«La concentración de riquezas, el poder del dinero, por sobre todo, el dinero fácil, en su accionar destruye la historia, la educación, cultura , los valores de una sociedad que desee permanecer limpia y sana.»

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Editorial: La verdad oficial

Equipo laventanaciudadana.cl

Periodismo ciudadano.

Nuestro país, al igual que la inmensa mayoría de las naciones del planeta, enfrenta una compleja maraña de problemas que genera en la población una actitud de angustia, de indignación, de impotencia.

A pesar de que algunos estudios nos sitúan como la sociedad con los mayores índices de felicidad de la América Latina, este dato no se condice en manera alguna con la actitud antes señalada. A pesar, también, de que analistas internacionales nos sitúan en un ingreso medio anual  por persona del orden de los veinticinco mil  dólares (en cifras gruesas, un millón trescientos cincuenta mil pesos mensuales  por individuo y cinco millones cuatrocientos mil mensuales por familia de cuatro miembros),   la amarga insatisfacción se respira en el ambiente.

El análisis de las causas de esta profunda contradicción requiere el concurso no solo de las ciencias sociales y de las ciencias humanas sino que demanda una profunda reflexión acerca del tipo de país que estamos construyendo. Lo primero que salta a la vista es, por supuesto, la enorme desigualdad económica existente y que nos muestra una elite privilegiada integrada por una docena de familias perfectamente identificables  en torno a las cuales se han conformado estructuras de poder encargadas no solo de administrar sus negocios sino de entrometerse deliberadamente en los sectores más influyentes e influenciables de la sociedad como son la educación y los medios de comunicación.

Desde  la dictadura se fomentó el desarrollo de exclusivos colegios absolutamente separados del Chile real,  y de universidades privadas, nuevas y tradicionales, que satisficieran los requerimientos de recursos humanos necesarios para  la subsistencia y consolidación del modelo. Al mismo tiempo, se limitó e incluso se asfixió económicamente a los planteles de educación superior que tenían una clara vocación pública, fuesen estatales o particulares, impidiendo en los hechos que cumplieran su rol de “conciencia crítica de la nación”.

Paralelamente, al dominio casi exclusivo que las aludidas elites tuvieron históricamente sobre los medios de comunicación de corte tradicional,  se sumó un esfuerzo coordinado y sistemático destinado a adquirir la propiedad de canales de televisión y radio, de forma tal que, al día de hoy, con la salvedad de un par de emisoras y de los medios digitales alternativos, el espectro comunicacional aparentemente pluralista esconde la voz y la imagen  monocordes de una información notoriamente pauteada.

De esta forma, se implanta  una especie de voz oficial que cínicamente se esconde bajo la denominación de “control de la agenda”.  Para expresarlo en pocas palabras, la gestión gubernativa más que estar dedicada a la búsqueda de soluciones a los graves y urgentes problemas del país respecto de los cuales la gente demanda soluciones, consagra una gran parte de su tiempo a ocupar los espacios de la prensa papel y los minutos televisivos, para relevar los temas que sus asesores comunicacionales estiman que pueden conseguirle réditos en el contrapunto aprobación / desaprobación.  Para tal efecto cuenta con la complacencia deliberada y hasta obsecuente  de los propietarios de los medios y con la indiferencia de un público receptor que es permanentemente bombardeado con noticias policiales (que le crean una sensación de temor y de inseguridad) y con comentarios de frívola farándula que le entretienen (lo que no es malo,  en sí) pero le hacen perder el sentido crítico indispensable para el buen desarrollo de una sociedad democrática.

Por ejemplo, resulta curioso que nunca una encuesta de opinión evalúe los grados de credibilidad y de confianza de un medio de comunicación específico; que nunca se aclare por qué razones los medios escritos se han negado constantemente a dar a conocer sus niveles de venta y de lectoría; que nunca se indague por qué algunos temas son genéricamente ocultados al tiempo que otros son también genéricamente relevados. En el campo de la televisión abierta, un buen ejercicio crítico bastaría para demostrar que a la hora del informativo principal del día, todos los canales, minutos más, minutos menos, están tratando los mismos temas a partir de las mismas fuentes sin cuestionamiento alguno  a su calidad moral y a su validez.

En los últimos días, un tema que ha copado la agenda informativa es el relativo al establecimiento por ley de un control de identidad preventivo a niños y adolescentes. Muchas de las justificaciones en que se funda la iniciativa gubernamental, han sido erróneas o definitivamente falaces. La controversia sobre el tema, de lado y lado, ha estado expresada en afirmaciones dudosas, livianas y que jamás se han centrado en rebatir al contendor argumentalmente, con razones, con pruebas.

En un momento social en que se habla con pertinacia de la delincuencia de menores, ninguno de los medios tradicionales ha sido capaz de abordar el tema  con la  profundidad que el problema amerita. La realidad del 1,2 millones de niños que viven al margen la educación, que forman parte de familias vulnerables o desintegradas, que vagan en el abandono y cuyo padre o madre se encuentra encarcelado, no es algo que les quite el sueño o a lo que deban dedicarle un tiempo importante.  Directores, editores y jefes de prensa se bastan con abastecerse con los insumos que les aportan los voceros y voceras bien remunerados que forman parte de la red de fuentes oficiales de  los organismos públicos, sin sentirse obligados a cuestionar y a provocar un debate en forma.

Mientras el país siga operando en base a la “agenda oficial” y nuestros comunicadores  no abandonen su cómodo rol de repetidores de publicidad institucional,  es  muy poco probable que la ciudadanía logre ocupar un espacio en la conciencia social y posicionar los grandes temas que nos  aquejan.

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3 Comentarios en Editorial: La verdad oficial

  1. Siempre he dicho, que La Ventana Ciudadana nos presenta lo que realmente está ocurriendo en nuestro país, sin encubrir absolutamente nada, como sucede con la prensa controlada por capitalístas multi-millonarios, que solamente les interesa el factor dinero, y no presentan al público la triste realidad chilena.

    Felicito una vez más, al cuerpo editor de La Ventana Ciudadana, por presentarnos esta editorial, que verdaderamente nos hace pensar al pueblo, que debemos demandar a los politicos, que dicen que «nos representan» en el gobierno de nuestro país, pero que la otra cara de la medalla nos dice lo contrario.

  2. Una muy buena pieza editorial, clara y sólidamente fundamentada y que deja en evidencia qué, el mayor esfuezo del gobierno es manejar la agenda pública a través de una «colusión» de los medios guiados, manipulados y dirigidos desde la moneda…. objetivo: sustentar los planes del gobierno y solidificar el sistema neo-liberal.

  3. Un ejemplo práctico de lo que que comenta este editorial es el caso del proyecto Pacyt, de la UdeC, del que la prensa en papel muestra sólo una cara de la medalla, la de la universidad, publicando los mentados comunicados de prensa, y jamás la otra, la versión ciudadana, crítica y fundamentada, que es contraria a ese proyecto en la forma como se plantea. En efecto un mal proyecto se presenta edulcorado, pleno de falacias para hacer creer a los ciudadanos que lo malo es bueno.

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