
DOS Y DOS SON CUATRO
Editorial
Ha concluido la primera etapa del llamado “proceso constituyente” convocado por el Gobierno, con muy bajos niveles de participación ciudadana. Las cifras están en concordancia con los guarismos registrados en las primarias municipales tanto en relación con el bloque oficialista como con el bloque opositor, comicios que fueron afectados por el mismo mal.
Las informaciones, aún no consolidadas, señalan que se inscribieron 15.860 encuentros de los cuales solo se habrían realizado 6.025, con la asistencia de alrededor de 75.000 personas. Aunque tales números pudieran ser ajustados “al alza” no se llegaría, en ningún caso, al 1% de la ciudadanía vigente.
La conclusión es una sola: los datos muestran una carencia de suficiente representatividad y lo único que se puede afirmar es que se trató de un ejercicio útil para la formación cívica de quienes tomaron parte del proceso a lo largo del país.
Curiosamente, diversas encuestas marcan casi un 50% de opiniones favorables a la necesidad de un cambio constitucional, opción muy superior a la de quienes optan por no modificar sustancialmente la normativa actual en esta materia.
¿A qué razones obedece esta grave discrepancia?
Es probable que el primer factor a considerar radique en la inercia y la apatía de la población. Su descontento no avanza más allá de la queja permanente alentada por los medios de comunicación social que no han mostrado hasta ahora ninguna voluntad de contribuir a la formación cívica de los chilenos ni a procurar encauzar un debate maduro sobre aspectos fundamentales. Un sector más joven parece preferir las “movilizaciones” en la esperanza de que, actuando como grupos de presión obtendrán crecientes granjerías de parte del poder político.
El proceso incoado, por su parte, ha mostrado graves insuficiencias metodológicas. Como se ha señalado anteriormente, debió haberse definido una serie básica de temas esenciales y hacer girar sobre ellos el análisis de los participantes: Derechos de las personas y forma de garantizarlos efectivamente, régimen político-institucional, modelo económico, regionalización real, rol de las fuerzas armadas en una sociedad democrática, entre otros.
Las preguntas presentadas, en muchos casos fueron ambiguas y, por lo tanto, las conclusiones resultaron equívocas. Por ejemplo, en los casos en que un cabildo no consideró un determinado valor puede estimarse o que lo da por obvio y por sentado o que lo estima prescindible.
Los próximos pasos (niveles provinciales y regionales) no auguran una mayor participación pero evidentemente podrían mejorar la calidad del debate, La etapa que concluye ha sido útil para entregar educación cívica, ha sido también demostración de que es posible una discusión ordenada y respetuosa sobre temas áridos y respecto de los cuales las personas no perciben de qué forma estos inciden en sus experiencias de vida concreta, pero ha sido insuficiente. No hay aquí espacio para los aplausos sino el desafío de avanzar en la construcción de una democracia más profunda, sana y participativa.
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