«El mayor problema ecológico es la ilusión de que estamos separados de la naturaleza.»

Alan Watts.

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De tiempo y paciencia

Andrés Cruz Carrasco

Abogado. Doctor en Derecho (Universidad de Salamanca). Magister en Filosofía moral (Universidad de Concepción). Magister en Ciencias Políticas, Seguridad y defensa (ANEPE). Máster en Política Criminal (Universidad de Salamanca).

Se nos exige abordar muchos problemas de manera simultánea. Tal vez esto no sea tanto un inconveniente, como aquel de pretender resolverlos todos rápidamente, con poco detenimiento y reflexión. Asimismo, nos contentamos con abrazar los buenos slogans, muchas veces completamente vacíos, en lugar de esforzarnos por descubrir los contenidos. Desdeñamos de la experiencia por hacerlo apresuradamente y a un costo menor, prefiriendo la cantidad en lugar de la calidad. Para Giacomo Leopardi “la paciencia es la más heroica de las virtudes precisamente porque no tiene la menor apariencia de heroicidad”. En ocasiones no es malo dejar que el tiempo transcurra y decante la borra de nuestros pensamientos, sin apurarnos para actuar y juzgar, sobre todo cuando lo hacemos respecto de otros. Se nos exige y nos exigimos que todo sea de inmediato, como para llegar antes, pero ¿dónde está y cuál es esa meta? En realidad no lo sabemos. Según Lamberto Maffei: “El pensamiento rápido, indiferente al pasado y al futuro, no se ocupa del valor de estos, ni del histórico ni del programático, no tiene tiempo para reflexionar y considera que esa actividad de la mente se corresponde con el campo de los metapensamientos propios de los días lluviosos, cuando uno no tiene nada mejor que hacer”. Tomarse un espacio para reflexionar se dice que es una pérdida de tiempo. No es productivo ni rentable. Además, puede conducirnos a la melancolía, ya que implica necesariamente dudar, recordar, cuestionarse, luchar con uno mismo. Mejor distraerse hacia el exterior, ocuparse sólo para evitar la introspección y que otros piensen por nosotros. Mejor rellenar la existencia con la serie, la novela o el reality de moda. Cuando Fausto pactó con Mefistófeles, le entregó su alma a cambio de “todo y enseguida”. Mejor limitarnos a copiar y pegar en lugar de darnos el trabajo de recabar información, investigar, elucubrar, reflexionar, inventar o imaginar. Mejor hacerse del tiempo que otros han invertido y aprovecharse de ellos. No importan las consecuencias, ya que es todo más ágil y nos confiere más réditos. Invocando al Papa Francisco, Maffei refiere: “quién soy yo para decidir qué es mejor: construirnos la casa con lentitud, corriendo el riesgo de mojarnos con la lluvia de los próximos otoños, o construir rápidamente un alojamiento que luego se derrumbe”. Nos quedamos en la superficie y sobre ella tomamos decisiones erradas y confundimos la inmediatez con lo ejecutivo. Hacemos a un lado a los más pacientes que caminan despacio, por viejos y costosos, en lugar de alcanzar un equilibrio con el ingenuo ímpetu de los más jóvenes.

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