DEMOCRACIA Y CLASE
Es de esperar que la ardua lucha por recurar la imperfecta democracia actual, estuviera llena valentía, arrojo, sangre y esfuerzo colectivo, ya que el objetivo tenía un cariz superior al mero bienestar individual que hoy predomina en la sociedad chilena. Fue una ardua batalla, la cual a veces se olvida y no se logra dimensionar ya que, en estos días, la democracia es un derecho que solo se adquiere con el requisito de haber nacido en el territorio.
Cuando hablamos de democracia, la reacción inmediata de la mayoría de la gente es vincular este derecho a la política, al voto, a la corrupción y a una acción que no tiene mayor importancia en su diario vivir, pero es un bajo porcentaje de personas las que ven en ella una expresión ciudadana a través de la cual participativamente se puede ejercer un grado de injerencia en la toma de decisiones. Por el contrario, no hay deber no hay obligación, son los ciudadanos quienes deciden si ejercerlo o no, de analizar si contribuir al positivo desarrollo de esta estructura imperfecta, no involucrase en ella o mercantilizar la participación jugando en la cancha del clientelismo imperante, vendiendo su voto o movilización política a cambio de algún favor o remuneración indirecta. Es también la ciudadanía, los trabajadores los pobladores los que de forma corrupta contribuyen a un modelo corrompido por el individualismo puro, lapidando el tremendo esfuerzo colectivo e idealista con el cual miles de personas, de forma organizada y sin aspiraciones individuales, botaron a una recalcitrante dictadura y consiguieron el tan añorando derecho antes mencionado.
La corrupción no solo es una expresión propia de la “clase política”, sino que también está impregnada en los cimientos de nuestra sociedad, ya que desde que una pobladora recibe una canasta familiar a cambio del voto hasta cuando un club deportivo se pone a disposición de una causa a cambio de medias y camisetas, es el preciso instante en que generamos los patrones culturales corruptos que van normalizando este tipo de acciones. Por este motivo se hace fundamental una nueva visión y acción política con un potente, pero no violento ni dogmático contenido ideológico, para que recobre una identidad de clase deformada por los medios de comunicación y el consumismo a través del tiempo y supere la situación de desapego de clase y desorganización entre los distintos entes transformadores y reivindicadores de causas con fines proletarios. Es muy complicado generar transformaciones entre ciudadanos que reniegan de haber vivido en una toma de terreno, que les avergüenza la pobreza de su entorno, que cambia su domicilio en busca de aceptación social o que se identifica con una clase media ficticia, diseñada por los dueños de los medios de producción con el fin generar una ilusión aspiracional y así acabar con la organización que trabaja por objetivos colectivos.
La construcción de una mejor sociedad, más justa y menos violenta con los más desposeídos, se realiza por medio de la identificación de clase, con el orgullo de pertenecer a una contundente mayoría de personas que trabaja, que pone a disposición su fuerza física o su intelecto para obtener el sustento diario. Este hecho es fundamental al momento de ejercer la participación cívica, ya que el objetivo a alcanzar no será individual, inmoral y ni anti ético, por el contrario, la motivación será sincera, colectiva y con un profundo sentido de justicia social.
En relación a lo comentado en el artículo sobre el estado de la democracia y de la participación ciudadana, es recomendable leer los escritos y entrevistas del sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman.