo para golpear y someter, observar con desdén y excluir al que pueda pensar distinto. Trabajan y escriben para ellos. Se aplauden para satisfacer sus egos y cuando aparecen ante otros asumen una condición intelectual superior e irrebatible, aun cuando la verdad sea tan diversa y cambiante. Esta verdad que no es la misma de un siglo a otro y varía de lugar en lugar. Sin embargo, hay quienes la siguen buscando, muchas veces, de manera incluso desesperada.
Ante esta necesidad de tener algo sobre lo que asirnos en este océano de caos e incertidumbre, hay quienes sacan provecho. En el “Cero y el Infinito”, Arthur Koestler planteaba que si se quiere someter a grandes grupos de personas y organizarlos en torno a alguna doctrina o credo, hay que hacer de la verdad aquello que sea útil a la humanidad, siendo la mentira lo que es nocivo para ella. Así: “El que Jesús dijera o no la verdad cuando afirmaba ser hijo de Dios y de una virgen, no tiene interés para un hombre sensato. Se dice que esto es simbólico, pero los campesinos lo toman al pie de la letra. Y nosotros tenemos el derecho de inventar todos los símbolos útiles para que los campesinos puedan tomarlos al pie de la letra”. De este modo, surge la manipulación de las masas, lo que ha sido llamado en los regímenes totalitarios, los adoctrinamientos y las depuraciones respecto de aquellos que piensan diferente. Para Maquiavelo es esta necesidad de verdad la que debe ser aprovechada por el político. “A veces las palabras deben servir para disfrazar los hechos. Pero esto se debe hacer de tal manera que nadie se dé cuenta; o, si se notase, es preciso tener dispuestas las disculpas para interponerlas inmediatamente”, y urdir la siguiente mentira que sirva para suplantar, una vez más, a lo que es verdadero. Tal vez lo importante no sea la respuesta, sino que las preguntas que nos sirvan para aceptar lo cierto que encontramos en la cotidianeidad y las pequeñas verdades diarias.
Andrés Cruz Carrasco.
Abogado. Udec
Magister en Filosofía moral.
Magister en Ciencias Políticas.
Elevado mensaje que nos genera un llamado a la humildad intelectual, a buscar la luz con sabiduría y no con ansiedad. Gran llamado a la autocrítica. Enhorabuena!
Alta cátedra, duro y riguroso pero cierto…
Una enseñanza no menor.